El santo padre Francisco recibió este jueves en el Vaticano a unos seis mil niños cantores que se reunieron en Roma para el 40º Congreso, con el lema 'Cantemos nuestra esperanza'.
En un ambiente muy distendido el Papa respondió a varias preguntas de los jóvenes, en las cuales bromeó: “Me gusta cantar, pero, si yo cantase, parecería un asno, porque no sé cantar”. Y les contó que “de niños, nuestra mamá, el sábado a las dos de la tarde nos hacía sentar frente a la radio para escuchar. ¿Y qué escuchábamos? Todos los sábados se hacía la transmisión de una ópera. Y mamá nos enseñaba cómo era esa ópera, nos explicaba”.
El Santo Padre citó también a San Agustín y les recordó a los jóvenes presentes que “la vida cristiana es un camino, pero no es un camino triste, es un camino alegre. ¡Y por eso canta. Canta y camina, no hay que olvidarlo!”.
Habló también del enojo, y que si “una persona hizo esa cosa que es mala, que no es algo bueno, hay que llamarlo y hablarle como a un hermano, habla como un hermano y hermana», pero sin enfadarse, «porque el enfado es venenoso, te envenena el alma”. Y cuando uno está enojado y grita “hace mal y hiere”.¿Cómo era el alma de Jesús?¿Dulce o amarga? les preguntó el Papa. 'Dulce', respondieron los jóvenes.
Les interrogó además sobre cuáles eran sus propósitos para el año nuevo, y les confió: “Yo hice uno en estos los últimos días, en los cuales he tenido algo más de tiempo para hacer un retiro espiritual: rezar más. Porque me he dado cuenta de que los obispos y los sacerdotes –yo soy obispo– deben conducir al pueblo de Dios ante todo con la oración, es el primer servicio”.
Respondiendo a otra segunda pregunta el Papa les indicó que en el mundo hay guerras y niños que no tienen comida; que no pueden ir a la escuela; que, cuando se enferman no tienen la oportunidad de ir al hospital. “Recen por estos niños”, les dijo.
El Pontífice precisó que “en el mundo está la lucha entre el bien y el mal –dicen los filósofos–, la lucha entre el diablo y Dios”. Y que “cuando cada uno de nosotros tiene el deseo de hacer algo malo, esa pequeña maldad es una inspiración del diablo, que, a través de la debilidad que nos dejó el pecado original, nos lleva a ésto. Se hace el mal tanto en las cosas pequeñas como en las grandes cosas; en las guerras –por ejemplo– pero también un muchacho o una muchacha que miente: es una guerra contra la verdad de Dios, en contra de la verdad de la vida, en contra de la alegría”.
Y se preguntó por qué muchas cosas buenas en el mundo no tienen publicidad: «Porque parece que a la gente le gusta ver las cosas más malas o escuchar las malas noticias. Pensemos en África: tantas cosas malas, tantas guerras –como dije– pero hay misioneros, sacerdotes, monjas, que han pasado toda su vida allí, predicando el Evangelio, en la pobreza… Cuando el mes pasado fui a África encontré a una monja… Creo que tenía 83 de edad, era italiana, y me dijo 'yo he estado aquí desde que tenía 26 años».
«Y no sólo en las misiones –añadió Francisco– sino en el mundo, en el trabajo, en las familias; muchos padres, abuelos y abuelas que levan la enfermedad, los problemas; y esto no se ve en la televisión. ¿Por qué? ¿Porque esto no tiene rating, no tiene publicidad…»
Y dirigiéndose a una niña le dijo: “Cuando tu veas la televisión en tu casa, recuerda estas dos cosas: hay una lucha en el mundo entre el bien y el mal, hay muchos niños que sufren, hay guerras, hay cosas malas, porque la lucha es entre Dios y el diablo; pero también piensa en tanta gente, tantas personas santas que dan su vida por ayudar a los demás, a orar por los demás”.
A nivel mundial, hay cosas malas, malas, feas, y esta es la obra del diablo contra Dios; pero hay cosas sagradas, las cosas santas, las cosas grandes que son obra de Dios. Son los santos ocultos».