(ZENIT – 22 junio 2018).- El Papa Francisco ha expresado su deseo de que «los hijos y las hijas de las Iglesias Orientales Católicas puedan custodiar su carga profética, de anuncio del Evangelio de Jesús, incluso en los contextos, a menudo, más secularizados de nuestro Occidente, donde llegan como inmigrantes o refugiados».
En la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido, a las 12:30 horas, a los participantes en la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (R.O.A.C.O), llegados a Roma con motivo de su 91a Asamblea Plenaria que, este año, coincide con el 50° aniversario de la fundación de R.O.A.C.O.
Asimismo, Francisco ha manifestado que los cristianos orientales «¡encuentren acogida tanto en el ámbito práctico como en el ámbito de la vida eclesial, conservando y desarrollando el patrimonio de sus tradiciones propias!».
Gracias a vuestra ayuda –les ha dicho el Papa– pueden dar testimonio a nuestros corazones, a veces entorpecidos, de que todavía vale la pena vivir y sufrir por el Evangelio, a pesar de ser minoría o incluso perseguidos porque el Evangelio es la alegría y la vida de los hombres y las mujeres de todos los tiempos.
Unidad de todos los cristianos
El Papa ha agradecido personalmente a los participantes de la Reunión: «Gracias a la actividad de ROACO, a través de las miradas y los gestos de caridad que sostienen la vida de las Iglesias Orientales, el sucesor de Pedro puede también continuar su misión de búsqueda de los posibles caminos hacia la unidad visible de todos los cristianos».
Las Iglesias Orientales Católicas –ha señalado el Pontífice– que son «testigos vivos de los orígenes apostólicos», están llamadas de manera especial a preservar y difundir una chispa del fuego pentecostal: están llamadas día tras día a descubrir su presencia profética en todos los lugares donde son peregrinas.
Después de haber entregado a los presentes el discurso preparado para esa ocasión, el Papa ha dirigido una alocución improvisada a los participantes en el encuentro.
RD
Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha entregado a los presentes durante la audiencia.
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Discurso entregado por el Papa Francisco
Queridos amigos,
Me alegra encontraros al final de los trabajos de vuestra Asamblea Plenaria, que este año coincide con el 50 aniversario de la fundación de ROACO. Saludo cordialmente al cardenal Sandri y le agradezco sus palabras de presentación. Extiendo mi agradecido saludo a los Representantes Pontificios de los países del Medio Oriente que todos los días acompañan la esperanza de las poblaciones cristianas o de otras tradiciones religiosas en tierras desafortunadamente marcadas por conflictos y sufrimientos. Con gratitud saludo a los representantes de los organismos católicos junto con los benefactores de la Congregación para las Iglesias Orientales, así como a aquellos que han sido colaboradores en los últimos años y están presentes en este importante aniversario.
Después del centenario del Dicasterio, recién concluido, ROACO está viviendo su año jubilar. Según las Escrituras, en el año 50 resonaba el shofar, el cuerno que anunciaba el año de la liberación de los esclavos, del perdón de la deuda, del regreso a la posesión de la tierra, todo ello basado en la conciencia del don gratuito de la alianza y de la tierra -que era el signo- de Dios a su pueblo. Os invito a recordar con gratitud el tiempo transcurrido, y sobre todo los rostros -algunos ya han concluido su peregrinación terrenal-, que en la Congregación, como en cada uno de vuestros organismos, han contribuido al esfuerzo de ayuda y caridad. El estudio de los proyectos y su apoyo material, gracias a la generosidad de muchos creyentes de todo el mundo, ha permitido que las diferentes expresiones de las Iglesias Orientales Católicas, tanto en la madre patria como en la diáspora, se hayan desarrollado y llevado adelante el testimonio del Evangelio. Un testimonio sometido a duras pruebas, a menudo la del dolor y la persecución, la primera por los regímenes totalitarios en Europa del Este, después, más recientemente, por las formas de fundamentalismo y de fanatismo con pretextos religiosos y de conflictos que no parecen querer cesar especialmente en el Medio Oriente. La solidaridad concreta que habéis manifestado ha salido al encuentro de las emergencias de la guerra y la migración, pero sobre todo ha sido capaz de garantizar la vida misma de las iglesias, las actividades pastorales y de evangelización, las obras sociales y de asistencia. Todo esto manifiesta el rostro de la Iglesia de Cristo que anuncia el Evangelio con obras y palabras, haciendo presente la caridad misma de Dios hacia cada hombre. De hecho, el año del Señor siempre tiene una dimensión de liberación interior, del corazón humano oprimido por el pecado, y exterior, en la nueva vida de los redimidos que anticipa los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia.
San Pedro, en su discurso después de Pentecostés, recuerda la profecía, -tan querida por mí-, de Joel: «Sobre todos derramaré mi Espíritu; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros hijos tendrán visiones, y vuestros ancianos soñarán «(Hechos 2:17). Las Iglesias Orientales Católicas, que son testigos vivos de los orígenes apostólicos, están llamadas de manera especial a preservar y difundir una chispa del fuego pentecostal: están llamadas día tras día a descubrir su presencia profética en todos los lugares donde son peregrinas. A partir de Jerusalén, la Ciudad Santa, cuya identidad y vocación peculiar debe ser preservada más allá de las diversas tensiones y disputas políticas, la presencia de los cristianos, aunque pequeño rebaño, obtiene del Espíritu la fuerza para la misión de testimonio, hoy más urgente que nunca. ¡Que de los santos lugares donde el sueño de Dios se cumplió en el misterio de la encarnación y de la muerte y resurrección de Jesucristo, brote un espíritu de fortaleza renovado que anime a los cristianos de Tierra Santa y Oriente Medio a comprender su vocación específica y a dar razones de la fe y de la esperanza!, ¡Que los hijos y las hijas de las Iglesias Orientales Católicas puedan custodiar su carga profética, de anuncio del Evangelio de Jesús, incluso en los contextos, a menudo, más secularizados de nuestro Occidente, donde llegan como inmigrantes o refugiados! ¡Que encuentren acogida tanto en el ámbito práctico como en el ámbito de la vida eclesial, conservando y desarrollando el patrimonio de sus tradiciones propias! Gracias a vuestra ayuda, pueden dar testimonio a nuestros corazones, a veces entorpecidos, de que todavía vale la pena vivir y sufrir por el Evangelio, a pesar de ser minoría o incluso perseguidos porque el Evangelio es la alegría y la vida de los hombres y las mujeres de todos los tiempos.
Permitidme una última palabra de agradecimiento y exhortación. Gracias a la actividad de ROACO, a través de las miradas y los gestos de caridad que sostienen la vida de las Iglesias Orientales, el sucesor de Pedro puede también continuar su misión de búsqueda de los posibles caminos hacia la unidad visible de todos los cristianos. Mientras se trata de estrechar con humildad y corazón sincero la mano de los hermanos más alejados, los hijos no se olvidan y no se aman menos, sino que, también con vuestra ayuda se les escucha y ayuda a caminar como la Iglesia del Resucitado, a través de los desafíos y los sufrimientos espirituales y materiales, en Medio Oriente y en Europa Oriental.
Queridísimos, que siempre os acompañe en vuestra actividad la constante asistencia divina. Imparto de corazón a todos vosotros mi bendición apostólica, que extiendo a los organismos que representáis, a vuestras familias y a las comunidades a las que pertenecéis. Y os pido por favor que recéis por mí. Gracias.
© Librería Editorial Vaticano
Audiencia a los participantes en la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales © Vatican Media
Francisco invita a los cristianos orientales a "custodiar su carga profética"
Discurso del Santo Padre