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Mordida salvadora u hondureña

Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

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VER
Visitando el albergue para migrantes que hemos construido en Palenque, un hondureño narró que estaba en el parque público de Pakalná, cuando llegaron los de Migración; los demás corrieron y a él lo sujetaron, lo tiraron al suelo y, como se resistía, uno de los agentes le apretaba el cuello. Dice que sentía asfixiarse. Me enseñaron el video, donde se aprecia el exceso de violencia de los agentes. En su desesperación, alcanzó a morder la mano del policía y sólo así lo soltó. Le dije: Fue una mordida salvadora. Y me respondió: No, fue hondureña, pues no soy de El Salvador, sino de Honduras. Se ha presentado una queja contra los agentes migratorios, mientras él espera para continuar su viaje a los Estados Unidos, que es su meta. 

Ese día, había como unos cuarenta, la mayoría hondureños; algunos niños y adolescentes, solos o con su familia. Todos huyendo de la violencia y de la pobreza, con la esperanza del sueño americano. Nos narraron que, como ahora no les permiten abordar el tren La Bestia, tienen que caminar muchos kilómetros desde la frontera sur. Los vi llenos de ampollas, casi sin poder caminar, pero con la decisión de seguir adelante. Dicen que muchos mexicanos les ayudan con agua, alimentos o alguna moneda; pero se quejan de nuestras diferentes policías que los persiguen, los hacen caminar por las montañas, los exponen a muchos peligros. Algunos logran abordar transportes públicos, pero les cobran precios excesivos y en cualquier revisión los detienen y los deportan. Dicen que el programa de nuestras autoridades federales, llamado Frontera Sur, los está perjudicando mucho; lo ven como una imposición de los Estados Unidos para que México detenga a los miles de migrantes que tratan de llegar allá. Pero ni así se detienen. Anhelan subirse al tren para ya no caminar tanto, pero dicen que Migración se los impide y los dispersa. Antes se cuidaban de los maras y de los narcos, que los extorsionaban sobre el tren; ahora se cuidan de nuestros policías… ¡Y eso que en el discurso oficial se les llama hermanos!

Un muchachito de quince años dijo que no conoció a su padre, pues abandonó a su madre, y ésta ha trabajado mucho para sacarlo adelante. Abandonó los estudios y quiere llegar al Norte para trabajar y hacer algo para agradecerle cuanto ha hecho por él y ayudarle en su pobreza.

PENSAR
El Papa Francisco, en su mensaje de 2015 para la jornada mundial del emigrante y del refugiado, dice:

“Jesús es el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona. Su solicitud especial por los más vulnerables y excluidos nos invita a todos a cuidar a las personas más frágiles y a reconocer su rostro sufriente, sobre todo en las víctimas de las nuevas formas de pobreza y esclavitud. El Señor dice: ‘Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme’ (Mt 25,35-36).

Misión de la Iglesia, peregrina en la tierra y madre de todos, es por tanto amar a Jesucristo, adorarlo y amarlo, especialmente en los más pobres y desamparados. Jesucristo espera siempre que lo reconozcamos en los emigrantes y en los desplazados, en los refugiados y en los exiliados, y asimismo nos llama a compartir nuestros recursos, y en ocasiones a renunciar a nuestro bienestar. Aquí se sitúa la vocación de la Iglesia a superar las fronteras y a favorecer el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación, a una actitud que ponga como fundamento la cultura del encuentro, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno”. 

ACTUAR
Recomienda el Papa: “A la globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen las condiciones de los emigrantes. Al mismo tiempo, es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar una progresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria”.

Pedimos al gobierno federal que analice los efectos colaterales de su programa Frontera Sur y lo humanice.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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