La Cuaresma es un tiempo para «arreglar la propia vida», «para acercarse al Señor». Esto es lo que ha subrayado el papa Francisco en su homilía de la misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Santo Padre ha advertido del riesgo de sentirse «mejores que los demás». Los hipócritas, ha señalado, «se maquillan de buenos» y no entienden que «nadie es justo por sí mismo», todos «tenemos la necesidad de ser justificados».
Conversión. El Pontífice ha comenzado su sermón destacando que esta es la palabra clave de la Cuaresma, un tiempo favorable «para acercarse» a Jesús. Y comentando la Primera Lectura, tomada del Libro de Isaías, ha indicado que el Señor llama a la conversión a dos «ciudades pecadoras» como Sodoma y Gomorra. Esto, ha afirmado, demuestra que todos «tenemos que cambiar de vida», que buscar «bien en nuestra alma», donde siempre encontraremos algo. La Cuaresma, ha añadido, es precisamente este «arreglar la vida» acercándose al Señor. Él, ha dicho, «nos quiere cerca» y nos asegura que «nos espera para perdonarnos». No obstante, ha enfatizado, el Señor quiere «un acercamiento sincero» y nos pone en guardia de ser hipócritas:
«¿Qué hacen los hipócritas? Se maquillan, se maquillan de buenos: ponen cara de estampita, rezan mirando al cielo, se muestran, se consideran más justos que los demás, desprecian a los otros. ‘Pero – dicen – yo soy muy católico, porque mi tío ha sido un gran benefactor, mi familia es esta y yo soy… he aprendido… he conocido tal obispo, tal cardenal, tal padre… Yo soy…’. Se consideran mejores que los demás. Esta es la hipocresía. El Señor dice: ‘No, eso no’. Nadie es justo por sí mismo. Todos tenemos la necesidad de ser justificados. Y el único que nos justifica es Jesucristo».
Por eso, ha proseguido, debemos acercarnos al Señor: «Para no ser cristianos disfrazados, que cuando pasa esta apariencia, se ve la realidad, que no son cristianos». Cuál es, entonces, «la piedra de parangón por la que nosotros no somos hipócritas y nos acercamos al Señor». La respuesta, ha subrayado el Papa, nos la da el mismo Señor en la Primera Lectura cuando dice: «Lavaros, purificaros, alejad de mis ojos el mal de vuestras acciones, dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien». Esta es la invitación. Pero, se pregunta Francisco, «¿cuál es el signo de que vamos por el buen camino?»:
«‘Socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda’. Ocuparse del prójimo: del enfermo, del pobre, del que tiene necesidad, del ignorante. Esta es la piedra de parangón. Los hipócritas no saben hacer esto, no pueden, porque están tan llenos de sí mismos que están ciegos para mirar a los demás. Cuando uno camina un poco y se acerca al Señor, la luz del Señor le hace ver estas cosas y va a ayudar a los hermanos. Este es el signo, este es el signo de la conversión”.
Ciertamente, ha señalado, «no es toda la conversión», esta, en efecto, «es el encuentro con Jesucristo», pero «el signo de que nosotros estamos con Jesucristo es este: atender a los hermanos, a aquellos más pobres, a los enfermos, como el Señor nos enseña» y como leemos en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo:
«La Cuaresma es para arreglar la propia vida, ordenarla, cambiar de vida, para acercarnos al Señor. El signo de que estamos lejos del Señor es la hipocresía. El hipócrita no tiene necesidad del Señor, se salva por sí mismo, así piensa, y se disfraza de santo. El signo de que nosotros nos hemos acercado al Señor con la penitencia, pidiendo perdón, es que nosotros cuidamos de nuestros hermanos necesitados. El Señor nos dé a todos luz y valentía: luz para conocer lo que sucede dentro de nosotros y valentía para convertirnos, para acercarnos al Señor. Es hermoso estar cerca del Señor».