El pasado día 22 de enero se presentaba en Cracovia el libro «Estoy en las manos de Dios. Notas personales 1962-2003», que recoge las anotaciones espirituales de Karol Wojtyła. Son las notas espirituales de Juan Pablo II inéditas y que se dan a conocer por primera vez.
En el Testamento, el papa Juan Pablo II pedía que el arzobispo de Cracovia Stanislaw Dziwisz, secretario personal y más estrecho colaborador del Santo Padre que lo ha acompañado durante casi 40 años de Cracovia a Roma, debía quemar estas anotaciones personales. Sin embargo, el cardenal Dziwisz decidió no hacerlo: «yo fielmente cumplí la voluntad del Santo Padre después de su muerte en 2005 dando todas las cosas que tenía, especialmente sus recuerdos personales. Sin embargo, no era lo suficientemente valiente como para quemar estas hojas de papel y cuadernos con sus notas personales, que había dejado, porque incluyen información importante acerca de su vida. Los vi en la mesa del Santo Padre, pero nunca los había leído. Cuando vi el testamento, me conmovió el hecho de que Juan Pablo II, – a quien había acompañado durante casi cuarenta años – me confiara también sus asuntos personales».
El arzobispo de Cracovia explica que no quemó las notas «porque son la clave para entender su espiritualidad, es decir, qué es lo más profundo de un hombre: su relación con Dios, con otras personas y con él mismo». Estas notas «muestran su vida incluso mucho antes, en los años en que fue ordenado obispo y su obispado en Cracovia. Nos permiten mirar a la relación íntima y personal de fe con Dios, el Creador, Dador de la vida, con el Maestro y Profesor», explica el purpurado.
Asimismo, explica que «también muestran las fuentes de su espiritualidad – su fuerza interior y la voluntad de servir a Cristo hasta el último aliento de su vida». El cardenal cuenta que cuando regresa a las notas de Juan Pablo II, ve a la persona del Santo Padre, «a quien veo en la capilla de casa en la calle Franciszkańska, cuando él está orando absorto en Dios, de rodillas delante del Santísimo Sacramento y oigo su suspiros en la pequeña capilla del Palacio Apostólico en el Vaticano».
Finalmente señala que «su rostro radiante nunca traicionó lo que estaba sintiendo. Él siempre miraba valientemente el crucifijo y el icono de Nuestra Señora de Czestochowa. Estaba aprendiendo de ella para completar la consagración a Dios, repitiendo las palabras de Luis de Montfort: ‘Totus Tuus ego sum, o Maria et Omnia mea Tuasunt’ – ‘Yo soy enteramente Tuyo, oh , María y todo lo mío es tuyo'».
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