Benedicto XVI y nuestra crisis de fe

Abrir la mente y el corazón a sus mensajes

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 25 marzo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el artículo habitual de nuestro colaborador el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, que trata sobre la visita del papa a su país.

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Ante la visita del Papa a nuestra patria, que decidió realizar, como lo dijo el 12 de diciembre pasado, para “proclamar la Palabra de Cristo” y afianzarnos en “la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente”, hemos de preguntarnos cómo está nuestra fe: ¿Es firme, recia, adulta, instruida, transformante? ¿O es una fe infantil, tambaleante, débil, no ilustrada, ritualista, intimista? La intención del Papa es confirmarnos en la fe, alentarnos hacia una fe recia; pero depende de la disposición de cada quien para dejarse iluminar. Para quienes no quieren cambiar ni cuestionar su vida desordenada, su visita es intrascendente, anecdótica, transitoria, e incluso para algunos grupos beligerantes, ocasión para ofenderlo y mofarse sin respeto ni educación.

En muchas partes del mundo, sin excluirnos nosotros, hay lo que ha calificado el papa como una crisis de fe. Se nota en la secularización creciente, en la disminución de católicos practicantes, en los divorcios y la inestabilidad de los matrimonios, en un laicismo intolerante, en el desprecio a la vida incipiente, en los ataques a la libertad religiosa. Por ello, nos ha convocado a un Año de la Fe, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II. Por ello, también, su sacrificio de hacer estos viajes tan agotadores con tal de anunciar el Evangelio e invitarnos a una vivencia más auténtica de nuestra fe católica. Es admirable su empeño evangelizador, dada su avanzada edad.

CRITERIOS

Durante nuestra Visita Ad Limina en septiembre de 2005, nos dijo a los obispos: “México tiene ante sí el reto de transformar sus estructuras sociales para que sean más acordes con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales. A esta tarea están llamados a colaborar los católicos, que constituyen aún la mayor parte de su población, descubriendo su compromiso de fe y el sentido unitario de su presencia en el mundo. Pues, de lo contrario, la separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo.

Muchos bautizados, influenciados por innumerables propuestas de pensamiento y de costumbres, son indiferentes a los valores del Evangelio e incluso se ven inducidos a comportamientos contrarios a la visión cristiana de la vida, lo que dificulta la pertenencia a una comunidad eclesial. Aun confesándose católicos, viven de hecho alejados de la fe, abandonando las prácticas religiosas y perdiendo progresivamente la propia identidad de creyentes, con consecuencias morales y espirituales de diversa índole.

El pueblo mexicano, rico por sus culturas, historia, tradiciones y religiosidad, se caracteriza por su alegría y un profundo sentido de la fiesta. Esta es una de las muestras del júbilo cristiano ya desde la primera evangelización, que da gran expresividad a las manifestaciones de la religiosidad popular. Corresponde a los pastores orientar esta peculiaridad tan común en los fieles mexicanos hacia una fe sólida y madura, capaz de modelar una conducta de vida coherente con lo que se profesa con alegría. Ello avivará también el creciente impulso misionero de los mexicanos”.

PROPUESTAS

Recibámoslo con apertura de mente y de corazón; centrémonos en sus mensajes, sin distraernos en anécdotas secundarias; perdonemos con tolerancia a los grupúsculos que aprovechan su visita para hacerse publicidad, insultándolo; oremos para que se logre el objetivo de ser confirmados en nuestra fe.

Cada quien revisemos cuán sólida es nuestra adhesión a Jesús; cuán coherente es nuestra vida diaria con la fe que decimos profesar. ¿Es el Evangelio el que ilumina y guía nuestras decisiones? ¿Es la Palabra de Dios la que moldea nuestros criterios, nuestros puntos de vista? La política, la educación, la economía, las leyes, las costumbres, la familia, los medios de comunicación, las vacaciones, las relaciones sociales, las contiendas electorales, ¿reflejan un país católico?

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ZENIT Staff

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