Un “pacto común” de las religiones y de la diplomacia con la finalidad de erradicar la violencia y construir la paz en el mundo. Este es el llamamiento que han realizado el presidente de la Comunidad de San Egidio Marco Impagliazzo y Jerry White, diplomático del Departamento de Estado americano, líder reconocido de la campaña internacional contra las minas antipersona que recibió el Nobel por la paz en 1997. Fue durante el congreso internacional «Las religiones y la violencia» realizado ayer y organizado por San Egidio. En el encuentro han participado personalidades religiosas, políticas, de la diplomacia de Europa, Asia, África y Medio Oriente.
El congreso ha comenzado con la siguiente consideración del cardenal Kasper, presidente emérito de Consejo Pontificio para la Unidad de los cristianos: «En los últimos años la violencia religiosa ha aumentado de forma impresionante». Y esto ha sucedido porque «los pertenecientes a todas las religiones, incluidos los cristianos, se puede decir personas o grupos que pretenden actuar en nombre de una religión o del cristianismo, han sido o son partidarios de la violencia».
Sobre estas premisas se ha insertado en un enfoque diversificado. La caída de las Torres Gemelas fue recordada por el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, como la imagen de una «violencia coloreada de religiosidad», casi que las religiones «puedan ser violentas por principio». Justo después participó Abdelfattah Mourou – vicepresidente del movimiento Ennahdha, ganador de las elecciones en Túnez y artífice de la nueva Constitución que es uno de los frutos más maduros de la primavera árabe – e indicó que la violencia, también la que es entre Estados «ha precedido la religión» y quizá se ha servido de ello; y por tanto es tarea de las religiones recuperar la propia autonomía y contribuir a la construcción de la paz alimentado cultura, valores y educación.
Del mismo modo, Muhammad Khalid Masud, miembro de la Corte suprema de Pakistán, ha negado que la religión sea «parte de la violencia», también si reconoce que «pueda ser usada para justificar la violencia» y por tanto se debe esforzar «para aclarar esta confusión» construyendo una «nueva teología de apoyo de la cooperación entre Estados en lugar del dominio del uno sobre el otro».
Impagliazzo ha afirmado que «para alcanzar el objetivo de la paz en el mundo post ideológico y globalizado en el que vivimos la diplomacia tradicional necesita nuevos instrumentos que afectan a todas las dimensiones de la vida: la religión en primer lugar, después la política, la cultura, la lucha al desarrollo. Toda la sociedad civil debe estar comprometida en un esfuerzo de superación de antiguas diferencias cuando no verdaderos y propios conflictos que están en el origen de las explosiones de violencia y de terrorismo que han ensangrentado el muñido al inicio del tercer milenio».
Por otro lado, Jerry White ha indicado que «la diplomacia tradicional ha descubierto como las religiones puedan contribuir a la construcción de un ‘ecosistema’ de paz inyectando virus de paz en un mundo infectado de «una epidemia de violencia»: es la «diplomacia indirecta» que el presidente Obama intenta utilizar en las situaciones más delicadas».
También ha expresado su parecer el teólogo catalán Armand Puig, de la facultad de teología de Barcelona: «La violencia nunca se puede justificar, y por eso siempre necesita justificaciones. La paz, sin embargo, no necesita justificarse a sí misma, no debe pedir permiso para entrar en las calles de la historia».
Por su parte, el libanés Samir Frangieh, intelectual y ex parlamentario de Beirut, ha explicado que «las religiones, aún en su diversidad, tienen una misión común: hacer comprender a los hombres que están condenados a cooperar juntos para sobrevivir, y que las relaciones de los unos con los otros no es una opción a elegir o rechazar sino una necesidad a reconocer».