La trata de seres humanos está considerado como el segundo negocio ilícito más lucrativo del mundo, por detrás del tráfico de armas. Un total de 60 expertos procedentes de organizaciones de la Iglesia de todo el mundo han participado desde el 20 al 22 de enero en Madrid a la reunión bienal de COATNET (Christian Organizations Against Trafficking in Human Beings, Red de Organizaciones Cristianas contra el Tráfico de Seres Humanos), con la finalidad de promover el trabajo en red y el intercambio de experiencias e involucrar a la región latinoamericana en las estrategias comunes.
Durante este encuentro organizado por Cáritas, ZENIT ha entrevistado a Martina Liebsch, directora de Incidencia de Cáritas Internationalis. En una larga conversación, la dirigente de Cáritas ha señalado que «la pobreza, la busqueda de mejores oportunidades de vida y de mano de obra barata son los principales factores de explotación». Además, «el principal problema en la lucha contra las redes de crimen organizado es la corrupción». Para Liebsch, «hay un desequilibrio a la hora de analizar el fenómeno». Y también ha reconocido que no se habla «de los que están blanqueando dinero». Finalmente, ha considerado que deben hacer una mayor «incidencia política» sobre los Estados, para comprobar como implementan las leyes, los reglamentos y las convenciones.
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¿Cuál es el compromiso de la Iglesia ante esta realidad?
— Martina Liebsch: El papa Francisco ha reforzado el compromiso que ya teníamos. Gracias a sus palabras, la Iglesia ha reconocido el tema. El compromiso del Santo Padre nos ha dado todavía más fuerza y pasión para asumir nuestra tarea.
Como bien sabrá, fue el Papa el que promovió una conferencia en el Vaticano. Pudimos asistir. De este encuentro salió un mensaje clave: la trata de personas es un crimen contra la humanidad. Estoy de acuerdo. Aunque personalmente diría que es un crimen contra la familia humana. Esta pequeña matización se debe a que los crímenes contra la humanidad son algo bien definido y usar esta expresión puede crear cierta confusión.
Retomando el tema del compromiso de la Iglesia, que es también el que asume Cáritas, decir que forma parte de su misión defender la dignidad humana, la dignidad de cada persona. En las situaciones de trata, con los matices que uno quiera, porque sabemos que no es algo fácil, se produce una violación de esa dignidad.
¿Considera que la trata de mujeres y niñas es una realidad oculta?
— Martina Liebsch: Hay más sensibilidad gracias a los instrumentos internacionales como el Protocolo de Palermo y a las medidas que han adoptado los gobiernos que han firmado este protocolo. Por un lado, hay más conciencia. Pero por otro, en algunos sectores como en el de la servidumbre domestica –ámbito en el que nosotros nos focalizamos en muchas ocasiones- la trata todavía está oculta, porque ocurre en un ambiente privado.
En Inglaterra, se acaba de destapar un caso de mujeres que llevaban secuestradas treinta años. Para mí, este es un caso emblemático. Nos muestra como, según el contexto, a veces es muy difícil de descubrir esta situación.
¿Este drama humano crece o disminuye?
— Martina Liebsch: Creo que tiende a crecer. ¿Por qué? Debido a la crisis económica y al endurecimiento de las políticas migratorias. Me parece que ambas cuestiones están conectadas. Por otra parte, es cierto que –al existir una mayor sensibilidad– están aflorando más estas problemáticas. Pero tendencialmente está aumentando.
Hay colegas que me comentan que en las rutas migratorias, al no existir canales regulares, se teme que la trata vaya en aumento.
¿Cuáles son los principales países de origen de las víctimas?
— Martina Liebsch: Depende del continente del que estemos hablando. Si se trata de África es mayormente del África subsahariana, que es una de las zonas más afectadas por la pobreza. Son personas que se desplazan hacia el Norte y terminan en Marruecos, para hacer el salto hacia Europa si pueden. Si hablamos de Europa, son personas de diferentes nacionalidades y depende de los enlaces, de la movilidad que exista entre los países. Conozco bien la situación de Italia, donde vivo. Allí se habla mucho del fenómeno de las nigerianas. En España existe la conexión con América Latina y son muchas las personas de allí. En el caso de EE.UU también se ve que hay personas de América Latina. Entre Asia y Oriente Medio hay gran movilidad. Los asiáticos van a Oriente Medio en busca de mejores oportunidades de trabajo. Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), el mayor numero de trabajo forzoso se da en esa región.
¿Existe un perfil de la víctima de trata?
— Martina Liebsch: No es tan fácil hacer un perfil, pero hay algunas características comunes. Generalmente, son personas que han sido vulnerables muchas veces en sus países de origen. Los expertos dicen que son personas que en sus países no han tenido oportunidades y les falta atención (por ejemplo, ya no tienen a sus padres). Hay gente que explota ese anhelo que tienen de ser cuidadas.
Existe un fenómeno muy interesante y que ahora se da mucho en Europa. Es el caso de mujeres jóvenes que proceden en su mayoría de ambientes desfavorecidos y que están con un muchacho. Este les dice que las quiere y va a ser su novio, etc. Y luego las lleva a la explotación. Se juega con el anhelo que tienen de una vida en la que son cuidadas. Considero que este es un factor muy importante y que muchos expertos repiten.
La sociedad de consumo en la que nos encontramos ha causado muchas víctimas. En este sentido, conozco el caso de muchas mujeres filipinas que salían de su casa para trabajar en el servicio domestico y así dar una mejor vida a sus familias. Sus maridos estaban desocupados –este es otro factor que influye– y cuando regresaban a sus hogares sus propios hijos les decían: ‘Mamá, ¿cuándo te vuelves a ir?’. Porque se daban cuenta que, cuando la mamá estaba en casa, ya no había tanto dinero para gastar.
¿Cuáles son las causas de esta explotación?
— Martina Liebsch: Las causas son múltiples, como la idea de que todo se puede comprar. Otra es que en esos países muchas veces no existen las oportunidades o piensan que existen oportunidades en otros lugares. Creen en lo que es transmitido por los medios de comunicación.Me contaba en compañero que en un pueblito perdido en África lo único que hay es la televisión. Entonces, la gente se crea su propia imagen de cómo puede ser la vida en otro lugar, pero esta es una imagen falsa, no es real. Creo que, más que nada, las causas se deben a la falta de verdaderas oportunidades para dar una buena educación a los niños o, simplemente, para poder acceder a una educación.
En el tema que estamos tratando, la explotación afecta a un gran número de mujeres y niñas. Se dice que, para las mujeres madres de familia, a veces madres de familia solas, es más importante poderles dar otras opciones a sus hijos. Por eso se la juegan buscando ese sueño en otros lugares. Muchas veces, lo hacen sin saber que van a ser víctimas de trabajos forzosos y de trata. Con todas sus buenas intenciones, son engañadas por las agencias de reclutamiento. Y este es otro aspecto… En toda esa cadena hay en juego mucho dinero. Muchas mujeres se fían y van a las agencias, que les prometen un buen trabajo. Llegan al lugar donde tienen que trabajar y son explotadas. Lo poco que ganan tienen que dárselo a la agencia y además enviar dinero a su familia. Ósea, la cuadratura del círculo.
¿Qué fin persiguen las redes de trata?
— Martina Liebsch: Si son verdaderas redes organizadas, hablamos de crimen organizado. Pero se da también el caso de los pescadores
de Senegal. El país vendió las licencias de pesca a otros. Y los que tenían barcos se quedaron sin trabajo. Para poder sobrevivir, ¿qué hacían? Se dedicaron al tráfico de personas. Muchas veces, la trata es una cadena de personas que están conectadas con el fin de poder vivir. Por ejemplo, es la tía que le dice: ‘Te voy a mandar acá’. Después se encuentra con la persona que es traficante y luego con otra que le promete algo… Es verdad que hay mafias, pero también existe este encadenamiento de personas que quieren vivir de eso.
Hemos abordado el caso de las mujeres que trabajan en el servicio doméstico y que son explotadas. Es uno de los temas centrales de este encuentro. Me gustaría saber, ¿qué están haciendo desde Cáritas para revertir esta situación?
— Martina Liebsch: Nosotros hemos ido trabajado mucho sobre el convenio de la OIT. Se trata del convenio número 189, que hace referencia al trabajo decente para las trabajadoras domésticas. Este convenio incluye a las trabajadoras migrantes. En primer lugar, hemos incidido para que exista este convenio. A continuación, para que fuera ratificado por los estados y creo que en España todavía no se ha ratificado. Una vez ratificado, cada país ha tenido que implementar sus reglamentos. Este convenio habla del reconocimiento del trabajo en el hogar, de que la gente tiene que tener horarios decentes, tiene que ser remunerada, tiene que tener contrato, etc. Esta es una primera línea de trabajo.
La otra, es hablar al corazón de la gente. Me acuerdo que lanzamos una campaña que tenía por lema ‘Ellos me cuidan’. Es decir, las personas que vienen a realizar un trabajo de cuidado aquí nos cuidan. Por tanto, merecen también ser cuidadas. Cuidémosles. Creo que es algo muy evidente.
Y, por ultimo, está la denuncia. Hablaba con mis compañeros del Líbano, donde no se ha adoptado el convenio, y me decían que han optado por la denuncia. Por una cuestión cultural, la gente tiene un número de trabajadores domésticos. Hasta ahí todo bien. Pero estos no pueden ser tratados como personas de segunda clase. Me contaron también que en algunos lugares hay familias que tiene un servicio de platos sólo para ellos y el servicio doméstico tiene otro distinto. Esta es sólo una sencilla anécdota, pero denota una cierta mentalidad.
¿Qué factores inciden en mayor medida en la trata de menores?
— Martina Liebsch: No es una pregunta fácil, pero lo voy a intentar. En muchos casos incide la pobreza. También se busca mano de obra barata. Además, es más fácil explotar a un niño que a un adulto. En la frontera de Kenya, por ejemplo, ya no hay pastores y reclutan a niños para hacer este trabajo. Y según me informó una compañera, en Nepal las familias que tienen muchos hijos, piden a algunos que se busquen la vida fuera de casa. Por tanto, creo que en muchos casos se trata de necesidad. Son las familias las que están necesitadas y no pueden mantener a sus hijos.
En parte es así. Pero en el Este de Europa también hay jóvenes que han caído en las redes de la trata para su explotación sexual. Los compañeros de Cáritas en Rumanía y Bulgaria han tenido que realizar tareas de prevención en las escuelas. A través de teatrillos, han puesto en situación a los chicos, para que comprendan en que consiste la trata. Les muestran los riesgos y las formas de protegerse de esta lacra. Creo que es un modelo que puede servir en otras partes.
Existe una relación muy estrecha entre la trata, el narcotráfico, la prostitución y el blanqueo de dinero. ¿Qué hace la comunidad internacional para luchar contra esta red de crimen organizado?
— Martina Liebsch: El principal problema es el de la corrupción. Un tema del que todavía no hemos hablado… Sí, hay leyes, convenciones, programas… Después de tantos años en esto, desde el años dos mil, yo misma me pregunto: ‘¿Por qué no vemos más resultados?’ En parte es porque no se aplican con claridad o firmeza los instrumentos legales que tenemos. Y la sociedad civil, es decir, nosotros, nos hemos focalizado mucho en la protección de la víctima. Ciertamente, es muy importante acompañarla. Pero lo que nos falta también es hacer mayor incidencia política. En el país ‘X’ sabemos que existe una ley, un programa marco, pero ¿cuáles de esas medidas se han implementado? ¿cuál es el presupuesto que pone a disposición el país para combatir el fenómeno? (este es un tema del que nunca hablamos). Dicen: ‘Tenemos una ley’. Está bien, pero cuanto dinero pone el Estado para que esa ley se cumpla. Hablamos de una persona, de cinco o de cien. Necesitamos incidir más en este trabajo. Nos hemos centrado mucho en proteger y acompañar a la víctima. No estoy diciendo que no haya que hacerlo, pero es necesario hacer las dos cosas. Y todavía más. Hay que partir de ahí, para llegar todavía más lejos.
Hablamos mucho de la trata, hablamos mucho de las víctimas, incluso caemos en la revictimización… Decimos: ‘¡Ah!, bueno. La pobre mujer era pobre, no sabía que hacer, era inculta y además se dejó engañar. Es su culpa’. Pero no hablamos de los que están blanqueando el dinero. Hay un desequilibrio a la hora de analizar el fenómeno. La víctima siempre tiene las de perder. Como mínimo sale cabizbaja sino revictimizada…
Además, muchas veces las soluciones que se ofrecen en los planes de rescate no son duraderas. Le decimos a la víctima que tiene que salir de donde está, porque es algo feo. Pero no le damos soluciones para que pueda seguir comiendo sin caer de nuevo en ese círculo. Entonces, la persona muchas veces prefiere seguir donde está, porque conoce los riesgos. En la otra opción, los riesgos no los conoce.