Tras más de cuatro años de guerra y unas 250 mil personas muertas, los responsables de Exteriores de 17 países –incluidos Rusia, Estados Unidos, Arabia Saudí, Irán y Turquía– y los enviados de la UE y de la ONU están buscando desde esta mañana un acuerdo de paz y un plan común para el futuro de Siria.
A pesar de que todos los actores externos relevantes hayan accedido a reunirse en torno a una mesa en un céntrico hotel de Viena –a la que representantes de Teherán se sientan por primera vez–, no se espera que este viernes vaya a haber un avance definitivo. Como mucho, señalan los analistas consultados por ZENIT, se definirán unos puntos básicos de acuerdo sobre los que se pueda seguir trabajando.
Uno de los factores que puede motivar un acercamiento de posturas es que ahora el llamado “problema sirio” está en el foco de atención mundial desde diferentes perspectivas: Europa está preocupada por la crisis de refugiados, Rusia ha iniciado una campaña militar en Siria que no puede durar eternamente y el acuerdo nuclear con los iraníes ha despejado algunos nubarrones en esa región del planeta.
Entre los principales puntos de debate se encuentra la salida del poder del presidente sirio, Bashar al-Asad, o su participación en el proceso de paz y transición. Los rusos y los iraníes son sus más férreos defensores; mientras que los saudíes, los estadounidenses y los turcos tratan de borrarlo del mapa político del castigado país árabe.
Durante la reunión, también se debe abordar cómo frenar al autodenominado Estado Islámico (Daesh, por su acrónimo en árabe), quién es el representante real de la oposición siria o la duración que tendrá este diálogo.
Ciertamente, el futuro de Al Asad amenaza con eclipsar la necesidad de crear un frente común contra los yihadistas. Aun así, la negociación de Viena se presenta como el primer paso serio de la comunidad internacional para frenar el baño de sangre en Siria.