Rumbo al curso

Catequesis para la familia – comienzan las clases

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Por Carmen T. Francisco M.

Con la tranquilidad  de la puesta de sol del verano vivido, encomendado y ofrecido.

“El tiempo es superior al espacio”, especialmente para los niños, por lo que atesorar un verano lleva un ritmo especial y que las primeras semanas poco coincide con la nueva agenda escolar.

Está en nosotros no dar un brusco golpe de timón a última hora.

La realidad de los niños y sus procesos nos hacen una grata invitación si nos sumamos a ese cambio de hábitos entre las vacaciones y el inicio del curso. Será bueno para ellos, nosotros, el clima del hogar y por ende los rayos de sol que iluminen las tareas de todos.

Podemos guardar juntos utensilios del verano. Aunque no guardemos todo con ellos, es positivo que sean parte de esta tarea. Quizás doblar o poner en bolsos un cubo, palas, etc.

Cambiar de lugar o de balda los recuerdos del verano con ellos. Sugerirles y buscar  un sitio a esos importantes  palos, piedras o souvenirs. Y dejar espacio a los libros y cuadernos que vendrán.

Pasear cada día, continuar cerca de la naturaleza y el juego. Así el horizonte se mantiene delante, juntos en familia y amistad.

Ensanchar el espíritu:
En la oración de padres e hijos.  Buscar el diálogo con ellos, sincero, confidencial y que de semillas para agradecer y pedir.
Entablar personales y ricas charlas, quizás pocos minutos y que construyen firmes puentes.
Escuchar música. La que han preferido ellos durante el verano, la nuestra, la de los abuelos, la clásica.
Compartir lo leído durante las vacaciones e interesarse por sus opiniones de la lectura.

Los horarios y la nueva rutina. Aquí hay que coger valor, paciencia para mantener la alegría al despertarlos, al comentarles la necesidad de un desayuno equilibrado en nutrientes, al establecer un horario para revisar sus libros nuevos, al quitar horas de televisión y play. Finalmente con  ternura y firmeza  mandarles por su bien se acuesten a una hora de niños y jóvenes estudiantes.

Este trabajo de ayudarles a cambiar el rumbo es un esfuerzo. La fatiga no cansa tanto si se reviste de amor, de amistad, de sonrisas y todo ello lo tenemos en Jesús y María para intentarlo cada día. La Providencia ha acompañado todo el verano, en la situación de cada uno y sigue donde vaya el curso.

Carmen T. Francisco M.

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ZENIT Staff

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