(zenit – 13 abril 2020)-. “Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”, indicó Francisco a los “trabajadores informales, independientes o de la economía popular”. El Papa se dirigió ayer, 12 de abril de 2020, Domingo de Resurrección, a través de una carta, a la organización Encuentro Mundial de Movimientos Populares del mundo, con la que ha mantenido un diálogo desde el comienzo de su pontificado. Movimientos populares De acuerdo a su propia página web, el Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP) es un espacio de hermandad entre las organizaciones de base de los cinco continentes, una plataforma construida por diversos movimientos populares en torno a la invitación de Francisco a que los pobres y los pueblos organizados no se resignen y sean protagonistas del (proceso de) cambio. En esta línea, el EMMP responde a la necesidad de promover la organización de los excluidos para construir desde abajo la alternativa humana a la globalización excluyente e imperante que arrebata hasta los derechos sagrados al techo, al trabajo y a la tierra. Encuentros En su carta, el Santo Padre rememora los tres encuentros realizados por el EMMP, pues, “me hace bien, me acerca a ustedes, me hace repensar en tantos diálogos” y para “recordar de modo especial y estar cerca” de las organizaciones de trabajadores y trabajadoras más empobrecidos, precarizados y excluidos, ante la dureza de la pandemia de la COVID-19. Los movimientos populares “están ahí, poniendo el cuerpo (…) para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas”, remarca. En este tiempo de “tanta angustia y dificultad”, los movimientos populares “son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras (...)”, subraya. Lucha por el bien común Sus armas, continúa Francisco, “son la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo”, y que “desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas”, con apenas recursos y donde no llega “las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado”. Esta actitud de lucha por “el bien común” y por los sagrados derechos a tierra, techo y trabajo, que sintetizan los criterios de justicia social, “me ayuda, cuestiona y enseña mucho”, afirma el Papa, en un contexto donde se les “mira con desconfianza por superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico”. Mujeres, campesinos y agricultores En la misiva, el Pontífice reconoce especialmente a las mujeres, “que multiplican el pan en los comedores comunitarios cocinando con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños, pienso en los enfermos, pienso en los ancianos” que “nunca aparecen en los grandes medios”. Lo mismo ocurre con “los campesinos y agricultores familiares que siguen labrando para producir alimentos sanos sin destruir la naturaleza, sin acapararlos ni especular con la necesidad del pueblo. Quiero que sepan que nuestro Padre Celestial los mira, los valora, los reconoce y fortalece en su opción”, remarca. Situación de emergencia Luego, el Obispo de Roma se refiere a la situación provocada por la emergencia de la COVID-19 y a la ayuda concreta que los movimientos populares ofrecen a los que sufren: “Qué difícil es quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. Qué difícil es para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones. Ustedes están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradezco de corazón”. Y también alude al modelo económico-financiero actual en relación con la emergencia, esperando que “los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (...) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad”. Para él, “ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”. Salario estable Además, agrega, “sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. A pesar de ello, siempre tienen que sufrir sus perjuicios. Los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja”. “Los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento ... y las cuarentenas se les hacen insoportables”, prosigue el texto. Pensar en “el después” Es por ello que el Santo Padre habla de la necesidad de un salario universal que los dignifique, al mismo tiempo que invita a los movimientos populares a “pensar en ‘el después’” y a abordar las “graves consecuencias ya se sienten”. “Pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres 'T' que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo” y que tuvo su máxima expresión en los encuentros mundiales de movimientos populares con Francisco. “Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro. Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse”, declara el Pontífice.
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