El milagro que ha permitido beatificar a monseñor Álvaro del Portillo, el primer sucesor del fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer, es la curación inexplicable del bebé chileno José Ignacio Ureta Wilson, quien a los pocos días de nacer, sufrió un paro cardiaco de más de media hora y una hemorragia masiva.
Los hechos sucedieron el 2 de agosto de 2003. Sus padres rezaron con gran fe a través de la intercesión de don Álvaro y, cuando los médicos pensaban que el pequeño estaba muerto, de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar el ritmo de 130 pulsaciones por minuto. Lo más sorprendente del caso es que, a pesar de la gravedad del cuadro clínico, el niño hoy, once años después, desarrolla su vida con absoluta normalidad.
Este sábado José Ignacio ha llevado junto a sus padres, Javier Ureta y Susana Wilson, la reliquia de monseñor Álvaro del Portillo, durante la ceremonia de beatificación, que ha tenido lugar al medio día en el barrio madrileño de Valdebebas y a la que han asistido más de 200.000 personas de 80 países.
ZENIT ha entrevistado a la madre del niño chileno sanado por la intercesión del nuevo beato unos minutos antes de la celebración.
¿Qué supone para usted participar en la ceremonia de beatificación de don Álvaro?
— Susana Wilson: Una alegría enorme. Venimos a dar gracias. Estamos muy emocionados. Hoy día, ya empece a llorar… Estamos aquí para dar gracias a don Álvaro por lo que ha hecho por nuestro hijo: un milagro. A eso venimos, a celebrar y a dar gracias.
¿Cómo está viviendo José Ignacio este momento?
— Susana Wilson: Está dichoso, feliz. Amaneció de muy buen humor. Está fascinando. Está disfrutándolo todo al máximo.
Y la familia…
— Susana Wilson: Son momentos de mucha vida interior, de agradecer, de celebrar. Esto sólo sucede una vez en la vida, es único. Por eso estamos aquí tan contentos. Entre el público, está mi familia acompañándonos. Y nosotros aquí, en el altar, para entregar la reliquia.
¿Le gustaría trasladar algún mensaje a los lectores de ZENIT?
— Susana Wilson: Que siempre tengan fe, porque Dios nos acompaña en cada momento. Frente a las dificultades, Dios nunca nos deja solos. Aunque a veces no entendamos lo que nos está pasando, al final de la vida descubriremos que los problemas tienen una explicación. Siempre conllevan un bien para nosotros.