Pasado un mes y medio del paro minero que mantuvo en parálisis a cinco departamentos colombianos, este lunes 3 se llegó a un acuerdo entre el Gobierno central y la dirigencia minera.
El acuerdo principal –y que motivó al paro–, fue el decreto promulgado por el gobierno para la destrucción de maquinarias, cuyo origen esté relacionado con delitos, tenga una dudosa procedencia o pertenezca a un testaferro de un narcotraficante.
Según declaraciones dadas a la cadena RCN, Ramiro Restrepo, representante del sector minero, dijo que esto es aceptado por el gremio, pero «tales delitos deben ser demostrados por una autoridad judicial». El gobierno por su parte anunció que se se trabajará en una nueva ley que reconozca el sector de la pequeña minería.
A pesar de este acuerdo, en el país aún continúan los paros y movilizaciones de campesinos, del sector salud y de los camioneros, a los que probablemente se sumen los maestros y estudiantes.
Voz de los pastores
En medio del clima de agitación que se vive en la nación sudamericana, los obispos de la Región Caribe de Colombia, reunidos en Barranquilla en un clima de oración y reflexión, emitieron un comunicado reportado ayer por los medios, en el que muestran su preocupación por la situación y el sufrimiento del país, a la vez que invocan a la búsqueda de «caminos seguros a la reconciliación, al progreso y a la paz de todos los colombianos».
Identifican en el documento que las protestas de diversos sectores sociales, los paros y las movilizaciones «son expresión de un descontento de los colombianos ante problemas que nos agobian a todos: la pobreza, la injusticia, la corrupción a todo nivel, el narcotráfico, las medidas económicas injustas, la falta de empleo, la extorsión, la desconfianza ante la acción del Estado, el alto costo de los combustibles, de los insumos agrícolas, la violencia, los riesgos que implican los TLC, entre otros».
Advierten sin embargo que esta situación de descontento corre el riesgo «de ser manipulada gravemente por los diversos sectores», evitando una visión más amplia de los problemas. Se sitúan así frente a un panorama que debe llevar esperanza, «donde se respete la vida, se viva en paz y se ejerza la responsabilidad social».
Llamado al diálogo
Al finalizar su invocación, los obispos caribeños invitaron a «orar sin desfallecer» a fin de que «la fe de los colombianos se vuelva un estilo de vida que nos permita reconocernos como hermanos y respetarnos en nuestras diferencias».
Reiteraron en su comunicado la necesidad del diálogo para afrontar los problemas, y a trabajar con esperanza para que los ciudadanos y el Estado «tengan como objetivo común el desarrollo integral de todas las zonas geográficas y de todos los sectores humanos del país».