«Agradezco al Santo Padre, el Papa Francisco, la misión que me encomienda como Sucesor de Pedro, en la Archidiócesis de Madrid». Con estas palabras comienza la carta publicada hoy por el nuevo arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro Sierra. Asimismo, dirige unas palabras al cardenal Antonio María Rouco, «desde hace muchos años, siendo ambos jóvenes, S.E.R. como profesor y yo como alumno, nos conocemos. Guardo un recuerdo, agradecimiento y afecto sincero de aquellos años que marcaron mi vida para siempre en Salamanca. Gracias».
A continuación, el nuevo arzobispo se dirige a «sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas, miembros de institutos seculares y sociedades de vida apostólica, queridos laicos, hermanos y hermanas». Y en su carta indica que desde el momento que ha sabido que el Santo Padre, el papa Francisco, le enviaba a la archidiócesis de Madrid, «he tenido la percepción de que el Señor se acercaba una vez más a mi vida para decirme como a los apóstoles: ‘¡Ánimo! ¡No temas! ¡Sígueme!’. Porque -asegura- es cierto que cuando te llaman a comenzar otra tarea surgen los miedos».
Por otro lado, explica que da gracias «a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo por la misión que me regala de ser vuestro padre y pastor» y pide «al Señor, que me dé la gracia de poner mi vida al servicio de todos vosotros, sé que mi vida no es para mí, sino para vosotros». Por esta razón, monseñor Osoro les pide que la reciban «con mis pobrezas, pero con la seguridad de que la gastaré junto a vosotros y con vosotros para anunciar a Jesucristo y hacerle creíble».
Y como los primeros cristianos, el nuevo arzobispo de Madrid asegura que desea «vivir junto a vosotros la valentía apostólica que viene dada por el Espíritu Santo: anunciar a Cristo, llevar hacia delante la Iglesia, hacer perceptible la maternidad fructífera de la Iglesia será mi pasión. Quiero y deseo acercaros la Palabra de Jesús que va al corazón porque es palabra de amor, es bella, lleva amor y nos hace amar».
Además, agradece la entrega y testimonio «a todos los sacerdotes enfermos y a los ancianos, que habéis gastado la vida en el anuncio de Jesucristo y amando a la Iglesia». También dedica unas palabras a quienes están en misión ad gentes «recordándonos que la Iglesia o es misionera o no es la Iglesia del Señor». De este modo, les pide su colaboración «ya desde este momento. Os necesito a todos». Por eso, su primera tarea será conocerles a todos.
Monseñor Osoro se muestra convencido, «que la exigencia primera de un ‘buen pastor’ es ser un auténtico discípulo de Cristo, que quiere decir, un enamorado del Señor que renueva todo lo que está a su alrededor, pero al mismo tiempo que vive con ardor el ser misionero, y por eso es constante en la búsqueda de todos los hombres, con un interés mayor por quienes están más lejos».
A continuación se dirige a los seminaristas. «Desde este momento cuento con vosotros. Vais a ser una parte importante de mi vida. Conoceros y quereros es algo de lo cual el obispo no puede prescindir y quisiera seguir realizándolo si cabe, mejor de lo que hasta ahora hice», señala el prelado. A los miembros de la Vida Consagrada les da las gracias, indica que cuenta con ellos y que les necesita. Y así les dice que «haré todo lo posible por veros pronto. A quienes vivís la contemplación, os visitaré en vuestros monasterios, contando ya desde ahora con vuestra oración».
También dedica unas palabras a fieles laicos, «juntos estamos llamados a anunciar el Evangelio: en la cultura, en la familia, en el trabajo, en los medios de comunicación social, en el deporte, en el tiempo libre, en la animación del orden social, en la vida pública», observa monseñor Osoro.
Y recuerda que en Madrid, «hay muchos inmigrantes, los cristianos tenemos que hacer ver y gustar que nadie es extranjero en el Pueblo de Dios, todos somos hijos de Dios y por ello hermanos de todos los hombres». Un recuerdo especial va dirigido además a los que están sufriendo, «entre ellos quiero recordar a los enfermos y a quienes están sin trabajo, lo que afecta a tantos jóvenes y familias». Por eso, el nuevo prelado de Madrid indica que «el trabajo forma parte del plan del amor de Dios, es un elemento fundamental para la dignidad de la persona humana».
De este modo, saluda especialmente a los jóvenes. «Me pongo en camino con vosotros, os citaré todos los meses a tener un encuentro conmigo, para encontrarnos con el Señor, así lo hice desde que soy obispo». De este modo, les invita «a tener el atrevimiento de decir en este mundo que es bueno ir con Jesús, seguir a Jesús, escuchar su mensaje, salir de uno mismo y sentir y hacer percibir la alegría de ser cristiano, pues creemos en el Resucitado que ha vencido el mal y la muerte, nos hizo pasar de la muerte a la vida». Además, les recuerda que «hay que jugarse la juventud por grandes ideales, entre ellos por hacer presente la Vida». A los jóvenes les pide no encerrarse en ellos mismos, ya que esa manera ocultamos todo lo que el Señor ha puesto en nuestra vida y contagiamos esa enfermedad grave que afecta a nuestro mundo y que «en alguna ocasión yo he llamado ‘la enfermedad de las tres D’ (desdibujamiento del ser humano, desesperanza y desorientación)».
Por último, se presenta en nombre de Jesucristo a los reyes de España, al Gobierno, autoridades autonómicas y municipales de la Comunidad de Madrid, así como al mundo jurídico, académico y de la cultura y los Medios de Comunicación Social. Al llegar junto a vosotros –indica– deseo escuchar al Señor que me dice como dijo a los apóstoles, “dadles vosotros de comer”. Por eso, pide al Señor «que me haga estar a vuestro lado con sus cálculos que fueron más allá de los cálculos humanos con los que los apóstoles estaban».
Monseñor Osoro concluye la carta poniendo su vida «en manos de la Santísima Virgen María en esa advocación entrañable de Nuestra Señora de la Almudena». Y le pide que «inspire mi ministerio entre vosotros».