Guillermo Marcó fue durante ocho años el portavoz y el brazo derecho de Jorge Mario Bergoglio, cuando era arzobispo de la diócesis de Buenos Aires. El actual director de la pastoral universitaria del arzobispado de la capital argentina cuenta algunos detalles sobre el pontificado del Papa Francisco y su contacto con el Santo Padre en un entrevista al Osservatore Romano.
En la entrevista habla de la última vez que vio al papa Francisco, el pasado 27 de febrero en la residencia de Santa Marta, al volver del viaje que le llevó a Tierra Santa con una delegación de 45 personas para preparar el viaje del Santo Padre. «Ya en Buenos Aires nos preocupábamos de conocer gente de otras religiones.
Por esto nos reuníamos con personalidades del centro islámico, pero también con la delegación de las asociaciones israelitas argentinas. El objetivo de Bergoglio era el de realizar acciones conjuntas, y no tanto para discutir de teología. El papa Francisco sabe bien que las relaciones se empantanan si se discute de política o de teología y avanzan si se habla desde el corazón. Será esta su premisa para el viaje a Tierra Santa», explica Guillermo en la entrevista.
Sobre su encuentro personal con Francisco, su antiguo portavoz cuenta que «es feliz. No consigue creer todo lo que está haciendo. Es verdad que está sorprendido por las repercusiones que tienen cada una de sus acciones, tan comunes, como por ejemplo subir al avión con un maletín». Asimismo afirma que sigue siendo la misma persona, «cuando sales, él te espera en la puerta; busca una bolsa para darme las cosas, me acompaña.»
Guillermo también explica cómo es un día normal del Santo Padre. «Se despierta a las cuatro y media de la mañana, se prepara, reza hasta las siete en Santa Marta y después celebra la misa. Luego desayuna y recibe en audiencia en el Palacio Apostólico hasta el medio día. La tarde la pasa en Santa Marta, hasta las nueve, cuando se va a dormir», cuenta Marcó. También añade que «en su habitación hay un estudio y un baño. No usa ordenador, solo una máquina de escribir. Comenta bromeando que los argentinos le hacen una especia de corralito porque no paran de pedirle audiencias. Me parece que en el Vaticano están sorprendidos de su capacidad de trabajo. Recuerdo una frase que me dijo antes de irse: «No he perdido nunca la paz».
Hablando sobre los cambios y las prioridades del Santo Padre, Guillermo explica que «está insistiendo mucho sobre el tema de la misericordia, que de hecho está en su lema episcopal. No pretende cambiar la doctrina, es un hombre conservador, pero cambiará los modos de acercarse a un problema. La condena de por sí no sirve, es necesario acercarse a la gente sin ser demasiado rígidos ni permisivos».
En la entrevista le preguntan si el Santo Padre le ha relevado haber percibido una cierta reticencia por parte de algunos sectores hacia los cambios iniciados, a lo que el antiguo portavoz del cardenal Bergoglio observa que «el Papa es el máximo poder dentro de la Iglesia, es una persona que tiene autoridad y sabe como imponerla. En efecto, lo que está haciendo ahora lo hizo ya durante su paso en el arzobispado de Buenos Aires», y matiza «iniciativas como el hacer verificaciones contables a través de compañías extranjeras o el centralizar la economía». Recordando lo que Francisco dijo a los nuevos cardenales en el consistorio de febrero «no sois príncipes, sino servidores», Guillermo indica que «este Papa está marcando el final de la corte pontificia».
Finalmente, concluye la entrevista contando una anécdota del pasado 29 de enero, día de su cumpleaños, «sonó el móvil y aparecía un número desconocido. Respondí y su voz inconfundible me dijo: «¿está el festejado?»