ROMA, domingo 18 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Claudette Habesch, secretaria general de Caritas Jerusalén explica en esta entrevista la situación que viven los católicos en Tierra Santa y da muy buen información sobre un conflicto que no es religioso sino geopolítico.
Tierra Santa, lugar por donde el príncipe de la paz anduvo. Pero la paz no ha llegado todavía y terribles enfrentamientos siguen dividiendo a las comunidades de palestinos y judíos.
–C. Habesch: Bien, lo primero que quiero decir es que no se trata de palestinos y de judíos. Es una cuestión de palestinos e israelíes, y esta es una gran diferencia para nosotros. Nuestro problema no es de tipo religioso. No son palestinos contra judíos. Es un problema político, un problema de territorio y no de religión.
Usted es palestina católica. Fue refugiada desde la infancia. ¿Puede hablarnos de usted?
–C. Habesch: Cuando era muy joven estuve refugiada. Perdí mi casa, mi cama, mis pensamientos. Mis padres nos llevaron a nuestra casa de invierno en Jericó por nuestra seguridad y nunca volvimos. Para mí, como niña, fue un verdadero problema, no podía entender por qué no podía volver a mi casa, por qué no podía tener mi ropa y mis juguetes…
¿Esta experiencia de su niñez le creó ira o amargura?
–C. Habesch: No, porque crecí en una familia que se preocupaba por hacernos felices. Admiro mucho a mis padres. No sentí amargura. Ya que mis padres se aseguraron de darnos la mejor educación, tuvimos el mejor hogar. Pero realmente quería volver de nuevo a mi casa. Espero que se haga justicia algún día. Desgraciadamente han pasado más de sesenta años y todavía no se ha hecho justicia.
Así que ¿usted perdona pero no olvida?
–C. Habesch: Exactamente, perdono pero no puedo olvidar. Digo esto porque no quiero olvidar. Creo que tengo derecho a que se me haga justicia. Gracias a Dios que soy madre. Mi hija vive a casi seis millas de mi casa. Es en Jerusalén, pero está cerca del famoso control que nosotros llamamos el Control de la Humillación, el de Kalandia. Volver a mi casa desde la suya a veces me cuesta tres horas y son solo seis millas. Pero cuando miro a la cara a estos jóvenes soldados que manejan los puestos de control, cuando te gritan, los miro y puedo perdonar porque soy madre. Aunque pienso: Señor si esto es la victoria, ¡por favor no se la des a mis hijos!. No quiero ver a mis hijos en el lugar de estos soldados.
¿Es siempre así?
–C. Habesch: Sí, por ejemplo cuando viajo a Ben-Gurion, el aeropuerto de Tel-Aviv –estoy de acuerdo con las medidas de seguridad para todos, las necesitamos para los israelíes pero también para los palestinos- nuestro equipaje pasa los controles de rayos x. Me parece aceptable, pero cuando se enteran de que soy palestina, me piden que vaya a otro control, donde pueden pasar más de una hora o dos controlando cada cosa que llevo en el equipaje. Después de realizar esta operación, te llevan a una habitación especial donde se te pide que te quites los zapatos y la chaqueta. Todo está bien. Pero a veces la forma en que te realizan el control no es correcta… parece que están intentado encontrar una bomba debajo de tu piel. Por ejemplo, cuando vistes pantalones, llevas cremalleras y la alarma suena. Así que ‘quítate los pantalones’. A veces te hacen desnudarte completamente: ¿Sabes que humillante es cuando se trata de una chica de la edad de tus hijos o incluso más joven?
Me gustaría abordar la situación de los cristianos, porque tengo la impresión de que los cristianos están atrapados entre dos frentes: por un lado los partidos judíos nacionalistas y por otro el islam fundamentalista creciente. ¿Está de acuerdo con esta observación?
—C. Habesch: Esta es una pregunta muy interesante. ¿Por qué presupone que los cristianos son discriminados o perseguidos? No es el primero que me hace esta pregunta, muchos periodistas lo hacen. Soy una palestina árabe cristiana. Esto es lo que soy. Y todo lo que les pasa a los ciudadanos palestinos me afecta. No hay diferencia. Sin embargo, ¿le parezco una perseguida o le parezco asustada? Si tuviera miedo no estaría aquí sentada hablando con usted. El hecho es que no estamos perseguidos. Tenemos acceso a los mismos derechos que todo el mundo, como el resto de palestinos.
Entonces ¿por qué mucha gente abandona el país?
–C. Habesch: Es verdad que existe emigración y que lamentablemente se trata de gente joven de 20 a 25 años de clase media. Los cristianos emigran pero también los musulmanes, pero precisamente porque somos pocos es más obvio cuando nos vamos, ya que dejamos un vacío.
Me imagino que los jóvenes cristianos se van porque ven un futuro sombrío para sus hijos.
–C. Habesch: El futuro es sombrío para todos nosotros, los palestinos, y me pregunto si realmente la comunidad internacional está interesada en traer la paz a esta tierra. Esta es la razón por la que se van, no por otras cuestiones. Yo tengo tres hijos, los tres han estudiado en Estados Unidos, se graduaron con nota y podrían haber tenido éxito allí. Sin embargo eligieron volver a Jerusalén. Son ciudadanos de Jerusalén, y esto les importa. Les importa su identidad, y saben que si se hubieran quedado en Estados Unidos habrían tenido una vida más fácil. Pero creo que como cristianos de la madre Iglesia es un privilegio vivir en Jerusalén. Es la ciudad más bonita del mundo. Pero esto conlleva un peso, una responsabilidad. No queremos que Jerusalén se convierta en un museo. Por esto nos quedamos.
¿Qué papel juegan los cristianos entre las comunidades judías y palestinas?
–C. Habesch: Los cristianos tienen su papel. Por formar parte de este pueblo, de los cristianos palestinos, pero sobre todo por mi creencia en la tolerancia, en el perdón, en la reconciliación esperanzadora. Creo que tengo un mensaje que dar, nuestro papel es el de dar esperanza.
¿Últimamente siente esperanza por el futuro?
–C. Habesch: Mis creencias, mi fe no me permiten estar desesperanzada. Sí, es verdad que a veces ves a personas que la han perdido. Están desesperadas. Lo puedes ver en sus rostros. Pero, gracias a Dios, nunca perdí la esperanza, y por esto me quedo. Por esto hago el trabajo que hago, para acompañar a los que necesitan ser acompañados. Con mi fe, creo que es posible y no olvidemos que esta es la Tierra de la Paz. Aquí empezó el mensaje de la paz, Jesús comenzó este mensaje de paz, pero recuerdo que también Él lloró por Jerusalén.
Las primeras lágrimas…
–C. Habesch: Sí. Usted sabe lo que los Patriarcas dicen siempre: ‘Esta es la Iglesia del Calvario’. Esto es cierto, pero también es la Iglesia de la Resurrección, somos la Iglesia del triunfo de la esperanza sobre la desesperación. Así que nos quedaremos, continuaremos nuestra misión de paz si es posible, pero necesitamos que nos ayudéis. Necesitamos que la comunidad internacional se de cuenta de que solos no llegaremos a la paz; necesitamos que las Naciones Unidas implementen las resoluciones. Necesitamos que se respete la Convención de Ginebra, que se respete la ley internacional. Necesitamos que se respeten los derechos humanos.
Incluso Jesús necesitó que Simón le ayudase con la Cruz
–C. Habesch: Y nosotros os necesitamos, a todos vosotros. Necesitamos que la comunidad internacional interceda para que estos dos pueblos se reconozcan el uno al otro y se respeten el uno al otro. Porque al final del día no hay victoria para unos y derrota para otros. O ganamos juntos, palestinos e israelíes, o perdemos todos.
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Esta entrevista ha sido realizada por Mark Riedemann para “Where God Weeps,» un programa semanal de TV y de Radio producid
o por Catholic Radio & Television Network en colaboración con la organización caritativa Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Para más información en la Red: www.WhereGodWeeps.org y www.acn-intl.org.