Flower Fields in Hokkaido

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Cuidadores o destructores

Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel

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VER

Yendo hacia Palenque, en visita a las comunidades, quise pasar nuevamente a las Cascadas de Agua Azul y de Misholhá, para admirar y gozar la belleza, la grandiosidad, los colores del agua, entre verde y azul, la armonía y serenidad de esos espectaculares regalos de Dios. Lo mismo podríamos de decir de los lagos de Monte Bello, el Chiflón, o Velo de Novia, y muchos más, así como las variadas zonas arqueológicas. Celebré una Misa con confirmaciones entre árboles y el frescor de la brisa, que nos trasladaban casi al paraíso. Eso es Chiapas, a pesar de su pobreza y marginación. Hay muchísimo turismo que viene a conocer y a disfrutar estas maravillas.

En contraste, rebasamos algunos trailers que cargaban enormes cantidades de madera, extraída obviamente de nuestras montañas, no sé si con la debida autorización oficial. Detuvieron nuestro viaje unos campesinos que, con motosierra, estaban tirando árboles sobre la carretera, me parece que con la intención de sembrar maíz. A consecuencia de acciones similares, hay varios tramos junto a las carreteras a Tuxtla Gutiérrez y Comitán, en que sólo quedan piedras, donde antes había frondosos árboles. Los tiraron para sembrar y comer, pero la lluvia se fue llevando la tierra que los árboles habían producido, por años, entre las piedras, y ahora ya nada se produce; quedan sólo piedras y nadie se preocupa por volver a sembrar árboles. Nos vamos desertificando y la corrupción no se detiene.

 

PENSAR

El Papa Francisco, en su carta encíclica Laudato si, sobre el cuidado de la casa común, dice: “Después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia. Se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta”. Y nos invita a “atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar” (No. 19).

“Todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar” (No. 22).

“Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. También ha incidido el aumento en la práctica del cambio de usos del suelo, principalmente la deforestación para agricultura. La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan” (No. 23).

“Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo. Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales… Se ven obligados a migrar con gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos. Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental” (No. 25).

 

ACTUAR

¿Qué podemos hacer tú y yo? Ante todo, tomar conciencia de que este problema no sólo nos afecta, sino que debemos hacer algo para revertirlo.

En mi pueblo, hay un manantial que surte de agua a la comunidad, rodeado de árboles. Hace años, alguien tiró árboles para sembrar maíz, y el manantial se secó; sembraron nuevamente árboles, y el manantial sigue fluyendo vida para todos. El pueblo salva al pueblo, cuando es consciente y se organiza para cuidar su propia vida.

Ojalá nuestras comunidades sean conscientes, se organicen, impidan la deforestación y siembren más árboles, que son fuente de vida para todos. No esperen que todo lo haga el gobierno.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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