El patriarca maronita, cardenal Bechara Boutros Rai, hizo el sábado 25 de abril en la sede de la Unesco en Francia, un acorazonado llamado en favor de la Iglesias y de los pueblos perseguidos de Medio Oriente:

“Desde el corazón de la noche que nos envuelve, en las tinieblas más oscuras que nos circundan, lanzo un acongojado pedido a todos aquellos que están en la espera de observar la aurora, tanto en Medio Oriente como en Occidente, en Europa como en el mundo árabe, cristianos y fieles del islam para que nos ayuden a elevar la esperanza y a confortar una vez más a los pueblos abandonados, inermes, expulsados y perseguidos, en este su amargo deseo de no resignarse a las adversidades”, dijo.

En la sede de las Naciones Unidas en París precisó que “el éxodo de los cristianos en su país de origen, debido a las guerras y conflictos, a la crisis económica, y a las persecuciones, hará perder al Oriente Medio los irremplazables artesanos de la paz y del desarrollo. Debilitará también el rol de los musulmanes moderados que constituyen actualmente la gran gran mayoría de los musulmanes de Oriente Medio”.

En el encuentro en la UNESCO con la presencia de la directora general, Irina Bokova, recordó a los presentes el papel que ha tenido la “presencia cristiana en Medio Oriente y su rol en la promoción de la cultura de la paz”. Al indicar los numerosos conflictos de la región árabe, su eminencia declaró que “la cultura se vuelve cada vez más un arma de guerra, en nombre de una interpretación desviada de la religión. El punto de referencia, afirmó, “tiene que ser la persona humana, así como los valores que nos unen”. Los dos mil años de presencia cristiana en Oriente Medio, sirvieron para promover la paz y la cultura, garantizándola a pesar de tener una presencia minoritaria.

“En la tribuna de la Unesco, yo vine aquí para traerles la voz de aquellos a los cuales les han quitado la voz. Vine aquí para mostrarles la angustia de millones de refugiados, de evacuados, de ancianos y niños, de mujeres y hombres que la han perdido, a los cuales les ha robado su propio país y sus propios bienes, destruyendo su futuro”, dijo. Y recordó también que el Líbano, con una población de 4 millones de habitantes, tiene 2 millones de refugiados.

“Vine aquí --añadió el Patriarca-- a dar testimonio del dolor inmenso e inenarrable de cuántos fueron perseguidos a causa de su propia fe, de cuántos fueron ofendidos en nombre del Dios de la misericordia, invocado por la boca de los despiadados asesinos. Vine aquí a gritar fuertemente la causa de cuántos esperan el fin de la noche y que esperan en la salvación llevada por la comunidad internacional que tarda en intervenir y a frenar la obra de muerte realizada por asesinos sin fe y sin fronteras”.

“En el plano social y humanitario nosotros hemos llegado a una situación dramática, con millones de víctimas y de personas desplazadas en diferentes países de la región. Esta situación no encontrará solución sino en la solidaridad de la comunidad internacional y en su intervención eficaz para detener las guerras, imponer el retorno de los desplazados a sus países y regiones, y la restitución de lo que les fue quitado”.

Antes de la inauguración, realizada ayer en el contexto de una fiesta solemne de la Villa de los cedros en Meudon, sede de la nueva diócesis maronita de Francia, el patriarca hizo en un vibrante pedido para la elección --sin ulteriores atrasos-- del presidente de la República libanesa. Dos pedidos que coincidieron con la finalización del 11° mes “sede vacante” del cargo presidencial, indicó la agencia FIDES.

En la tarde, el patriarca maronita inauguró en Meudon (Hauts-de-Sien) la Villa de los Cedros y rebautizado Beit Maroun, que será la sede residencia del obispo maronita de Francia, mons. Nasser-Maroun Gemayel, las oficinas de la nueva diócesis y la sede francesa de la Fundación maronita en el mundo, renombrada “Fundación cristiana libanesa”.

(IDV)