«Esta vida consiste en nuestra unión con Dios en la compañía de los bienaventurados, ya que Dios mismo en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas y deseos. En la unión con Él encontramos el gozo y la alegría para siempre». Con estas palabras el arzobispo de Santiago de Compostela, España, monseñor Julián Barrio, se ha dirigido a los familiares de las víctimas del accidente ferroviario que tuvo lugar hace un año. Lo ha hecho durante la homilía de la ecuaristía celebrada la tarde del 24 de julio, en la Catedral.
El 24 de julio de 2013, a unos 3 km de la estación de tren de Santiago de Compostela, un tren descarriló con 218 pasajeros a bordo, causando al menos 79 fallecidos.
Junto a D. Julián Barrio y el obispo auxiliar, D. Jesús Fernández, asistieron todos los obispos de las diócesis gallegas y el arzobispo castrense D. Juan Díaz del Río, así como sacerdotes de la diócesis de Santiago. Al finalizar la celebración eucarística, se ha interpretado la canción escrita por Sandra Campos Otero, víctima de un accidente ferroviario.
«La vida se comprende siempre mirando hacia atrás, pero hay que vivirla mirando hacia delante. Cristo resucitó y vive para siempre. Por eso confesamos que la vida de los que creemos en Él no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo», recordó el arzobispo en la homilía. Asimismo, indicó que en la eucaristía que estaban celebrando «hacemos memoria del Jesús muerto y resucitado, y recordamos con afecto y oración, con la verdad y la bondad que merecen quienes, hace un año, perdieron su vida en el accidente ferroviario, asociando su destino al de Cristo.»
Por otro lado, monseñor Barrio observó que el accidente «puso de relieve la compasión y el heroísmo de tantas personas que su cercanía y su esforzado trabajo fueron signos de luz en el misterio del dolor y de la muerte». Y añadió «lo vivimos con esperanza cristiana, mirando lejos y en profundidad en el espesor de lo inesperado y afrontando los retos con lo mejor de nosotros mismos». De este modo, el arzobispo encomendó al Señor «a los fallecidos para quienes el tiempo de la prueba dio paso a la eternidad de la recompensa cruzando el umbral de la esperanza, pedimos la recuperación de los heridos e imploramos el consuelo y la serenidad para sus familias».
Monseñor Barrio quiso compartir con los presentes en don de la fe: «en la fe afirmamos que la resurrección de Cristo hace que la muerte no tenga la última palabra sino que sea la vida quien la tenga». Esta es la verdad -afirmó el prelado- que da sentido a nuestras vidas y hace que no nos detengamos entre lágrimas ante la muerte, considerándola como el punto final de nuestra existencia. Del mismo modo recordó que «Dios no nos abandona nunca, no está ausente: está con el que sufre y siente el agobio de la soledad. Estuvo con su Hijo Jesucristo y está con nosotros sosteniéndonos en nuestras oscuridades».
Al finalizar, el arzobispo de Santiago invitó a que «confiados en el perdón y en la justificación que Cristo nos ofrece, encomendemos a nuestros hermanos a la misericordia de Dios pues ni siquiera la muerte puede apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro». Y al santo apóstol Santiago, conluyó monseñor Barrio, «le pedimos que les haya acompañado para traspasar el Pórtico de la Gloria celestial y gocen ya de la felicidad eterna. En cada Eucaristía se nos da la vida nueva y resucitada, y se hace presente el sufrimiento de Cristo y el de todos los que experimentan lo que significa el sin sentido y el desamparo».