El Papa invita a católicos y evangélicos a “profundizar en lo que une”

El testimonio común de Cristo resucitado y la defensa de la dignidad humana

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ERFURT, viernes 23 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Para avanzar en el camino ecuménico, los cristianos de las distintas confesiones deben ayudarse mutuamente a reforzar la fe en Cristo resucitado, que es el anuncio que hoy espera el mundo moderno.

Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI durante la homilía que pronunció durante la celebración ecuménica celebrada en la capilla del ex convento de los Agustinos de Erfurt, hoy en esta segunda jornada de su viaje apostólico. Un lugar significativo para la historia del movimiento ecuménico, pues allí vivió Martín Lutero.

El Papa quiso reflexionar sobre el pasaje evangélico que ha acompañado desde el inicio al movimiento ecuménico, es decir, la oración de Cristo en la Última Cena, “para que sean uno” (de ella tomó el nombre la encíclica Ut unum sint de Juan Pablo II).

“No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos” (Jn 17,20); esta oración de Cristo, explicó el Papa, “no es simplemente algo del pasado”, porque Cristo “está siempre ante el Padre intercediendo por nosotros”.

“En la oración de Jesús está el lugar interior, de nuestra unidad – subrayó el Papa –. Seremos, pues una sola cosa, si nos dejamos atraer dentro de esta oración”.

“La oración de Jesús ¿ha quedado desoída?”, se preguntó, afirmando que la historia del Cristianismo muestra dos aspectos: “el pecado del hombre, que reniega a Dios y se repliega en sí mismo, pero también las victorias de Dios, que sostiene la Iglesia no obstante su debilidad y atrae continuamente a los hombres dentro de sí, acercándolos de este modo los unos a los otros”.

Por eso, el Papa subrayó la importancia de “no lamentar solo las divisiones y las separaciones, sino agradecer a Dios por todos los elementos de unidad que ha conservado para nosotros”, así como de “no perder la unidad alcanzada, en medio de un tiempo de tentación y de peligros”.

El testimonio unido de los cristianos, subrayó el Papa, debe ser el de “Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, que vivió entre nosotros, padeció y murió por nosotros, y que en su resurrección ha abierto totalmente la puerta de la muerte”.

“¡Fortifiquémonos en está fe! – exhortó a los presentes – ¡Ayudémonos recíprocamente a vivirla! Esta es una gran tarea ecuménica que nos introduce en el corazón de la oración de Jesús”.

Amor al hombre

Este testimonio unido de los cristianos, es de la máxima urgencia, dijo el Papa: “El hombre tiene necesidad de Dios, o ¿acaso las cosas van bien sin Él?”

“Cuando en una primera fase de la ausencia de Dios, su luz sigue mandando sus reflejos y mantiene unido el orden de la existencia humana, se tiene la impresión que las cosas funcionan incluso sin Dios”, una impresión que se va diluyendo “cuanto más se aleja el mundo de Dios”.

El Papa afirmó a los presentes que el tiempo actual “los criterios de cómo ser hombres se han hecho inciertos. La ética viene sustituida con el calculo de las consecuencias”.

Por ello, exhortó a los presentes a una defensa común de la dignidad humana, “desde la concepción hasta la muerte, desde las cuestiones de la diagnosis previa a su implantación hasta la eutanasia”: “La fe en Dios debe concretarse en nuestro común trabajo por el hombre”, añadió.

Ecumenismo, no pactos

Por último, el Papa quiso reflexionar sobre la naturaleza del camino ecuménico, recordando que “la fe de los cristianos no se basa en una ponderación de nuestras ventajas y desventajas”, invitando a superar “un malentendido político de la fe y del ecumenismo”.

“Una fe autoconstruida no tiene valor. La fe no es una cosa que nosotros excogitamos o concordamos. Es el fundamento sobre el cual vivimos”, subrayó.

“La unidad no crece mediante la ponderación de ventajas y desventajas, sino profundizando cada vez más en la fe mediante el pensamiento y la vida”, añadió el Papa.

Destacó que “en los últimos 50 años, y en particular también en la visita del Papa Juan Pablo II, hace 30 años, ha crecido mucho la comunión de la cual podemos estar agradecidos”, recordando figuras como la del obispo luterano Lohse, y el cardenal Lehmann.

“No menciono otros nombres, el Señor los conoce a todos”, concluyó. “Juntos podemos agradecer al Señor por el camino de la unidad por el que nos ha conducido, y asociarnos en humilde confianza a su oración: Haz, que todos seamos uno”.

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ZENIT Staff

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