Un sacerdote administrando el sacramento de la reconciliación (WIKIMEDIA COMMONS)

Un sacerdote administrando el sacramento de la reconciliación (WIKIMEDIA COMMONS)

Los Misioneros de la Misericordia, rostro materno de la Iglesia

Entrevista a tres Misioneros de la Misericordia. El Año Jubilar es una ocasión para invertir la carga de la prueba: Dios nos ama y eso nos mueve a la conversión

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Son más de 1000 sacerdotes, Misioneros de la Misericordia, que han sido enviados por el Papa Francisco durante el Año Jubilar para ser «signo vivo de cómo el Padre acoge cuantos están en busca de su perdón»  y «confesores accesibles, amables, compasivos y atentos especialmente a las difíciles situaciones de las personas particulares».
 El Santo Padre al presidir misa del miércoles de ceniza en el Vaticano, realizó el envío de los Misioneros de la Misericordia. Un encargo muy especial que han recibido sacerdotes de todos los rincones del mundo.
Jesús Luis Viñas, sacerdote de la diócesis española de Cáceres, explica a ZENIT qué significa para él esta misión. “Al principio, la invitación a mi persona me pareció que era una broma, pero cuando el obispo de la diócesis me lo confirmó, pensé que era algo que me superaba y que no era quién para desempeñar esta labor. Entonces sólo me venía a la cabeza el texto de Pablo: ‘Te basta mi gracia’, para afrontar la tarea con ilusión”, asegura. Y recuerda que tal y como les dijo el Papa “ser misioneros de la misericordia es una responsabilidad”, la de “ser en primera persona testigos de Cristo y de su forma de amar”. “Ojalá sea así”, indicó el padre Viñas.
Por su parte, el padre José Aumente Domínguez, director del Departamento de pastoral de circos y ferias del secretariado de la Comisión episcopal de migraciones, destaca del discurso que el Santo Padre les dio, la forma en la que les habló de “cura a cura, de confesor a confesor, de pastor a pastor” para decirles “cómo se debe recibir a una persona que viene a confesarse, cómo la debemos arropar, cubrir”. Asimismo subraya la idea de que la Iglesia tiene que ser como una madre.
El grandes desafío de un confesor hoy en día –precisa el pare Aumente— es examinar por qué la gente ha dejado el sacramento de la reconciliación, por qué no siente la necesidad de confesarse. “Hemos perdido la conciencia del pecado”, observa. Pero,  asegura que él ha vivido experiencias muy bonitas en el confesionario. Y así puede confirmar que “es verdad que la misericordia actúa” y se puede vivir una verdadera conversión gracias a este sacramento. También indica que, a propósito de la autorización que se les ha dado para absolver los pecados reservados a la sede apostólica, “es una responsabilidad, pero es también decir que si la Iglesia es madre, ¿qué madre no perdona a su hijo por mucho que haya cometido?”.
Reflexionando sobre los frutos de esta misión, el padre Viñas indica que espera poder ser, como les ha dicho el Papa Francisco, “expresión viva de la Iglesia que como madre, acoge a todos los que se acercan”. No es que vayamos a encontrarnos muchos casos de penitentes que confiesen alguno de los pecados reservados que el Papa nos concede perdonar –precisa–  pero el hecho mismo de concederlo a tantos misioneros es ya un signo de que la Iglesia, más que nunca, quiere ser madre y mostrar abiertamente la misericordia que viene del Padre.
De las palabras que les dirigió el Papa, precisa que le impactaron dos cosas: una que va en relación a la gran responsabilidad que supone ser confesor: “Si no estás dispuesto a ser padre, no vayas al confesionario; puedes hacer mucho mal a un alma”. La otra, fue deseo expreso del Santo Padre de que se manifieste con generosidad la misericordia de Dios, que recibe sin necesidad ni siquiera de que el pecador sea capaz de manifestar su arrepentimiento en palabras; a veces ‘un gesto basta’, dijo.
También le pareció bellísima “la imagen de Noé, considerado un hombre justo, pero que en un episodio bastante desconocido, desnudo y borracho, es cubierto y recogido por sus hijos. El Papa la empleó para hablar de la labor de la Iglesia misericordiosa que recibe y cubre la desnudez del pecador”.
El padre Víctor Hernández, misionero de la misericordia de la diócesis de Madrid, suele confesar todos los veranos en Lourdes y también en todos los encuentros de jóvenes de la diócesis y pensó que esta podía ser “una aventura apasionante”.
Del discurso del Papa destaca el “ser rostro materno de la Iglesia” y “la importancia que dio más que a las palabras a los gestos, de acogida, de cariño”.
Asimismo, manifiesta que su deseo para esta misión y este Año de la Misericordia es que “los que se acerquen sientan el amor de Dios, descubran la alegría del sentirse perdonados y amados”. El Jubileo –explica– es una ocasión para invertir la carga de la prueba. Así más que dar el paso, convertirse y cambiar de vida para recibir el amor de Dios, en este Año de la Misericordia recuperamos el sentido de que Dios nos ama y eso es lo que mueve a convertirse y cambiar de vida.

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Rocío Lancho García

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