El secretario del Sínodo de los obispos, el cardenal Lorenzo Baldisseri, ha explicado que de las diócesis se espera «no solo lo que piensa el obispo» sino «una síntesis de lo que la gente piensa y vive», a fin de «tener el pulso de la base».
En este contexto y en preparación al sínodo, el cardenal Walter Kasper formuló una larga y detallada relación sobre el tema El Evangelio de la Familia en el consistorio extraordinario del 20 al 21 de febrero.
El sábado 1 de marzo el texto completo de la relación del cardenal Kasper fue publicado por el periódico romano Il Foglio. El suceso ha desatado un enorme revuelo, no solo porque la publicación no ha sido autorizada por el autor, sino sobre todo porque sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar y el acceso a la comunión hay ya, de hecho, una intensa discusión.
Antes incluso de leer y entender cuál era realmente el pensamiento del purpurado alemán, han llovido críticas y polémicas. ¿Pero qué ha dicho realmente Kasper? El texto completo de la relación del cardenal fue publicado la semana pasada por ediciones Queriniana en un libro de 78 páginas, titulado El Evangelio de la Familia.
En el quinto capítulo, titulado precisamente El problema de los divorciados vueltos a casar, el cardenal Kasper escribe: «Si se piensa en la importancia de las familias para el futuro de la Iglesia, el número en rápido crecimiento de las familias disgregadas aparece como una tragedia aún más grande. Hay mucho sufrimiento. No basta considerar el problema solo desde el punto de vista y de la perspectiva de la Iglesia como institución sacramental; necesitamos un cambio del paradigma y debemos considerar la situación también de la perspectiva de quien sufre y pide ayuda».
Está claro, afirma el purpurado que «no se puede proponer una solución diferente o contraria a las palabras de Jesús. La indisolubilidad de un matrimonio sacramental y la imposibilidad de nuevo matrimonio durante la vida de la otra pareja forma parte de la tradición de fe vinculante de la Iglesia que no puede ser abandonada o disuelta en referencia a una comprensión superficial de la misericordia a bajo precio».
La pregunta es por tanto cómo la Iglesia puede corresponder al binomio inseparable de fidelidad y misericordia de Dios en su acción pastoral en relación con los divorciados vueltos a casa por lo civil. Ya la Familiaris consortio en el número 24 y la Sacramentum caritatis en el numero 29, hablaban de forma amorosa de estos cristianos, asegurándoles ser parte de la Iglesia e invitándoles a participar en la vida de la misma.
Cierto “las situaciones son muy distintas y deben ser diferenciadas. Una solución general para todos los casos no puede existir». También la Congregación para la Doctrina de la Fe, ya en 1994, afrontó la cuestión, y el papa Benedicto XVI sintetizó su posición durante el Encuentro internacional de las familias en Milán en 2012, reiterando que «los divorciados vueltos a casar no pueden recibir la comunión sacramental pero pueden recibir la espiritual».
El cardenal Kasper sostiene que si la respuesta de los Padres de la Iglesia no era unívoca «sin embargo, en principio está claro que la Iglesia ha continuado buscando siempre un camino más allá del rigorismo y del laxismo, haciendo en ello referencia a la autoridad de unir o disolver (Mt 16,19; 18,8; Jn 20,23) dada por el Señor». «En el Credo -dice- procesamos: credo in remissionem peccatorum. Lo que significa: para quien se ha convertido el perdón siempre es posible. Si lo es para el asesino, lo es también para el adúltero».
En este contexto el cardenal enumera algunas opciones a los padres sinodales: «Si un divorciado vuelto a casar: 1. Se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio, 2. Si ha aclarado las obligaciones del primer matrimonio, si ha excluido definitivamente que vuelva atrás, 3. Si no pude abandonar sin otras culpas los compromisos asumidos con el nuevo matrimonio civil, 4. Si se esfuerza en vivir de la mejor forma posible el segundo matrimonio a partir de la fe y de educar a los propios hijos en la fe, 5. Si tiene el deseo de los sacramentos como fuente de fuerza en su situación, ¿debemos o podemos negarles, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia), el sacramento de la penitencia o después de la comunión?»
«Deseo -continúa el purpurado- que sobre el camino de tal discretio, durante el proceso sinodal consigamos encontrar una respuesta común para testimoniar de forma creíble la Palabra de Dios en la situaciones humanas difíciles, como mensaje de fidelidad, y también como mensaje de misericordia, de vida y de alegría».
En conclusión Kasper escribe: «No podemos limitar el debate a la situación de los divorciados vueltos a casar y a las otras muchas situaciones pastorales difíciles que no han sido mencionadas en el presente contexto. Debemos tomar un punto de partida positivo y redescubrir y anunciar el Evangelio de la familia en toda su belleza».
«La verdad convence a través de su belleza», prosigue el cardenal, y exhorta: «debemos contribuir, con las palabras y los hechos, a hacer que las personas encuentren la felicidad en la familia y de tal forma puedan dar a otras familias testimonio de su alegría. Debemos entender nuevamente la familia como Iglesia doméstica, hacerla el camino privilegiado de la nueva evangelización y de la renovación de la Iglesia, una Iglesia que está en camino hacia la gente y con la gente».
«En familia -concluye el purpurado- las personas están en casa, o por lo menos buscan una casa en la familia. En las familias la Iglesia encuentra la realidad de la vida. Por esto las familias son una prueba de la pastoral y urgencia de la nueva evangelización. La familia es el futuro. También para la Iglesia constituye el camino del futuro».