Se concluye hoy, en la fiesta de la Conversión de San Pablo, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Han sido muchos los llamamientos del Papa en estos días para superar el "escándalo" de la división entre cristianos, y numerosas las iniciativas de las diferentes confesiones para profundizar el conocimiento y la acogida recíprocas. Todo siguiendo como hilo conductor el interrogante del apóstol a la comunidad de Corinto: "¿está Cristo dividido?" Los desafíos surgidos por el camino ecuménico y las relaciones entre los cristianos son múltiples, como también las grandes novedades que se ven en el horizonte. Cabe destacar también el viaje del Papa a Tierra Santa, donde se reunirá con el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo. De todo esto ZENIT ha hablado con monseñor Marco Gnavi, director de la Oficina para el ecumenismo y el diálogo interreligioso del Vicariato de Roma.

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Hoy, ¿a qué punto se ha llegado en el diálogo ecuménico? ¿Cuáles son los desafíos que se esperan?

--Mons. Gnavi: Nunca como en el momento actual se ha alcanzado una conciencia tal de las diferencias de cada uno. Se trata ahora de dar testimonio juntos, delante de un mundo que mira a los discípulos de Evangelio, de los que se espera ver una esperanza. La búsqueda de la unidad hoy no puede ser prerrogativa solo de los académicos, de los teólogos, sino que debe involucrar a todos en una nueva inspiración, en una nueva pasión, recordándonos la llamada urgente a la unidad que viene de la oración sacerdotal de Jesús en el Evangelio de Juan, el testamento espiritual que Cristo nos ha dejado.

¿Cuál es, según usted, la contribución del papa Francisco al desarrollo del diálogo ecuménico?

--Mons. Gnavi: Gran escucha y disponibilidad al encuentro. Lo demuestran las numerosas audiencias del primer día de su pontificado: Bartolomeo, Tawadros, Theodoros II y muchos otros. Como también las palabras de Siria, Egipto y todas esas zonas de mundo incendiadas por movimientos de la historia: un llamamiento continuo a la solidaridad, al encuentro con las iglesias en minoría, a dar esperanza a estos hermanos. Creo que el Santo Padre está ayudando a todos a centrarse en el Evangelio: en un mundo secular como el nuestro, tentado por divisiones, presentarse como Obispo de Roma es un signo a reencontrarse en la esencialidad de las raíces cristianas, sin olvidar las propias diferencias.

¿Francisco ha indicado una enfoque diferente con los ortodoxos para facilitar la relación entre el primado de Pedro y la 'sinodalidad'?

--Mons. Gnavi: El papa Francisco se coloca en la línea de sus predecesores: pone el ministerio petrino al servicio de la unidad. El Santo Padre ha hablado de 'sinodalidad' pensando en la comunión interna de la misma Iglesia católica, como indicación de encuentro entre las iglesias locales con la fe de Roma. El ejemplo de la sinodalidad ortodoxa es por tanto una provocación para estimular a los obispos católicos en la búsqueda de una verdadera comunión. El Papa lo ha subrayado como una pregunta abierta: por ahora no tiene respuesta, quizá se realizará en la historia.

El Papa, en la última audiencia general de los miércoles, ha afirmado que "la división de los cristianos es un escándalo".

--Mons. Gnavi: Creo que el Papa haya querido estimular a todas las iglesias y las comunidades eclesiales, en primer lugar a nosotros católicos, a considerar la urgencia de un testimonio creíble y alegre que debemos dar del Evangelio en cada contexto en el que vivimos. La división es más dolorosa donde los cristianos son minoría, donde las armas pacíficas del diálogo se enfrentan al mal de la violencia. Hay zonas en el mundo en las que los cristianos buscan "recomponerse", aún en sus divisiones y diferencias, para darse apoyo recíproco. Pienso en particular en Nigeria, donde los católicos, anglicanos, etc., resisten juntos a las agresiones y mueren inocentemente mientras rezan en las iglesias.

En una entrevista el Papa ha hablado de hecho de “ecumenismo de sangre”…

--Mons. Gnavi: Exacto. Es el ecumenismo de los mártires que es celebrado por estos hermanos de Asia, África, América Latina, que viven las bienaventuranzas evangélicas al precio de la sangre, mueren en el ejercicio de la caridad, en la búsqueda de la paz. Esta humildad les hace grandes.

En su opinión, ¿la búsqueda de la comunión con otras iglesias es realmente una prioridad para los cristianos de hoy o es una "forma de hablar" mientras se remarcan todavía las diferencias?

--Mons. Gnavi: Es una prioridad porque la vocación de los cristianos a la unidad está escrita en su DNA. Los cristianos viven en la historia, y a pesar de que se ha perdido el sentido de la unidad y del bien común, esto es un rasgo distintivo. Somos hijos del Evangelio y nuestra raíz es la comunión. Sin unidad, de hecho, el testimonio evangélico es débil y la división se convierte en una brecha abierta al mal en todas sus expresiones. La búsqueda de la unidad por tanto no solo es, sino debe ser una prioridad. Juan XXIII pedía buscar lo que une y dejar de lado lo que nos divide. Hemos vivido momentos en los que se ha hecho lo contrario, y continuamos sufriendo; hoy, sin embargo, estamos llamados a dejarnos atravesar por el Espíritu para buscar una comunión plena. El tema de Semana de este año es "¿Cristo está dividido?". La respuesta es sencilla: Cristo no puede estar dividido, cada uno de nosotros debe dar signos eficaces de esto.

A la luz de lo que ha dicho hasta ahora, ¿de qué forma el viaje del Papa a Tierra Santa podrá favorecer un salto de calidad en el diálogo ecuménico?

-- Mons. Gnavi: Es un gran signo que esta visita suceda cincuenta años después del histórico abrazo de Pablo VI y Athenagora. Un gesto que ha representado la cancelación de todas las excomuniones, después de una distancia secular, en 1054. Un evento extraordinario sucedido precisamente en la Tierra de Jesús. El Papa también se encontrará con el patriarca Bartolomeo, y este encuentro - como también la elección de las tres etapas -muestra su confianza en el futuro. El viaje de Francisco no quiere marcar una nostalgia del pasado, sino una esperanza tenaz en la posibilidad de fecundar el mundo junto a los hermanos ortodoxos. Y, en mi opinión, es un llamamiento para los cristianos a comenzar de Jerusalén un nuevo camino. El mundo está atravesando una época difícil, marcada por crisis económicas, sociales, de valores, pero esto debe convertirse en una ocasión para los cristianos para hacer brillar con humildad la esperanza de la que son portadores, sin dejarse tentar por las insidias del mal. También porque el mundo espera precisamente esto de ellos.

Traducido por Rocío Lancho García