La existencia del cristiano debe ser coherente con el Evangelio que predicamos y en esta labor los obispos no están solos, con ellos «todo el pueblo es misionero». Además, las discordias entre cristianos son el obstáculo más grande a la evangelización. Estos son algunos de temas afrontados por el Santo Padre en el discurso que ha entregado esta mañana a los obispos de la República de Guinea en visita ad limina.
En un mundo herido por tantos conflictos étnicos, políticos y religiosos, nuestras comunidades deben ser auténticamente fraternas y estar reconciliadas porque las discusiones entre cristianos son el obstáculo más grande para la evangelización, observó el Santo Padre. Además indicó que solo permaneciendo unidos en el amor podemos dar testimonio de la verdad del Evangelio. Y afirmó que «la unidad supera el conflicto».
Estos desacuerdos, continúa el Papa, favorecen el proliferar de grupos que se aprovechan de la pobreza y de la buena fe de la gente «para ofrecer soluciones fáciles pero ilusorias a los problemas». A pesar de las dificultades, el Papa señalado que en Guinea «se cumple un gran trabajo de evangelización», en la que los obispos no están solos: con ellos «todo el pueblo es misionero».
El Papa afirmó en sus palabras que «los discípulos de Cristo forman un cuerpo vivo que manifiesta la alegría del Evangelio por el entusiasmo de la fe, aunque las condiciones en que se anuncia la Buena Nueva sean a menudo difíciles. Desde un punto de vista puramente humano los medios de evangelización pueden parecer irrisorios, pero lejos de sentir desalentarto no deben olvidar jamás que se trata de la obra del mismo Jesús, más allá de todo lo que se pueda descubrir y comprender. Sin embargo, para que el Evangelio toque y convierta los corazones profundamente, debemos recordar que sólo si estamos unidos en el amor es posible dar testimonio de la verdad del Evangelio».
Francisco les recordó que «toda nuestra existencia debe ser coherente con el Evangelio que predicamos» y destacó la «realidad viva» en las diócesis de la República de Guinea refiriéndose a los fieles laicos comprometidos en la pastoral, con particular atención a los catequista que realizan «una obra insustituible de evangelización y de animación en las comunidades cristianas». Además, pidió a los obispos que sostengan a las familias para que vivan sin ambigüedad un matrimonio cristiano, visto que la poligamia está todavía muy difundida en el país y son frecuentes los matrimonios con diversidad de culto, es decir, entre un bautizado y un no bautizado.
A continuación les pide que inviten a los laicos, especialmente a los jóvenes, a «dar testimonio de su fe comprometiéndose en la sociedad, demostrando así el amor a su país. En colaboración con los diferentes sujetos de la vida social deben ser siempre y en todas partes artesanos de la paz y la reconciliación en la lucha contra la pobreza extrema a la que Guinea se enfrenta». En esta perspectiva, a pesar de las dificultades les animó «a profundizar en las relaciones con los compatriotas musulmanes, aprendiendo mutuamente a aceptar modos diferentes de ser, de pensar y de expresarse».
El Papa dedicó también unas palabras a los religiosos y religiosas que en Guinea «manifiestan el amor de Cristo a través de su obra de asistencia a la población, tanto en el ámbito sanitario como en el de la educación y la instrucción» llevando a cabo un verdadero acto de evangelización, y dando un auténtico testimonio de la ternura de Dios para todos los hombres, «especialmente para los más pobres y los más débiles; un testimonio que toca los corazones y arraiga sólidamente la fe de los fieles».
A pesar de la escasez de recursos, Francisco pidió a los obispos que sostengan siempre a los religiosos «tanto en lo espiritual como en lo material para que perseveren con valentía en la obra de evangelización y de promoción social».
Para concluir dedicó también unas líneas a los sacerdotes, cuyo número en el país es todavía escaso. El Santo Padre se mostró contento por la reciente apertura del Seminario Mayor Benedicto XVI que «da esperanzas para el futuro» y observó que «el ejemplo de los sacerdotes que viven su vocación con alegría es capital para los nuevos presbíteros que deben aprender a vivir en verdad las exigencias del celibato eclesiástico, así como la relación justa con los bienes materiales rechazando la mundanidad y el arribismo, porque el sacerdocio no es un medio de ascenso social , así como el compromiso real con los más pobres».