Ángelusl 6 octubre 2019 © Vatican Media

Ángelus: «Nada es imposible para quién tiene fe»

Palabras del Papa antes de la oración

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(ZENIT – 6 octubre 2019).- «Nada es imposible para alguien que tiene fe, porque no depende de su propia fuerza sino de Dios, que puede hacer cualquier cosa», dijo el Papa Francisco en el «Ángelus» del domingo, 6 de octubre de 2019.

Al presentar la oración mariana en la Plaza de San Pedro, el Papa invitó a los cristianos a cultivar «una fe que no es orgullosa y segura de ella», que «no pretende ser la de un gran creyente», sino una fe que «siente una gran necesidad de Dios y, en su pequeñez, se entrega a él con plena confianza».

¿Cómo saber si nuestra fe es sincera? preguntó el Papa. Por «el servicio», «la actitud de disponibilidad» frente a Dios. El hombre de fe, de hecho, «se pone completamente a la voluntad de Dios, sin cálculos ni pretensiones».

AK

Meditación del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 17,5-10) presenta el tema de la fe, presentado por la solicitud de los discípulos «¡Aumenta en nosotros la fe!» (v. 6), esta es una bella oración que nosotros deberíamos de rezar a menudo en nuestra jornada “¡Señor, aumenta la fe en mí!” Jesús responde con dos imágenes: la semilla de mostaza y el sirviente disponible. «Si tuvieras tanta fe como un grano de mostaza podrías decir a esta morera: «Ve y plántate en el mar», y te obedecerá» (v. 6). El árbol de morera es un árbol robusto, bien arraigado en el suelo y resistente a los vientos. Jesús, por lo tanto, quiere dejar en claro que la fe, aunque sea pequeña como la semilla de la mostaza, tiene la fuerza para desarraigar incluso una morera; y luego transplantarla al mar, lo cual es algo aún más improbable: pero nada es imposible para los que tienen fe, porque no confían en sus propias fuerzas sino en Dios, que lo puede todo, que puede hacer todo.

La fe comparable a la semilla de mostaza es una fe que no es soberbia ni segura de sí misma, no se hace la que es una gran creyente y después comete grandes errores, sino que en su humildad siente una gran necesidad de Dios y, en su pequeñez, se abandona con plena confianza a Él. Es la fe la que nos da la capacidad de mirar con esperanza los altibajos de la vida, que nos ayuda a aceptar incluso derrotas y sufrimientos, sabiendo que el mal nunca tiene la última palabra, nunca.

¿Cómo podemos entender si realmente tenemos fe, es decir, si nuestra fe, aunque pequeña, como la semilla de mostaza, es genuina, pura, transparente? Jesús nos lo explica indicando cuál es la medida de la fe: el servicio. Lo hace con una parábola que a primera vista es un poco desconcertante, porque presenta la figura de un maestro prepotente e indiferente. Pero sólo esta manera de hacer el maestro pone de relieve el verdadero centro de la parábola, que es la actitud de disponibilidad del siervo. Jesús quiere decir que así es el hombre de fe en Dios: se entrega por completo a su voluntad, sin cálculos ni pretensiones.

Esta actitud hacia Dios se refleja también en el modo en que nos comportamos en comunidad: sí se refleja en la alegría de estar al servicio unos de otros, encontrando ya en esto su propia recompensa y no en el reconocimiento y las ganancias que se pueden obtener de ello. Esto es lo que Jesús enseña al final de este relato: «Cuando hayas hecho todo lo que se te ha ordenado, di: «Somos siervos inútiles. Hicimos lo que teníamos que hacer». (v. 10).

Servidores inútiles, es decir, sin pretensiones de agradecimiento, sin reclamos. «Somos servidores inútiles» es una expresión de humildad y disponibilidad que hace tanto bien a la Iglesia y recuerda la actitud correcta para trabajar en ella: el servicio humilde, del que Jesús nos dio el ejemplo, lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13,3-17).

Que la Virgen María, mujer de fe, nos ayude a seguir por este camino. Nos dirigimos a ella en vísperas de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, en comunión con los fieles reunidos en Pompeya para la tradicional Súplica

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Raquel Anillo

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