Dentro de poco más de una semana comienza la cuaresma. El Papa Francisco en el mensaje de este año nos invita a meditar estas palabras de San Pablo:
‘Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza’ (cfr. 2 Cor 8, 9)
¿Qué significan para las familias cristianas estas palabras? ¿Cómo podemos vivir este mensaje evangélico? Preguntemos a Jesús. Primero tenemos que hablar con Él y luego prepararnos nosotros y nuestros hogares para vivirlo. Cuando lo importante se deja a la improvisación, lo urgente (que no es importante) acaba por quemar nuestro tiempo. Pongamos la cabeza y pensemos en cómo y cuándo vamos a poner nuestra fe en obras.
Los padres sabemos hacernos pobres por nuestros hijos, porque vemos sus necesidades.
Pero podemos caer en el exceso y no dejarlos ni enseñarlos a que se hagan también ellos pobres por los demás. Podemos aprender mucho de los padres de los santos. Son ellos los que, generalmente, les transmitieron la fe y lo hicieron muy bien.
Educar la mirada para ver en el otro al hermano, a Jesús mismo. Enseñarles a esperar y no satisfacer todos sus caprichos. Pero sobre todo enseñarles con nuestro ejemplo como cuando miramos a los demás y sabemos decir cosas buenas, sin criticar. Y ofrecemos nuestra ayuda sin humillar. Cuando sabemos prescindir de cosas que nos gustan pero que no son necesarias porque hay personas que pasan necesidad. Y se lo explicamos a ellos. No tengamos pudor en mostrar nuestra intimidad, nuestros deseos, luchas, fracasos y nuevos intentos. Así aprenden a mirar y a sentirse mirados por nuestro Padre Dios.
Podríamos repasar en familia las obras de misericordia. Empecemos con las corporales y preguntémonos cómo podemos vivirlas o vivirlas mejor; Visitar a algún familiar o vecino enfermo, colaborar con un banco de alimentos, o compartir nuestra merienda con el que no tiene… Dejemos que grandes y pequeños aporten sugerencias.
Más adelante podríamos pasar a las espirituales. Primero debemos vivirlas en la propia familia; saber perdonar, corregir, tener paciencia…