+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas
VER
Estamos casi en la recta final de las campañas electorales, hacia el próximo 1 de julio. Todos los candidatos, sobre todo los presidenciales, prometen acabar con la corrupción, la violencia, la inseguridad, la pobreza y todas las plagas sociales que nos aquejan. Para ello, ofrecen crear empleos, mejorar salarios, atención al campo, apoyos a los menos favorecidos, becas a estudiantes, policías más eficientes, un ejército respetuoso de los derechos humanos, combate frontal a la delincuencia, etc. Todo eso está muy bien. Pero anteriores candidatos han ofrecido lo mismo, y no lo cumplieron a cabalidad; por ello, hay tantas inconformidades y desconfianzas. No hay que dejarse contaminar por la publicidad del que más ofrece, sino analizar la coherencia de su vida y las garantías que nos da de cumplir sus ofrecimientos. Hay que conocer sus aliados, porque si éstos son turbios, violentos e irresponsables, hay que desconfiar.
La inseguridad, la violencia, la corrupción y los demás males no llegan solitos, ni sólo por el atractivo del dinero fácil y rápido, ni sólo por culpa del gobierno, sino que tienen hondas raíces en la falta de familias bien integradas y en una evangelización superficial. Se han propiciado leyes y prácticas contra la vida y la familia, y con ello se ha arruinado nuestra sociedad. Hijos sin padres, hogares violentos, falta de educación en valores morales desde la familia, inestabilidad emocional de los hijos, divorcios al por mayor, separaciones sin razones profundas, infidelidades conyugales, legislaciones abortivas, escenas televisivas de parejas superficiales y libertinas, etc., todo esto ha propiciado que muchos adolescentes y jóvenes se desmoronen, pues no tienen bases sólidas de amor, verdad y servicio, sólo buscan el placer, nada ni nadie les importa más que ellos mismos, se integran a bandas delictivas y son un peligro para la sociedad. Carecen de una familia estable y armoniosa, que los defienda de atractivos falsos que los enganchan y engañan.
Muchas veces he dicho que procedo de una familia sencilla, campesina, trabajadora, unida y con sólidas bases cristianas. En nuestra infancia y juventud, sufrimos carencias y limitaciones, pero siempre contamos con un hogar que nos dio seguridad y futuro. Nunca nos enseñaron nuestros padres a robar, a pelear, a mentir, sino a respetarnos, ayudarnos y solidarizarnos con personas más pobres que nosotros. La familia bien constituida en amor, es la base de una sociedad justa, pacífica y fraterna. Sin esto, ni con más policías, ni con más leyes, ni con más dinero, mejoraría el país.
PENSAR
Dijo el Papa Francisco al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el 8 de enero de 2018: “El derecho a formar una familia, en cuanto elemento natural y fundamental de la sociedad, y que tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado, está reconocido por la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU: 1948). Por desgracia, se sabe que la familia, especialmente en Occidente, está considerada como una institución superada. Frente a la estabilidad de un proyecto definitivo, hoy se prefieren vínculos fugaces. Pero una casa construida sobre la arena de los vínculos frágiles e inconstantes, no se mantiene en pie. Se necesita más bien la roca, sobre la que se establecen cimientos sólidos. Y la roca es precisamente esa comunión de amor, fiel e indisoluble, que une al hombre y a la mujer, una comunión que tiene una belleza austera y sencilla, un carácter sagrado e inviolable, y una función natural en el orden social.
Considero por eso urgente que se lleven a cabo políticas concretas que ayuden a las familias, de las que, por otra parte, depende el futuro y el desarrollo de los Estados. Sin ellas, de hecho, no se pueden construir sociedades que sean capaces de hacer frente a los desafíos del futuro. El desinterés por las familias trae además otra dramática consecuencia -especialmente en algunas regiones- como es la caída de la natalidad. Estamos ante un verdadero invierno demográfico. Esto es un signo de sociedades que tienen dificultad para afrontar los desafíos del presente y que, volviéndose cada vez más temerosas con respecto al futuro, terminan por encerrarse en sí mismas.
Al mismo tiempo, no podemos olvidar la situación de familias rotas a causa de la pobreza, de las guerras y las migraciones. Con demasiada frecuencia, tenemos ante nuestros ojos el drama de niños que cruzan solos los confines que separan al norte del sur del mundo, muchas veces víctimas del tráfico de seres humanos”.
ACTUAR
¿Quién de los candidatos procede de una familia estable y armónica? ¿Quién garantiza la protección de verdaderas familias? ¿Quién vive con valores confiables, y no sólo de propaganda? Razonemos a quién apoyaremos con nuestro voto.
(Foto: papafranciscoenmexico.org)
Mons. Felipe Arizmendi: "Contra inseguridad y corrupción, familia"
Reflexión sobre las campañas electorales en México