Old Latin Bible for daily meditation and prayer

Robert Cheaib - flickr.com/theologhia

Comentario a la liturgia dominical – Noveno domingo tiempo común

Ciclo C Textos: 1 Re 8, 41-43; Ga 1, 1-2.6-10; Lc 7, 1-10

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(ZENIT – México).- Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal:  La salvación de Dios es para todos, y no privilegio exclusivo de una raza. Dios pide la fe en Cristo Jesús para que esa salvación se haga realidad.
Síntesis del mensaje: Dios, abriendo su salvación a todos sin excepción, está demostrando su grande e infinita misericordia (1ª lectura). Nos hará bien meditar en el mensaje de este domingo, justamente cuando estamos viviendo y celebrando el año de la misericordia. Dios quiere la salvación para todos. Sólo pide que el hombre y la mujer se acerquen a Dios con una fe firme en Cristo Jesús y le expongan con humildad sus necesidades (2ª lectura y evangelio).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Salomón deja bien claro en la primera lectura de hoy que la salvación es universal. Por eso eleva su oración a Dios para que escuche no sólo a los judíos que vendrán al templo, sino también a los paganos y extranjeros. Dios no es sólo el Dios monopolio de Israel, sino el Dios de todo el mundo. Es el Dios de todos y, por consiguiente, todos deberán conocerle en la oración, honrarle en el culto y tener las manos abiertas para recibir toda clase de gracias que el buen Dios quiera concederles, para después repartirlas a los demás. Salomón muestra aquí un espíritu universal, que luego no imitarán desgraciadamente muchos pueblos. Al profeta Daniel le costó abrirse a esta salvación universal ofrecida por Dios y hasta se enoja con Dios, por ser tan clemente y misericordioso.
En segundo lugar, Pablo en la segunda lectura pone en guarda de aquellos que quieren anunciar otro evangelio distinto que ciertamente no llevará a esa salvación. Pablo escribe a los Gálatas, que eran paganos antes de hacerse cristianos. Les predicó la fe en Cristo y ellos se adhirieron a esta fe, aceptaron el bautismo y obtuvieron las gracias de Dios para conseguir la salvación. Pero más tarde llegaron algunos judaizantes perturbadores diciéndoles que, además de la fe en Cristo, necesitaban la observancia de la ley antigua de Moisés (circuncisión, observancias alimentarias, pureza ritual). Pablo es firme y fuerte: basta la fe y la adhesión a Cristo para salvarse. Es cierto que la fe en Cristo nos pedirá coherencia de vida, es decir, nos hace actuar y realizar las “obras de la fe”, y no tanto las obras de la ley, con las cuales los judíos creían alcanzar para ellos la salvación.
Finalmente, Cristo en el Evangelio, alabando la fe de ese centurión romano, abrió su mano comprensiva a ese criado a punto de morir y ofreció su salvación a esos paganos. Ese oficial pagano tenía el alma preparada para recibir esa salvación ofrecida por Dios, porque era un hombre bueno, honesto y humilde, simpatizante del pueblo de Israel, tanto que les ha construido la sinagoga. Los mismos judíos lo reconocieron delante de Cristo. Jesús queda admirado de la actitud del centurión y elogia su fe, que le arrancó el milagro para su siervo. Si hay algo claro en el evangelio de Lucas, que nos acompaña en este año litúrgico, es justamente la salvación universal traída por Cristo, desde que nace en Belén. Después, cuando Jesús sale a predicar pone atención por los más marginados, alaba al leproso extranjero o al samaritano que tuvo entrañas de misericordia con ese malherido del camino. Jesús, curando al criado del centurión romano, perteneciente a las “fuerzas de ocupación”, diríamos hoy, está demostrándonos que su salvación no tiene fronteras ni pide pasaporte ni papeles, como exigen los países cuando la gente viaja; la dichosa, aburrida y cansada burocracia que todos sufrimos. Cristo abre su corazón y su salvación a todos, sin distinción de raza, lengua, color. Sólo pide fe en Él. Él es el único y universal Salvador (cf. “Dominus Iesus”, Declaración de la Congregación de la Doctrina de la fe, 6 de agosto de 2000). Cristo es el único mediador de la salvación de Dios (1 Tm 2, 5). La Iglesia lleva más de dos mil años predicándolo:  “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hech 4, 12).
Para reflexionar: ¿Soy de mentalidad abierta o cerrada en alguna clase de racismo o nacionalismo? ¿Sé reconocer los valores que tienen los “otros”, los que no son de nuestra cultura, raza, lengua, religión? ¿Sé dialogar con ellos, ayudarles en lo que puedo? ¿Reconozco que la verdad y el bien no son exclusiva mía? ¿Me alegro de saber que Dios es un Dios abierto, universal, que “hace salir el sol sobre justos y pecadores”? ¿Aun permaneciendo fiel y coherente a mi fe y predicando con convicción esta verdad “En Cristo todos pueden salvarse”, soy persona de diálogo y respeto de los que piensan distinto de mí?
 Para rezar: Señor, que la vivencia de la Eucaristía nos enseñe y nos estimule a vivir este universalismo en nuestra vida cristiana, pues es en la Eucaristía donde formamos una asamblea comunitaria heterogénea, pero fraternal, con personas de cultura y edad distinta. Es ahí, Señor, donde elevamos en la oración universal nuestras súplicas a Dios, solidarizándonos con todo el mundo. Es ahí, Dios mío, donde en el gesto simbólico de paz damos y deseamos a los vecinos la paz. Y es ahí, donde comemos el único pan partido, sintiéndonos hermanos los unos de los otros, porque creemos en ti, Cristo Jesús.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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