Luto en el episcopado chino

Obispo emérito de Yinchuan, monseñor Giovanni Battista Liu Jingshan tenía casi cien años

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El pasado 4 de febrero falleció monseñor Giovanni Battista Liu Jingshan, obispo emérito de la diócesis de Yinchuan, Ningsia, en la Región Autónoma de Ningxia, China continental.

Según informa la agencia vaticana Fides, el obispo fallecido nació el 24 de octubre de 1913 en una familia católica, en la actual diócesis de Bameng, en la Mongolia interna. A los 16 años comenzó su recorrido vocacional en el seminario menor, continuando con la formación filosófica y teológica en el seminario mayor de 1935 al 1942, durante la ocupación japonesa. Ordenado sacerdote en el 1942, trabajó primero como párroco y luego en el seminario menor.

En 1951 fue encarcelado y enviado a un campo de trabajo, donde permaneció, cuidando cerdos, durante casi veinte años. Liberado en 1970, durante varios años se mantuvo trabajando en su casa de campo. En 1979 retoma el trabajo pastoral y la enseñanza. Considerado un «criminal político», en 1983, con 70 años, es enviado a ocuparse de la diócesis de Yinchuan, donde a menudo decía: «Debo hacer algo todavía por el Señor: encontrar el camino para construir la Iglesia».

En tres años finalizó la construcción de la catedral. El 1 de agosto de 1993 fue ordenado obispo. El 21 de diciembre de 2007 participó en la ordenación de su coadjutor, monseñor Li Jing. Monseñor Liu, verdadero padre de la Iglesia en la Región Autónoma de Ningxia, es recordado por la obra tenaz de reconstrucción de la Iglesia después de los duros años de la Revolución Cultural, en una vasta región y de amplia presencia musulmana, con un clima duro.

El anciano obispo decía a menudo a sus interlocutores: «A pesar de que he pasado 19 años encarcelado, amo mi patria. Y no sólo la patria: yo amo también a mi Iglesia». Gastándose según se le permitía, también viajando muchos kilómetros en bicicleta para servir a los fieles y recoger los pocos recursos, monseñor Liu logró el renacimiento espiritual y material de la Iglesia, en una región en la que el catolicismo había sido casi destruido por completo.

A su llegada, la diócesis de Yinchuan contaba solo con dos sacerdotes y un pequeña parcela de tierra edificable: hoy tiene 15.000 católicos, asistidos por 12 sacerdotes en 14 iglesias y por unas veinte hermanas de dos congregaciones religiosas.

Los funerales se celebraron el 8 de febrero en la catedral de Yinchuan, y el cuerpo fue enterrado en la iglesia de Xuhezhuang, Helan. Monseñor Liu, uno de los últimos sacerdotes ordenados antes de la llegada del comunismo en China, permanece como testimonio ejemplar no sólo de una época en la que los católicos podían profesar libremente su lealtad al santo padre, sino también de los momentos de la dura prueba.

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ZENIT Staff

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