VER
En la Asamblea Legislativa de la ciudad capital del país, se ha presentado una iniciativa de ley para permitir una más liberal producción, distribución y compra de marihuana, aduciendo para ello razones terapéuticas y de salud pública. ¡Cómo se distorsiona el lenguaje! ¡Presentar como salud pública lo que es un daño a la salud personal, familiar y social! Es la misma distorsión cuando se dice que el aborto, matar a un ser humano inocente e indefenso, es parte de un programa de salud reproductiva… ¡Qué cinismo! Repiten el mismo crimen de los tiempos hitlerianos, cuando se justificaba la cruel e inhumana extinción de los judíos como una forma de preservar a la raza germana, como un bien para la humanidad. Si ahora reprobamos los campos de concentración y el exterminio del “holocausto”, llegará el tiempo en que los abortistas se avergonzarán de sus triunfos aparentes de hoy. Aunque nos quedemos solos como Iglesia en la defensa de la vida humana en el seno materno, y aunque se publiciten desmedidamente las gravísimas fallas de la pederastia clerical (no se niegan) como una manera de desprestigiar nuestra lucha a favor de la vida, seguiremos fieles a nuestra misión de procurar una vida digna para todos. Y la marihuana no dignifica, sino que degrada.
Es lamentable que dicha iniciativa prospere en esa entidad federativa, y que con ella presuman de ser una capital moderna, a la altura de otras capitales y ciudades que han hecho lo mismo. Deberían imitar lo bueno, no lo que es perjudicial para el pueblo. Si ahora tuvieron que implementar el “alcoholímetro”, para medir el grado etílico que tienen los conductores de vehículos, como una forma de proteger a la ciudadanía, ¿acaso se requerirá un “marihuanómetro”, para evitar mayores males? Nos preocupa que otros estados del país imiten lo permitido en la capital.
PENSAR
Es mentira que con la liberalización de la marihuana se reduzcan el gran negocio y los crímenes del narcotráfico, pues habrá más clientes que la compren, más facilidades para su trasiego y venta. ¡Pobres los nuevos esclavos de la droga! Porque es una cadena, de la que es muy difícil zafarse. ¿Quién se va a enriquecer con este adormecimiento de las conciencias? ¿A quién beneficia que más personas, sobre todo jóvenes, se embrutezcan? Los cárteles actuales y los nuevos que surjan obtendrán pingües ganancias, ahora al amparo de esa ley.
Es preocupante que se pueda adquirir con mayor libertad una hierba que daña no sólo el cerebro, sino que, sobre todo, oscurece la mente, debilita la voluntad, trastoca los valores, ata a una adicción esclavizante, desequilibra a las familias, vuelve inútiles y peligrosos a los consumidores. Lo hemos visto; no lo estamos suponiendo.
¡Cuánto sufre una familia con un alcohólico! El sufrimiento es mayor con un adicto a las drogas. Si duele hasta el alma ver a borrachos tendidos en el suelo, también mujeres, ¡cuánto desorden moral y social se genera en los marihuanos! ¿Qué no piensan en esto? ¿Cuándo han visto a un marihuano que triunfe permanentemente en la vida, que sea una persona de respeto, de valor, útil a la comunidad? ¡Cuántos artistas y deportistas han destrozado sus vidas por causa de las drogas! ¿Esto no cuenta?
Si se aduce que la libertad para vender y consumir alcohol redujo la criminalidad y las mafias de otros tiempos, no advierten que el alcohol ha invadido a las y los adolescentes, pues cualquiera lo puede comprar en expendios públicos y clandestinos. El mal uso del alcohol debería detener la posibilidad de mayor libertad para vender y consumir marihuana, que hace más daño, y no resbalarse en un despeñadero progresivo.
ACTUAR
Como diócesis, estamos empeñados en una lucha permanente contra el alcoholismo, pues sufrimos con las familias y las comunidades por los excesos y las degradaciones que trae consigo. Con mayor razón lucharemos contra el libertinaje del uso y venta de la marihuana, por sus efectos más nocivos.
Exhortamos a los padres de familia, a los educadores y a los líderes de otras denominaciones religiosas a que hagamos lo posible por evitar este declive social.