Para Juan Pablo II, 11 de septiembre no era sólo la fecha del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, porque le recordaba la intercesión de la Virgen María en la victoria que puso final al sitio de Viena por los turcos en el siglo XVII. Pero justamente después de 11 de septiembre 2001, vio la necesidad de restaurar la fiesta del Santo Nombre de María, que se había establecido como una ofrenda votiva por dicha victoria.
La Iglesia celebra el Santo Nombre de María el 12 de septiembre, cuando se celebró la misa de acción de gracias por la victoria polaca del 11 de septiembre 1683. La fiesta se registró en la Octava de la Natividad de la Virgen.
La fiesta del Santo Nombre de María había desaparecido del calendario en 1970, después del trabajo de rigor histórico que siguió al Concilio Vaticano II. Pero como era un acontecimiento histórico, fue restablecida en el 22 de marzo de 2002, por san Juan Pablo II.
Era un motivo espiritual, pero Karol Wojtyla también sabía las razones históricas: implican la historia de su patria, Polonia y Europa, como lo demuestran los frescos de la «capilla polaca» de la Iglesia de la «Santa Casa» en Loreto .
Más de un siglo después de la derrota de Lepanto (1571), en 1683, los turcos trataron de entrar en Europa occidental por tierra con Mohammed IV que había retomado el estandarte de Mahoma Kara Mustafá. El Gran Visir tenía un ejército entre 150 mil o 300 mil hombres y se comprometió a tomar Belgrado, Buda, Viena, a entrar en Italia y llegar a Roma «al altar de San Pedro».
En agosto de 1683, un capuchino italiano y gran místico, Marco d’Aviano –beatificados por Juan Pablo II– fue nombrado Gran capellán de todos los ejércitos de Europa. La historia lo ve como el inventor del «cappuccino» o «café vienés», pero la gran historia sostiene que él sabía infundir coraje en Viena y se las arregló para convencer al rey de Polonia, Jan Sobieski, a que socorriera la capital con sus 40 mil hombres.
La capital estaba sitiada por los turcos desde el 14 de julio y su rendición era cuestión de horas. El equilibrio de poder no estaba a favor de las tropas europeas. Sin embargo, Viena fue confiada a la intercesión de la Virgen y su imagen de la Virgen fue puesta en todos los estandartes.
El 11 de septiembre de 1683, en el Kahlenberg que domina el norte de la ciudad, el beato Marco d’Aviano celebró la santa misa acolitada por el rey polaco ante el ejército en semi-círculo. El capuchino predijo una victoria sin precedentes. Y en lugar de terminar la celebración en las palabras litúrgicas, «Ite missa est», le gritó: «¡Ioannes vinces”» (Juan Vencerá)
Las tropas lideradas por Juan III Sobieski y Charles duque de Lorena atacaron a los otomanos al amanecer del 11 de septiembre. El sol brillaba sobre los dos ejércitos y del destino de la batalla dependía el futuro de Europa. Las campanas de la ciudad sonaban desde la mañana. Las mujeres y los niños oraban en las iglesias, implorando la ayuda de la Virgen María. Y al anocecer el estandarte del gran visir cayó en manos de Sobieski.
Al día siguiente, 12 de septiembre de Sobieski entró en la ciudad en júbilo y asistió a la misa y al Te Deum, en la iglesia de Nuestra Señora de Loreto. También el papa Inocencio XI atribuyó la victoria a la intercesión de la Virgen y como un ex-voto instituyó la fiesta en honor del Santo Nombre de María. Y el 25 de noviembre 1683, la fiesta se extendió a toda la Iglesia. San Pío X cambió la fecha al 12 de septiembre, el aniversario no de la victoria, pero su celebración.
Restaurar la fiesta era para Juan Pablo II recordó a los católicos que es necesario invocar a María frente a graves peligros internacionales como el terrorismo internacional
El día después del ataque a las torres gemelas, Juan Pablo II rezó en la audiencia general una oración por la paz, después de confiar el mundo a la Virgen María: «Pidamos al Señor que no prevalezca la espiral de odio y de violencia». dijo.
En el Ángelus del domingo siguiente, 16 de septiembre el Santo Padre dijo: «Que la Virgen María dé consuelo y esperanza a los que sufren a causa del trágico atentado terrorista de los últimos días, y que ha herido profundamente el querido pueblo estadounidense”. Y añadió: “María acoja a los difuntos, consuele a los sobrevivientes, y sostenga a las familias particularmente afectadas, y que nos ayude a todos a no ceder a la tentación del odio y la violencia, sino a comprometernos con el servicio de la justicia y la paz”.
La situación internacional lo llevó a convocar el 24 de enero de 2002 en Asís, una nueva reunión de las religiones en favor de la paz. Y en marzo de 2002 hizo llegar a los jefes de estado y de gobierno de todo el mundo, el «Decálogo de Asís por la Paz» que condena la violencia y el terrorismo. Y fue ese 22 de Marzo que el beato Juan Pablo II restauró el día de la fiesta del Santo Nombre de María.
(Traducido y adaptado por H. Sergio Mora) Leer en francés