ROMA, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- «No hay lugar en el sacerdocio y la vida religiosa para quienes dañan a los jóvenes”. Estas palabras, dichas por el beato Juan Pablo II en su discurso de 2002 ante los cardenales estadounidenses, recuerda a los sacerdotes y religiosos que se trata de un engaño que quebranta la confianza de aquellos que están bajo su cuidado, especialmente cuando la violación destruye la vida de un niño.
El cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, citó estas palabras del anterior pontífice durante su discurso a los miembros del simposio internacional Hacia la curación y la renovación, que comenzó este lunes en Roma.
En su alocución El abuso sexual de menores: una respuesta multifacética al desafío, el cardenal resumió brevemente el papel del dicasterio a su cargo frente a los casos de abuso, con respecto al cuidado pastoral de las víctimas, la protección de los jóvenes y la adecuada formación del clero.
«Si bien la responsabilidad principal de la Congregación es la aplicación de normas equitativas en la disciplina de los sacerdotes culpables», dijo el cardenal, «se ha ampliado la visión sobre la mejor manera de ayudar en la cura de las víctimas, la promoción de programas de protección de niños y jóvenes, el instar a los obispos a proveer de educación a las comunidades de fe sobre la responsabilidad hacia su juventud, así como trabajar con los otros dicasterios de la Santa Sede y de las conferencias episcopales para asegurar la adecuada formación de los actuales y futuros sacerdotes, en los diversos aspectos del abuso sexual a menores».
Para las víctimas de abuso sexual a menores, es imperativo que el cuidado pastoral que reciben demuestre un genuino respeto por su sufrimiento, afirmó el cardenal. «Una primera necesidad [de las víctimas] es ser escuchadas», reflexionó, «y saber que la Iglesia escucha sus historias de abuso, que la Iglesia entiende la gravedad de lo que han sufrido y que quiere acompañarles en el largo camino de la curación, así como que se sepa que ella ha tomado o está dispuesta a adoptar medidas eficaces para asegurar que otros niños estén protegidos contra tales abusos».
El cardenal Levada alentó a los sacerdotes y obispos a imitar a Benedicto XVI quien, durante sus visitas pastorales por todo el mundo, ha escuchado a las víctimas de abuso sexual de menores. «Pienso que es difícil sobreestimar la importancia de este ejemplo para nosotros obispos y sacerdotes, de estar a disposición de las víctimas en ese importante momento de cura y reconciliación. Después de todo, fue a manos de un representante ungido de la Iglesia que sufrieron este abuso. No sorprende entonces cuando nos dicen lo importante que es para ellos que la Iglesia, nuevamente a través de sus representantes ungidos les escuche, reconozca su sufrimiento, y los ayude a ver el verdadero rostro de compasión y amor de Cristo».
El cardenal recordó a los obispos y superiores mayores de las órdenes religiosas que deben ser escrupulosamente conscientes de «la necesidad de ejercer un mayor escrutinio en los candidatos que aceptan para el sacerdocio y la vida religiosa, así como ofrecer programas de formación que proporcionen la necesaria formación humana desde el fundamento, incluida la adecuada formación en sexualidad humana».
En otra parte de su discurso, Levada afirmó que es imperativo que las autoridades de la Iglesia se aproximen a los casos de abuso como delitos contra el Estado, así como contra la ley canónica. «Ciertamente, no es menos importante que cualquiera de los otros elementos», dijo, «la cooperación de la Iglesia con las autoridades civiles, y reconocer la verdad fundamental de que el abuso sexual de menores no es sólo un delito en el derecho canónico, sino también es un crimen que viola las leyes penales en las jurisdicciones civiles. La iglesia tiene la obligación de cooperar con los requerimientos de la ley civil denunciando tales delitos a las autoridades respectivas».
El objetivo del simposio que culmina el jueves 9, es informar a los obispos católicos y a los superiores religiosos sobre los recursos disponibles para enfrentar esta crisis eficazmente. En sus consideraciones finales, el cardenal Levada expresó su deseo de que el simposio sea «un modelo para futuros estudios que nos ayude frente a lo que tenemos que hacer como Iglesia… [y] sea una fuente de experiencia y esperanza para aquellos que buscan eliminar el flagelo del abuso sexual de menores en toda la sociedad».
Traducido del inglés por José Antonio Varela V.