“El primer lugar en el que aprendemos a comunicar y a compartir en la diferencia es nuestra familia”. La Colina don Bosco fue testigo de la calurosa acogida para la última jornada del VII Congreso internacional de María Auxiliadora. En una basílica llena de personas de distintas nacionalidades, rica de colores y de banderas representando las distintas delegaciones, el rector mayor de los salesianos, don Ángel Fernández Artime, recordó algunos antídotos para hacer a las familias auténticos testimonios del Evangelio y del Amor de Cristo.
“Permitamos que las uniones familiares sean espolvoreadas con el viento del Espíritu y dejemos entrar el diálogo que en nuestras casas acabe con el cierre”, afirmó el religioso. “En familia se debería hablar la lengua de la sinceridad en cuanto que es el contexto en el que se educa en la aceptación de lo diferente se acoge la vida humana y se constata la presencia de Dios en la oración, verdadera unión de la vida familiar”.
A la Virgen Auxiliadora, guía indispensable de la familia salesiana, se le encomienda la tarea de vigilar sobre nuestras vidas. “Desde la casa de María a nuestras casas”: este es el lema escrito sobre el pase distribuido a los peregrinos para demostrar la cercanía del mundo salesiano a la juventud, con el fin de promover una renovado compromiso educativo.
Y precisamente a los jóvenes se les pide “contrastar la mentalidad narcisista y a veces inmadura de la sociedad actual”, así como se les anima en la maduración afectiva de los individuos. Como en la familia, la Iglesia reviste una importancia particular al “servicio en la sencillez y humildad” con gran atención para quien está en dificultad, subrayó don Artime.
Este es el objetivo que la familia salesiana se fuerza a llevar adelante también en nuestros días. La pastoral juvenil y la familiar deben, por tanto, continuar caminando juntas para hacer aún más actual y cada vez más vivo el primer sueño de don Bosco: transformar la Iglesia en una casa abierta a la acogida hacia todos.