El Santo Padre ha recibido esta mañana a la Delegación Ecuménica de la Iglesia Luterana de Finlandia en ocasión de la peregrinación ecuménica anual a Roma para celebrar la Fiesta de San Enrique, patrón del país.
Francisco les ha dado la bienvenida «como han hecho durante 25 años mis predecesores, el beato Juan Pablo II y Benedicto XVI».
El Papa ha señalado que a los miembros de la comunidad de Corinto, marcados por las divisiones, el apóstol les preguntó: «¿A caso Cristo ha sido dividido?» Este versículo ha sido escogido como tema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que iniciamos mañana. El Santo Padre ha recordado que frente a algunas voces que ya no reconocen como meta alcanzable la plena y visible unidad de la Iglesia, estamos invitados a no desistir en nuestro esfuerzo ecuménico, fiel a cuando el mismo Señor Jesús ha invocado del Padre: «que todos sean una sola cosa».
Asimismo ha indicado que «en el tiempo actual, también en el camino ecuménico y las relaciones entre los cristianos están atravesando cambios significativos, debidos en primer lugar al hecho de que nos encontramos profesando la fe en el contexto de sociedad y culturas donde están cada vez menos presentes la referencia a Dios y a todo lo que invoca a la dimensión transcendente de la vida».
Precisamente por este motivo, ha subrayado Francisco, es necesario que nuestro testimonio «se concentre sobre el centro de nuestra fe, sobre el anuncio del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo su Hijo».
Por ello, el Papa observa que «aquí encontramos espacio para crecer en la comunión y en la unidad entre nosotros, promoviendo el ecumenismo espiritual, que nace directamente del mandamiento del amor que Jesús dejó a sus discípulos. Así, ha explicado que «el ecumenismo es de hecho un proceso espiritual, que ese realiza en la obediencia fiel al Padre, en el cumplimiento de la voluntad de Cristo y bajo la guía del Espíritu Santo».
Finalmente ha invitado a invocar sin cansarnos, la ayuda de la gracia de Dios y la iluminación del Espíritu Santo, que nos introduce en la verdad, portadora de reconciliación y de comunión.