El papa Francisco celebró la misa de este jueves pidiendo por su predecesor, Benedicto XVI, que hoy cumple 88 años.
En su homilía, el Santo Padre se refirió a la liturgia del día, que habla de la obediencia. La obediencia –observó el Pontífice– “a menudo nos lleva a un camino diverso del que pensábamos”.
Obedecer es “tener el valor de cambiar de rumbo cuando el Señor nos pide», dijo y añadió que «los que obedecen tiene la vida eterna”, mientras que “quien no obedece tiene la ira de Dios sobre él”.
En la primera lectura de los Actos de los Apóstoles, los sacerdotes y los jefes le prohiben a todos los discípulos de Jesús predicar el Evangelio a la gente. Están furiosos, celosos, porque en su presencia ocurren los milagros y la gente los sigue. Los discípulos son encarcelados, pero por la noche, el ángel de Dios los libera y vuelven a anunciar el Evangelio. Detenidos e interrogados de nuevo, Pedro responde ante las amenazas del sumo sacerdote: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Los sacerdotes no comprenden: son testarudos.
“Entre tanto –precisó el Papa– estos eran los doctores, habían estudiado la historia del pueblo, habían estudiado las profecías, la ley, conocían toda la teología del pueblo de Israel, la revelación de Dios, lo sabían todo, eran doctores, y no fueron capaces de reconocer la salvación de Dios”.
Pero, ¿cómo se entiende esta dureza de corazón? No eran cabeza dura, no sólo era “terquedad”. Porque “la historia de esta terquedad –dijo el Santo Padre– es cerrarse en sí mismo, es no hablar, es la falta de diálogo”.
“Ellos no sabían dialogar, no sabían dialogar con Dios, porque no sabían orar y escuchar la voz del Señor, y no sabían hablar con los demás. Solamente interpretaban como era la ley para hacerla más precisa, y estaban cerrados a los signos de Dios en la historia, se cerraron a su pueblo. Estaban cerrados y la falta de diálogo, y el cierre del corazón, les llevó a no obedecer a Dios. Este es el drama de estos doctores de Israel, de estos teólogos del pueblo de Dios: no sabían escuchar, no sabían dialogar. El diálogo se hace con Dios y con los demás”.
“Ellos son los mismos –recordó el Pontífice- que le pagaron a los guardianes del sepulcro para decir que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús. Hacen de todo para no abrirse a la voz de Dios”.
Al concluir la homilía, Francisco indicó que “en esta misa rezaremos por los profesores de los profesores, de los que le enseñan al pueblo sobre Dios. Para que no se cierren, para que dialoguen y así se salven de la ira de Dios que, si no cambian de actitud permanecerá sobre ellos”.
(HSM) (IDV)