BERLÍN, jueves 22 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- “Judíos y cristianos tienen una responsabilidad común para el desarrollo de la sociedad, que entraña siempre una dimensión religiosa”, afirmó el Papa Benedicto XVI hoy jueves por la tarde al encontrarse en el Bundestag con un grupo de representantes de la comunidad judía alemana.
En el contexto de “una sociedad cada vez más secularizada”, el Pontífice subrayó la importancia del “mensaje de esperanza” transmitido por los libros de la Biblia judía y del Antiguo Testamento cristiano.
Aunque es verdad que el mensaje “ha sido asimilado y desarrollado por los judíos y los cristianos de modo distinto”, y que esto ha provocado “siglos de contraposición”, para el Papa es necesario “que estos dos modos de la nueva lectura de los escritos bíblicos –la cristiana y la judía– entren en diálogo entre sí, para comprender rectamente la voluntad y la Palabra de Dios”.
Este diálogo, añadió, “debe reforzar la esperanza común en Dios”, porque “sin esa esperanza la sociedad pierde su humanidad”.
Igualmente, el Papa exhortó a los cristianos a darse cuenta cada vez más de su “afinidad interior” con el judaísmo.
“Para los cristianos, no puede haber una fractura en el evento salvífico. La salvación viene, precisamente, de los Judíos”.
“Cuando el conflicto de Jesús con el judaísmo de su tiempo se ve de manera superficial, como una ruptura con la Antigua Alianza, se acaba reduciéndolo a un idea de liberación que considera la Torá solamente como la observancia servil de unos ritos y prescripciones exteriores”.
El Discurso de la montaña “no deroga la Ley mosaica, sino que desvela sus recónditas posibilidades y hace surgir nuevas exigencias; nos reenvía al fundamento más profundo del obrar humano, al corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro, donde germina la fe, la esperanza y la caridad”.
Progresos
El Papa constató “con vivo aprecio”, que el diálogo de la Iglesia católica con el judaísmo “se está profundizando”, así como el desarrollo de “relaciones duraderas” que “manifiestan cómo ha crecido la confianza recíproca”.
“La Iglesia se siente muy cercana al Pueblo hebreo”, afirmó. “Con la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, se comenzó a «recorrer un camino irrevocable de diálogo, de fraternidad y de amistad”.
“Esto vale obviamente también para la Iglesia católica en Alemania, que es bien consciente de su particular responsabilidad en esta materia”, destacando iniciativas como la “Semana de la fraternidad” – organizada cada año en la primera semana de marzo por las asociaciones locales para la colaboración judeocristiana, los “encuentros anuales entre obispos y rabinos” y los “coloquios estructurados con el Consejo central judío”, además del “histórico encuentro” judeocristiano celebrado en Alemania en marzo de 2006”.
“Al mismo tiempo – afirmó –, todos tenemos claro que una comunión amorosa y comprensiva entre Israel y la Iglesia, en el respeto recíproco de la identidad del otro, debe crecer todavía más y entrar de modo más profundo en el anuncio de la fe”.
Memoria
El obispo de Roma recordó el discurso que hace seis años, durante su visita a la Sinagoga de Colonia, le dirigió el rabino Teitelbaum, que habló de la memoria como de “una de las columnas necesarias para fundar sobre ellas un futuro pacífico”.
“Hoy me encuentro en un lugar central de la memoria, de una espantosa memoria: desde aquí se programó y organizó la Shoah, la eliminación de los ciudadanos judíos en Europa”, afirmó el Papa, pues el lugar del encuentro, el Bundestag, fue también la sede del Reichstag nazi.
“El régimen de terror del nacionalsocialismo se fundaba sobre un mito racista, del que formaba parte el rechazo del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, del Dios de Jesucristo y de las personas que creen en él”.
“Cuando no se respeta a este Dios único, se pierde también el respeto por la dignidad del hombre”, declaró Benedicto XVI.
“Las horribles imágenes de los campos de concentración al final de la guerra mostraron de lo que puede ser capaz el hombre que rechaza a Dios y el rostro que puede asumir un pueblo en el «no» a ese Dios”.
Desde el antiguo Reichstag, recordó el Papa, partió también el “pogrom” de 1938, la famosa “Noche de los cristales rotos”.
Sin embargo, el Papa quiso recordar también que “unos pocos percibieron en su totalidad la dimensión de dicho acto de desprecio humano, como lo hizo el Deán de la Catedral de Berlín, Bernhard Lichtenberg, que desde el púlpito de esa Santa Iglesia de Santa Eduvigis, gritó: ‘Fuera, el Templo está en llamas; también éste es casa de Dios'».