La familia es cuestionada

Reflexiones del obispo de San Cristobal de las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

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VER

Me llama la atención cuántas dudas surgen en relación con el matrimonio y la familia y cuánto desconcierto hay. ¡Cuántos cuestionamientos a su modelo tradicional! ¡Cuántos riesgos a su estabilidad y fidelidad!

En un programa semanal que tengo en la radio, con frecuencia me llegan preguntas y mensajes como estos:

Vivo con un hombre muy violento, pero apenas conocí a un muchacho que me trata como reina; ¿qué hago, porque tengo miedo por mis hijos?

Soy una mujer dejada con hijos. ¿Será pecado de adulterio meterse con un muchacho de 26 años, siendo yo una mujer de 45?

Me enamoré de un hombre casado. Dice que me quiere y que se quiere casar conmigo, pero ya tiene hijo. Yo también lo quiero mucho. ¿Qué hago?

Soy madre soltera. El papá de mis hijas dice que me ama, pero tiene a su familia y vive con su esposa; ¿qué me aconseja hacer?

Tenía 27 años de casada. Mi esposo y yo participábamos activamente en la Iglesia. Sucedió que mi padre se enfermó y yo lo he cuidado; por ello, mi esposo me dejó a mí y a mis hijos. La mujer con la que mi esposo me dejó vive en la misma calle donde vivimos. No he superado esto; he caído en una depresión y siento que Dios me ha abandonado.

A una niña, cuando era bebé, su mamá la dejó con su abuela. A los 14 años de edad, su papá la violó y ella abortó. Denunció al agresor y por eso su abuela la corrió de su casa. La quiero visitar. ¿Cómo le digo que Dios la ama?

Mi hijo se juntó con una mujer que tiene dos niños. La había dejado, pero le dije que fuera a cuidar a los niños; pero también mi hijo se fue. ¿Hice bien o hice mal?

A veces no entiendo a mi esposo, porque en su trabajo y con las mujeres se porta muy bien, pero a nosotros que somos su familia ni un favor nos quiere hacer; por eso pienso que él tiene otra mujer.

¿Cómo puede aconsejarme, para decirle a mi papá que estoy embarazada? No sé cómo decirle y me siento mal al verlo. Mi mamá ya lo sabe y mis hermanas también. El papá de mi bebé se va a hacer responsable, pero no vamos a vivir juntos, porque él es casado. Ojalá me pueda guiar.

PENSAR

El Papa Francisco, en su Exhortación sobre La Alegría del Evangelio, nos dice: La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno. Pero el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja. Como enseñan los obispos franceses, no procede ‘del sentimiento amoroso, efímero por definición, sino de la profundidad del compromiso asumido por los esposos que aceptan entrar en una unión de vida total’. El individualismo postmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares” (Nos. 66-67).

ACTUAR

Quienes tenemos responsabilidades pastorales y educativas en la comunidad, hemos de prestar particular atención a estas situaciones que están viviendo las personas y las familias, y que acuden a nosotros en espera de orientación y de apoyo. No podemos ceder a los falsos profetas que todo lo toleran, con tal de quedar bien con cierta opinión pública, sino ser fieles al plan de Dios sobre el matrimonio, y a la vez muy sensibles a los sufrimientos de las personas. Tampoco hemos de ser fariseos legalistas y condenar lo que no concuerda con nuestro tradicional modo de pensar, sino ponernos en el lugar de esas personas y ayudarles como lo haría Jesús.

Sigamos educando a los jóvenes en la nobleza del matrimonio definitivo y estable entre un hombre y una mujer, abierto a la generación de nuevas vidas, y formándoles para valorar la castidad en el noviazgo y la madurez que es llegar vírgenes ellos y ellas al matrimonio.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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