Fieles en la Plaza de San Pedro se unen al Papa para rezar el Ángelus. Captura de pantalla

Fieles en la Plaza de San Pedro se unen al Papa para rezar el Ángelus. Captura de pantalla

Ángelus: La paciencia y la misericordia de Dios

Palabras del Papa antes de la oración mariana

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(ZENIT 24 marzo 2019).-  A las 12 del mediodía de hoy tercer domingo de Cuaresma, el Santo Padre Francisco apareció en la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos  reunidos en Plaza de San Pedro.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este tercer domingo de Cuaresma (ver Lc 13: 1-9) nos habla de la misericordia de Dios y de nuestra conversión. Jesús cuenta la parábola de la higuera estéril. Un hombre ha plantado un higuera en su propio viñedo, y con gran confianza todos los veranos va a buscar sus frutos, pero no encuentra ninguno, porque ese árbol es estéril. Impulsado por esa decepción que se repite durante tres años, piensa en cortar la higuera para plantar otra. Luego llama al agricultor que está en el viñedo y expresa su insatisfacción, ordenándole que corte el árbol, para que no explote el suelo innecesariamente. Pero el viñador le pide al dueño que sea paciente y le solicita una prórroga de un año, durante la cual él mismo se encargará de cuidar la higuera con más cuidado y delicadeza para estimular su productividad. Esta es la parábola.
Y, ¿qué representa esta parábola?. ¿Qué representan los personajes de esta parábola?. El dueño representa a Dios Padre y el viñador es la imagen de Jesús, mientras que la higuera es un símbolo de la humanidad indiferente y árida. Jesús intercede ante el Padre en favor de la humanidad y le ruega que la espere y le dé un poco más de tiempo para que los frutos del amor y la justicia broten en ella. La higuera que el dueño de la parábola quiere erradicar representa una existencia estéril sin frutos, incapaz de dar, incapaz de hacer el bien. Es el símbolo de quien vive solo para sí mismo, satisfecho y tranquilo, en su propia comodidad, incapaz de dirigir sus ojos, la mirada y su corazón hacia quienes están a su lado y que están en estado de sufrimiento, en condiciones de pobreza, de dificultad. Esta actitud de egoísmo y esterilidad espiritual contrasta con el gran amor del viñador por la higuera: tiene paciencia, sabe esperar, le dedica su tiempo y su trabajo. Prometió a su amo que cuidaría especialmente de ese árbol infeliz.
Esta semejanza del viñador manifiesta la misericordia de Dios, que nos deja un tiempo para la conversión. Todos nosotros necesitamos convertirnos, dar un paso hacia delante y la paciencia de Dios y la misericordia nos acompañan en esto.
A pesar de la esterilidad, que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y avanzar en el camino del bien. Pero la extensión implorada y otorgada mientras se espera que el árbol finalmente fructifique, también indica la urgencia de la conversión. El viñador le dice al dueño: «Déjalo este año» (v. 8). La posibilidad de conversión no es ilimitada; por eso hay que aprovecharse de ello de inmediato; De lo contrario se perdería para siempre.
Nosotros podemos pensar en esta Cuaresma: ¿Qué debo hacer yo para acercarme más al Señor, para convertirme, para cortar con aquellas cosas que no van?. «No, no esperaré a la próxima Cuaresma». ¿Estarás vivo en la próxima Cuaresma?. Pensemos cada uno de nosotros: ¿Hoy que cosa debo hacer ante esta misericordia de Dios que me espera y siempre perdona?. ¿Qué debo hacer?. Nosotros podemos confiar mucho en la misericordia de Dios, pero sin abusar de ella. No debemos justificar la pereza espiritual sino aumentar nuestro compromiso, de responder prontamente a esta misericordia con sinceridad de corazón.
En el tiempo de Cuaresma el Señor nos invita a la conversión, cada uno de nosotros debe sentirse interpelado por esta llamada corrigiendo algo en la propia vida, en la propia manera de pensar, actuar y vivir relaciones con los demás.
Al mismo tiempo, debemos imitar la paciencia de Dios que confía en la capacidad de todos para poder «levantarse» y reanudar el camino. Dios es Padre Él no apaga la llama débil, sino que acompaña y cuida a los débiles para que puedan fortalecerse y lleven su contribución de amor a la comunidad.
Que la Virgen María nos ayude a vivir estos días de preparación para la Pascua como un tiempo de renovación espiritual y de confianza abierta a la gracia de Dios y a su misericordia.

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Raquel Anillo

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