A hablar de este modo es Joseph Ratzinger, el papa emérito Benedicto XVI. Lo ha hecho durante una entrevista exclusiva concedida a Wlodzimierz Redzioch y publicada en el libro «Junto a Juan Pablo II – Los amigos y los colaboradores cuentan» (ediciones Ares).
Según ha revelado el Papa emérito: “El primer encuentro consciente que tuve con el cardenal Wojtyla fue en el cónclave en el que fue elegido Juan Pablo I. Durante el Concilio, habíamos colaborado ambos en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, sin embargo fue en secciones diferentes, por lo que no nos habíamos visto”. “Wojtyla, había leído mi Introducción al Cristianismo, que había citado también en los ejercicios espirituales predicados por él a Pablo VI y la Curia, en la Cuaresma de 1976. Por eso era como si interiormente ambos esperásemos encontrarnos”. “Sentí desde el inicio una gran veneración y una simpatía cordial por el metropolitano de Cracovia. En el pre-cónclave de 1978 el cardenal Wojtyla analizó para nosotros de forma asombrosa la naturaleza del marxismo. Pero sobre todo percibí en seguida con fuerza la fascinación humana que de él emanaba y de como rezaba, advertí cuan profundamente estaba unido a Dios”.
Acerca de la relación con Juan Pablo II, Joseph Ratzinger ha explicado: “La colaboración con el Santo Padre estuvo siempre caracterizada por amistad y afecto. Esta se desarrolló sobre todo en dos planos: el oficial y el privado. (…) sobre los problemas teológicos siempre pudimos conversar fructuosamente. (…) era costumbre del Papa invitar a comer a los obispos en visita ad limina, como también a grupos de obispos y sacerdotes de distinta composición, según la circunstancia. (…) El gran número de presentes hacía siempre variada la conversación y de gran alcance. Y quedaba siempre lugar también para el buen humor. El Papa reía con ganas y así esas comidas de trabajo, aún en la seriedad que se imponía, de hecho eran también ocasiones para estar en agradable compañía”.
Pero ha sido la espiritualidad de Juan Pablo II lo que ha impresionado a Ratzinger. Benedicto XVI ha escrito: “La espiritualidad del Papa se caracterizaba sobre todo por la intensidad de su oración y por tanto está profundamente arraigada en la celebración de la Santa Eucaristía y hecha junto a toda la Iglesia con la recitación del Brevario. (…) Su devoción no podía nunca ser puramente individual, sino que estaba siempre llena de preocupación por la Iglesia y por los hombres. (…) Todos nosotros hemos conocido su gran amor por la Madre de Dios. Donarse por entero a María significó ser, con ella, todo para el Señor”.
Según el Papa emérito, es en este contexto en el que se debe entender la santidad de Juan Pablo II. “Solo a partir de su relación con Dios – ha subrayado Ratzinger – es posible entender también su incansable compromiso pastoral”.
Benedicto XVI ha confesado que, durante la primera visita a Alemania de Wojtyla, “por primera vez tuve una experiencia muy concreta de este enorme compromiso”. “Para su estancia en Munich, – ha narrado – decidió que debía tomarse una pausa más larga a medio día. Durante ese intervalo me llamó a su habitación. Le encontré recitando el Breviario y le dije: «Santo Padre, debe descansar»; y él: «puedo hacerlo en el cielo». Solo quien está lleno profundamente de la urgencia de su misión puede actuar así”.
En conclusión, Benedicto XVI ha escrito: “Mi recuerdo de Juan Pablo II está lleno de gratitud. No podía y no debía intentar imitarlo, pero he intento llevar adelante su herencia y su tarea lo mejor que he podido. Y por eso estoy seguro que todavía hoy su bondad me acompaña y su bondad me protege”.