VER
Seguimos con el buen sabor que nos dejó la reciente visita del Papa Francisco a México, por su presencia sencilla y cercana, por sus mensajes profundos, por su invitación a ser una Iglesia no encerrada en la comodidad de su posición y de su doctrina, sino samaritana con las periferias humanas y existenciales. Ahora es el tiempo de meditar lo que nos dijo, para que nos convirtamos a una mayor fidelidad al Evangelio, que es lo que al Papa interesa. No vino a promoverse a sí mismo, sino a exigirnos que vivamos más al estilo de Jesús.
Su mensaje en nuestra diócesis nos lleva a valorar más las culturas aborígenes, e incluso a pedir perdón por haberles menospreciado tanto.
La simbología del altar es precisamente para hacer ver que la fe y la Iglesia se encarnan en una cultura concreta, en un tiempo y en un lugar determinados. Por ello, al fondo estaba una réplica de nuestra catedral, signo de siglos de historia evangelizadora. Presidió toda la celebración la imagen de Jesucristo crucificado, pues el Papa no le quita su lugar a Jesús, sino que es su representante visible entre nosotros.
El ambón, donde se proclama la Palabra de Dios, tiene la figura de una mazorca de maíz, el alimento ordinario de nuestros pueblos, pues la Palabra de Dios es el alimento divino, hecha historia y cultura.
El altar papal estaba asentado sobre la pirámide de Palenque, simbolizada en las gradas que ascienden desde la tierra hasta el altar. La fe cristiana no elimina las raíces de las culturas, no nos desconecta de la tierra y de la historia, sino que las plenifica en Cristo, las hace crecer y madurar en El. La pirámide de Palenque es la expresión de toda una historia maya, hecha de luchas, guerras y conquistas internas, pero también de sabiduría, de arquitectura, de astronomía, de religiosidad. La fe no destruye la historia ni la cultura, sino que la asume, para transformarla en Cristo.
El altar también evoca las cascadas de Agua Azul, expresión de vida, belleza, armonía y exuberancia de nuestra selva. Desde el altar, Cristo genera agua viva, agua de vida eterna, agua que da esperanza y sentido a la misma naturaleza. Pusimos las cascadas y la pirámide no por motivos turísticos, sino porque en Cristo todo es vida nueva en plenitud. Quien se acerca al altar, encuentra vida, pero vida enraizada en la historia y en la madre y hermana tierra.
A los lados del altar, pusimos diversos animales, como palomas, jaguares, gallos y gallinas, expresión de la naturaleza con la que convivimos, y que adquiere en Cristo su significado de vida en abundancia. Además, estaban los tejidos típicos de Zinacantán, manifestación del trabajo de mujeres tsotsiles, que les dan vida y orgullo. No son motivos meramente folclóricos, ni propaganda turística, sino que hay razones bíblicas, teológicas, litúrgicas y espirituales, que le dan otra dimensión. Este es Chiapas, que en Cristo adquiere pleno sentido y valor perenne. Esta es nuestra Iglesia, que se hace autóctona, inculturada, enraizada en una historia y en una cultura, para que en Cristo alcance su madurez pascual, para la vida digna de nuestros pueblos.
PENSAR
El Papa Francisco fue muy enfático al invitarnos a tomar en cuenta nuestras culturas. Empezó su homilía con unas palabras en tsotsil: Li smantal Kajvaltike toj lek: La ley del Señor es perfecta del todo. Citó el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, descubriendo en una de sus frases algo que se ilumina con la luz de Cristo: “El alba sobrevino sobre las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol”. Este anhelo, este sueño y este deseo de los antepasados, se cumple en Jesús, como dijo el Papa: “El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la historia. Nuestro Padre no sólo comparte ese anhelo; Él mismo lo ha estimulado y lo estimula al regalarnos a su hijo Jesucristo. En Él encontramos la solidaridad del Padre caminando a nuestro lado. En Él vemos cómo esa ley perfecta toma carne, toma rostro, toma la historia para acompañar y sostener a su Pueblo; se hace Camino, se hace Verdad, se hace Vida, para que las tinieblas no tengan la última palabra y el alba no deje de venir sobre la vida de sus hijos”.
Y más adelante: “Muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. ¡Perdón!, perdón hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes. Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas, características y diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan estos jóvenes que no se pierda la sabiduría de sus ancianos”.
ACTUAR
Meditemos lo que Dios nos ha expresado por mediación del Papa, y cambiemos aquellas actitudes que no sean conformes con el Evangelio.