Hemos llegado a los ritos de despedida, la santa misa va concluyendo.
Leo y recuerdo. Tantas imágenes vienen al revivir este momento. Las comparo a esas entrañables fiestas familiares en las que nos hemos querido y fortalecido como familia al comer juntos, en cuerpo y alma. En las que hay ya que despedirse y llamamos a los niños para que lo hagan, los llamamos con la mirada, la sonrisa, la actitud renovada y a la vez esperanzada de que en esa despedida nos llevamos y quedamos con los besos y abrazos de quienes queremos. Hasta nuestro corazón se parece al de los niños que nos preguntan; ¿por qué hay que irse, podemos quedarnos más?
Por medio del sacerdote vamos a recibir la Bendición en el nombre de Dios. “Bien, es lo que significa Bendecir”.
Nos ponemos de pie y nuestra mirada se transforma en la del corazón. Queremos mirar al sacerdote y a la vez inclinamos la cabeza para recibir ese beso de Dios sobre nosotros. Todo ese Bien que es Cristo, venga y vaya con nosotros. Queremos que nuestros hijos lo aprendan a recibir y nuestra actitud pareciera que les avisa que nos están dando un tesoro grande, sonreímos suavemente, en silencio, llenos de paz y los niños nos miran. Rápidamente aprenden que la Bendición es deliciosa y efusiva.
S: El Señor esté con vosotros ( a este saludo del sacerdote nos ponemos de pie)
Respondemos: -Y con tu espíritu
S: La Bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros
(el sacerdote con su mano, traza sobre la comunidad la señal de la Cruz mientras nos da la bendición y si la misa la celebra el Obispo veremos que él hace tres veces la señal de la cruz.)
Respondemos: – Amén.
Y la Gracias se queda con nosotros.
Y se nota mucho.