KÖNIGSTEIN/KAMPALA, jueves 1 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- La grave crisis económica y la inflación galopante que se vive en Uganda está poniendo en peligro los seminarios del país, a los que sin embargo no dejan de llegar nuevos candidatos al sacerdocio.
Durante una visita a la sede de la organización caritativa Ayuda a la Iglesia Necesitada en Königstein (Alemania), el rector del seminario de Alokolum, el padre Cosmas Alula, explicó que se ha visto forzado a suspender las obras de ampliación del edificio previstas para acoger el creciente número de vocaciones sacerdotales.
La situación es tan grave, lamentó, que se plantea el problema de la propia subsistencia diaria del seminario, que tiene “apenas recursos para las necesidades básicas”, a pesar de que en su jardín se cultiva arroz y legumbres “para reducir al máximo los gastos de alimentación”.
El seminario de Alokolum está situado en el norte del país, en una de las regiones más afectadas por la guerra civil que opuso, durante dos décadas, al Gobierno ugandés y a los rebeldes del autodenominado Ejército de Resistencia del Señor.
En el próximo curso, a punto de iniciarse, ese centro de formación de sacerdotes contará con 209 alumnos, 26 más que el año pasado. El aumento de seminaristas es una realidad en todo el país.
El año pasado, 1.130 jóvenes estudiaban en los cinco seminarios de Uganda, país en el que un 45% de los 33 millones de habitantes es católico. A pesar del elevado número de vocaciones, en muchos lugares del país existe una evidente escasez de sacerdotes, según el obispo.
El coste de la vida ha aumentado muchísimo en Uganda: el precio de los alimentos más consumidos en África como el maíz, las judías y el azúcar se ha multiplicado por cuatro; también ha aumentado el precio de los combustibles, incluso en una proporción más grave que en los vecinos países de Kenia, Ruanda y Tanzania.
La sequía y los elevados gastos en la campaña electoral de febrero para las elecciones legislativas han agravado la situación. El prelado acusó al Gobierno de “gastar dinero, sin reglas, sólo con fines políticos, en lugar de preocuparse por el bienestar de la población”.
Lo peor, añadió, es que se teme seriamente que esta crisis no disminuirá en un futuro próximo.