En el debate ético sobre la adopción de embriones humanos congelados se pueden adoptar dos posturas: su valoración a la luz de la ética filosófica, la que se podría denominar ética laica, y la que plantea una visión más trascendente del problema, fundamentalmente la que siguen las tres principales religiones monoteístas: musulmanes, judíos y cristianos.
Esencialmente, desde la ética filosófica, la adopción de embriones humanos congelados no plantea problemas éticos objetivos, es decir es favorable a ella.
Desde la perspectiva de las religiones monoteístas, en general se puede decir que la religión musulmana no ve positiva la adopción de embriones humanos congelados, siendo la ética judía menos explícita en la valoración moral de este tema.
En cuanto a los cristianos, solamente la Iglesia Católica no se muestra favorable a esta práctica, según se manifiesta en la Instrucción Dignitas Personae, de 8 de septiembre de 2008.
Pero ahora, se plantea una cuarta postura, la de los que no son favorables a la adopción de embriones humanos congelados, no porque piensen que con esta práctica se conculca su dignidad, sino porque no los consideran personas humanas, por lo que no tienen derecho a ser adoptados. Además, también porque si se amplían las posibilidades de adopción de estos embriones congelados, se limita su uso para utilizarlos en investigaciones biomédicas, lo que podría, a su juicio, frenar el desarrollo científico.
Sobre esto se debate en un artículo publicado en el Journal Medical Ethics (40; 392-395,2014), en el que TM Murphy, defiende la tesis de que habría que dejar a estos embriones congelados un periodo de tiempo sin ser utilizados para otros fines, para así poder ser adoptados. Si trascurrido ese tiempo, nadie los reclama para adopción, entonces podrían ser utilizados para investigaciones biomédicas, es decir podrían ser destruidos.
Pero esta opción, a nuestro juicio, tan alejada del respeto que los embriones humanos merecen, aún sigue resultando demasiado estricta para otros expertos en bioética, especialmente representados por el grupo de Julian Savulescu, quien afirma: “Si realmente creyéramos que los embriones son gente, deberíamos forzar a las parejas que acuden a la fecundación in vitro a donar su embriones sobrantes a otras parejas infértiles, al igual que se insta a las parejas que no quieren o no pueden cuidar de sus hijos a que los den en adopción” (Reprod Biomed On line 2005; 10 (Suppl 1): 36-39). Es decir, es evidente que Savulescu y su grupo no creen que los embriones humanos sean material humano, sino material de desecho, que puede ser utilizado para cualquier fin al que los humanos adultos nos parezca si pensamos que puede ser útil para nuestros intereses.
Hasta esto se llega a plantear en nuestra civilización post- moderna, lo que nos obliga, a los que defendemos a la vida humana, a luchar mucho más si cabe en la defensa de los no nacidos, algo que, cada uno en particular y todos en conjunto, deberíamos asumir como una obligación ineludible de nuestra condición de creyentes.