Desde hace un mes, S.A., su mujer y sus dos hijos dejaron a sus espaldas la pesadilla de la guerra en Siria, refugiándose en Roma, donde están tramitando la petición de asilo político para construir una nueva vida.
Huidos el pasado 20 de noviembre, la familia de S. escapó de un atentado terrorista contra una escuela de Damasco. Con dificultad, encontraron alojamiento en un instituto a más de una hora de distancia de la casa donde están temporalmente alojados.
Presente en la conferencia de prensa de presentación del Mensaje para la 49ª Jornada de la Paz, S. A., dio testimonio a ZENIT y a otros medios de comunicación: las suyas son palabras de perdón para quien está destruyendo su país, donde cada día está en juego la superviviencia de algún ciudadano, nadie excluido.
Al haber estudiado en Italia durante su juventud, el refugiado sirio ha preferido este país a otros como Alemania o Suiza, donde también se fomenta la acogida a los refugiados.
S. se considera afortunado por haber podido expatriarse: de hecho está asociado a los cooperadores salesianos que, en Roma, le han enviado a dar testimonio, sabiendo que, junto a su familia, pedirá asilo político o la protección internacional.
Presentando los documentos en Beirut (en Siria ya no hay embajada), S. obtuvo el visado: “Fue un verdadero milagro. Me aconsejaron venir solo pero yo respondí: o vamos los cuatro o nos quedamos en Siria”.
Cuenta a los periodistas cómo en Siria, del terror no se salvan ni siquiera en las escuelas: cuando en el instituto de sus hijos hubo un bombardeo, S. vivió horas de angustia por ellos.
“En Damasco ya no hay electricidad, excepto una hora al día. ¿Cómo es posible sobrevivir así? No hay agua, no hay luz, la vida se está haciendo muy dura. No se sabe cómo ni porqué, continúan llegando misiles y bombas y la gente muere así, como si nada…”
Una de las tantas pesadillas para S. ha sido la de poder ser llamado por el ejército sirio como reservista: “El servicio militar lo hice hace muchos años y soy contrario a las armas”, ha comentado. Fue entonces cuando decidió dejar definitivamente su país. Conociendo el italiano, optó por Italia y ahora está enseñando la lengua también a la mujer y a los hijos.
“No espero ningún subsidio del Gobierno –subraya S.– Prefiero trabajar duramente, para hacerme una nueva vida aquí. Me basta obtener los documentos como refugiado en Italia: creo que soy capaz de encontrar un trabajo, los títulos y el conocimiento de la lengua no me faltan…”
Comentando el Mensaje del papa Francisco para la 49ª Jornada para la Paz, publicado la semana pasada, el refugiado afirma: “Me conmueve de forma particular el hecho de que ‘no hay paz sin justicia’ y ‘no hay justicia sin perdón’. Nosotros cristianos, que en Siria somos una minoría en torno al 2 por ciento, perdonamos, no hemos tomado nunca un arma… Pero ¿qué justicia pueda haber para nosotros?”
El perdón, para el refugiado sirio, es algo necesario para poder “olvidar momentos dificilísimos”. Desea para sus hijos, que además de una lengua nueva, tengan una buena instrucción para tener una justa “apertura mental”.
Más de tres semanas después de la fuga, los pequeños aún no consiguen dormir, porque en Damasco las explosiones eran sobre todo de noche. “El otro día estaba en el autobús con ellos cuando vieron el humo de una fábrica y pensaron que era un misil. Se asustaron y les dije: ‘aquí no hay misiles, no tengáis miedo’”.
S. enseña siempre a sus hijos que “un hombre, sea blanco o negro, cristiano o musulmán, es un hombre y hay que respetarlo. Me basta que sea una persona educada y bien integrada en la sociedad, no me interesan las diferencias que puede tener conmigo, solo que me respete, como yo le respeto a él”.