(ZENIT – 20 febrero 2019).- El amor de Dios «es un amor cercano, total y fiel; destinado a todos y a cada uno», ha recordado el Papa Francisco en la audiencia general. «Aunque todos nuestros afectos terrenos se esfumaran, incluso el amor de nuestros padres, el amor de Dios permanece siempre».
Así lo ha explicado el Papa en la audiencia general, celebrada este miércoles, 20 de febrero de 2019 en el Aula de Pablo VI, en una catequesis titulada ‘Padre que estás en los cielos’ (Isaías, 49, 14-16), continuando el ciclo de reflexiones sobre el ‘Padre Nuestro’.
El pasado miércoles, 13 de febrero de 2019, el Santo Padre habló de la oración del ‘Padre Nuestro’ desde el punto de vista de que Dios es Padre de todos, y recordó a los fieles que «Jesús nos enseña a rezar, teniendo en nuestros labios sobre todo el “Tú”, porque la oración cristiana es diálogo».
«Siguiendo la catequesis sobre el Padrenuestro, hoy vemos cómo el primer paso de toda oración cristiana es el de introducirnos en el misterio de la paternidad de Dios», ha indicado el Pontífice.
Todo lo humano es «imperfecto»
«Aunque hayamos tenido unos buenos padres nuestra experiencia familiar no es suficiente para entender esta paternidad, porque sabemos que todo lo humano, también el amor, es imperfecto ya que está sujeto al egoísmo personal y a los límites propios de nuestra condición de hombres y mujeres».
Todos somos “mendicantes de amor”, ha indicado el Papa, y experimentamos un gran deseo de amar y ser amados; pero al mismo tiempo encontramos que nuestro amor humano es débil e inconstante; es una promesa difícil de mantener, un intento que se seca rápido y se evapora, «como una nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece», dice el profeta Oseas.
«En cambio –ha continuado– el amor de Dios, nuestro Padre que está en los cielos, es diferente». Es un amor cercano, total y fiel; destinado a todos y a cada uno. Y aunque todos nuestros afectos terrenos se esfumaran, incluso el amor de nuestros padres, el amor de Dios permanece siempre. Es un amor del que no podemos dudar, porque la experiencia fundamental del cristiano es la certeza de saber que somos sus hijos amados.