ROMA, viernes 2 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Las madres son importantes. Cuando una madre enferma o muere, sufre su familia, pero también su comunidad. Así, salvar la vida y mejorar la salud de las madres significa salvar y mejorar la salud de comunidades enteras. Es el sencillo axioma expresado por Donna Harrison, obstetra y ginecóloga estadounidense, durante su intervención en la octava conferencia promovida por MaterCare International, una organización de profesionales católicos en el campo de la obstetricia, que está teniendo lugar en Roma hasta el 4 de septiembre.</p>
“En el mundo – explicó Harrison – las muertes causadas por problemas cardiovasculares, cáncer u otras enfermedades están distribuidas de una forma más o menos similar. En África hay un gran número de muertes ligadas al Sida, pero también por desnutrición y problemas relacionados con el embarazo y la maternidad, como hipertensión y hemorragias”.
Parece lógico por tanto intervenir en estos problemas para disminuir su incidencia, y de hecho, “hay un sensible descenso de la mortalidad de las madres cuando se invierten recursos en este campo, aunque sólo sea en antibióticos para las infecciones y sulfato de magnesio, muy económico, para tratar la hipertensión. Estas intervenciones podrían hacer descender la mortalidad de las madres en países en vías de desarrollo hasta un 75%”.
Aborto “seguro”
“En estos países – subrayó Harrison –, los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan la incidencia del aborto (tanto espontáneo como provocado) como causa de muerte de las madres con un porcentaje del 4 al 12 %, mientras que es del 8,2% en los países occidentales”.
A propósito de esto, señaló también que el aborto derivado de la asunción de medicamentos provoca complicaciones con una tasa del 20% contra el 5,6% del quirúrgico.
Esto lleva a reflexionar sobre la noción de aborto “seguro” e “inseguro”: “la palabra ‘seguro’ – subrayó la ginecóloga estadounidense – implica ausencia de riesgos, pero en realidad, el aborto causa la muerte del niño y riesgos a breve y largo plazo para la salud de la madre”.
La OMS, explicó, “asimila el término ‘seguro’ a ‘legal’, mezclando términos médicos y jurídicos”. Al contrario, “no seguro” “se usa para definir el aborto que tiene lugar sin estándares médicos mínimos respecto a los países con leyes restrictivas sobre el aborto”.
Esta falta de claridad terminológica permite, según Harrison, a la OMS “trabajar por la legalización a nivel mundial del aborto usando el eufemismo de ‘aborto seguro’”, induciendo a “una minusvaloración de los riesgos del aborto y creando una presión sobre los Gobiernos a favor de la legalización”.
Cuál es el ulterior efecto de esta equiparación entre “seguro” y “legal”? “Sucede – afirmó Harrison – que los datos sobre las muertes debidas a abortos inseguros desaparecen de las estadísticas, porque muchas intervenciones tienen lugar bajo la égida de la legalidad. Pero las mujeres siguen muriendo”.
Salud y pobreza
Quizás, entonces, no se trata sólo de un problema de seguridad de las condiciones en las que tiene lugar el aborto.
En este sentido, apuntó al ejemplo de Chile: “el aborto fue legal en este país desde 1931 hasta 1988 y el pico de mortalidad maternal se registró en 1961. La tasa de mortalidad comenzó a decrecer desde 1966: ¿cómo es posible? Antes de revocar la posibilidad del aborto terapéutico, en 1986, la tasa de mortalidad era del 17,2%; en 2007 fue del 1,7%. En realidad, este decrecimiento está ligado a una mayor esscolarización femenina y a la mejora de las condiciones de vida”.
No es casual, por tanto, que “más del 50% de la mortalidad materna en el mondo se concentre hoy en seis países: India, Nigeria, Pakistán, Afghanistán, Etiopía y República Democrática del Congo”.
Los objetivos del Milenio
En 2000, la Asamblea de la ONU anunció que la reducción de la mortalidad materna era uno de los tres objetivos del milenio en el campo de la salud.
Sin embargo, “no hay acuerdo sobre las modalidades con las que perseguir este objetivo”. “Hay una presión – denunció la ginecóloga estadounidense – hacia la afirmación de los derechos de la salud reproductiva entendida en sentido global, incluyendo el aborto, bajo la etiqueta de la mejora de la salud de las mujeres, oponiéndose a la educación, a la financiación pública de la planificación familiar y a las decisiones de conciencia del personal médico”.
¿Por qué no comparar los datos de un país antes y después de la introducción del aborto? “Encuadrar las muertes por complicaciones ligadas al aborto inducido – afirmó Harrison – daría a los políticos datos sobre los que tomar decisiones y respecto a los que controlar los efectos de sus decisiones”.
Para mejorar la salud de las mujeres es necesario “asegurarse de que las propias mujeres tengan acceso a los servicios y asistencia adecuada durante el embarazo y en el momento del nacimiento del niño, incrementar la alfabetización femenina para ayudarles a acceder al sistema sanitario, dar informaciones cuidadosas sobre el desarrollo del feto”.
“Hay que afirmar con decisión – invitó Harrison al auditorio – que un embarazo y una maternidad ‘seguras’ son el objetivo del milenio, y no el aborto bajo la etiqueta de ‘salud reproductiva’, y trabajar para que se reduzcan las causas de mortalidad con recursos destinados a combatir hemorragias e hipertensión, pidiendo también que la terminología ‘aborto seguro e inseguro’ se elimine por ambigua, y se informe de los riesgos a breve y largo plazo para la salud física y psicológica de las mujeres”. Sin olvidar el respeto a las culturas de los diversos países.
Pueblos y culturas
“Los políticos – añadió la doctora nigeriana Henrietta Maria Williams – deben comprender que algunas políticas en temas de salud reproductiva que ponen el énfasis en el uso de los contraceptivos y el aborto son ineficaces y no pueden ser aceptadas sin violar los valores culturales africanos”.
De hecho, “los valores socio-culturales de la maternidad, del matrimonio, de la fertilidad, de la castidad prematrimonial, de la familia extensa, han garantizado la supervivencia de los africanos en un continente hostil desde el que han poblado con éxito toda la tierra”.
“El África sub-sahariana – prosiguió Williams – registra el nivel más bajo de contraceptivos del mundo, menos del 20%. Las técnicas de control natural de la fertilidad, entre las cuales la NaProTecnology, por su gran eficacia suponen una opción válida y la esperanza futura para África”.
Estas, según Williams “son aceptables por todas creencias y las culturas, respetando la dignidad de las mujeres y del matrimonio, y al ser métodos naturales tienen pocos efectos colaterales, constituyendo, si se aplican bien, también un método de prevención del cáncer en las mujeres”.
“Deben ponerse en marcha – concluyó Williams – políticas adecuadas para promover la instrucción de la mujer y reforzar la movilidad social de aquellos segmentos de la población en condiciones socioeconómicas desfavorecidas”.
Por Chiara Santomiero, traducción del italiano por Inma Álvarez