(zenit – 30 abril 2020)-. La afirmación de que la vida humana se inicia a los 14 días de vida del embrión, con su implantación en el útero, es una afirmación arbitraria, sin fundamento científico, propuesta, como ya se ha comentado, para poder manipular e incluso destruir a esos embriones humanos antes de esa fecha sin responsabilidades éticas o morales.
Determinar cuándo se inicia la vida biológica humana sigue siendo un problema científico y bioético de primera magnitud, pero con independencia de ello, también lo es determinar que sucede en los primeros momentos de vida del embrión humano y de su posterior desarrollo, hasta la implantación en el endometrio uterino materno y su evolución hasta llegar a ser un feto, aspectos de los que aún se desconocen puntos muy importantes.
Definir la naturaleza humana de ese ser vivo incipiente, tiene importantes repercusiones bioéticas, relacionadas, no solo con la manipulación o destrucción de esos seres humanos en sus primeras etapas de vida con fines experimentales, sino también con todo lo relacionado con su producción en el laboratorio, especialmente con motivo de la fecundación in vitro y con su uso para diferentes fines sociales, entre los cuales no es el menos significativo el de la maternidad subrogada.
A cuando se inicia biológicamente la vida humana nos hemos referido reiteradamente en nuestro Observatorio, y sobre todo lo hemos hecho en un capítulo especialmente dedicado a ello enun reciente libro sobre el tema.
Pero el pasado 2 de febrero, se publicó en Investigación y Ciencia un interesante artículo que esencialmente recoge las experiencias publicadas en otro de Nature, en el que Yi Zheng y colaboradores, de la Universidad de Michigan, describen cómo un modelo experimental de tejido embrionario humano se implanta en el endometrio uterino, reproduciendo “muchos de los fenómenos clave que se suceden alrededor de ese momento, es decir durante la fase de preimplantación embrionaria”. No cabe duda, de que conocer mejor todas las etapas del desarrollo embrionario humano es biológicamente muy importante, pero también lo es desde un punto de vista bioético, pues desde el famoso informe Warnock, sin fundamentación biológica, se determinó que la vida humana se inicia en el momento de la implantación del embrión en su madre, aproximadamente el día 14 de su vida, y consecuentemente se estableció esta línea roja, antes de la cual se podría manipular sin ninguna implicación bioética al embrión, que en el mencionado informe se definió como preembrión, pues al no poderse considerar como un individuo de la especie humana se podría destruir sin ninguna implicación ética negativa.
En relación con ello, conviene, recordar que, esos 14 primeros días de vida del embrión humano es la etapa en la que el ser humano sufre mayores ataques, pues no en vano es, en esos días, en los que más frecuentemente los embriones humanos se utilizan como material de investigación; es cuando se congelan los sobrantes de la fecundación in vitro, lo que conlleva a una gran pérdida de vidas humanas; es donde se centran las experiencias de hibridación humano-animal, muchas de ellas encaminadas a la producción de órganos artificiales para trasplantes; también es donde se centra todo lo que alrededor de la producción de embriones humanos por clonación u otros sistemas afines se está desarrollando y en fin es también donde se utilizan otras técnicas, que si no llegan a destruir embriones humanos, por lo menos los manipulan de forma absolutamente incompatible con su intrínseca dignidad.
Implantación del embrión
Pero volviendo al artículo de Investigación y Ciencia que estamos comentando, veamos lo que en él se refiere con motivo de la implantación del embrión en el endometrio uterino.
En una etapa preimplantatoria, se desarrolla en el embrión humano el saco vitelino (que posteriormente se transformará en el saco amniótico) y en su interior se forma un disco celular, el epiblasto. A continuación, se inicia la gastrulación, es decir, el proceso por el cual el epiblasto da lugar a las tres capas germinales: ectodermo, mesodermo y endodermo, y a partir de ellas se forman todos los tejidos del feto.
En el modelo experimental, puesto a punto por Zheng y colaboradores, se generan estructuras sintéticas semejantes al saco embrionario humano y “a partir de ahí se puede ir siguiendo el proceso de diferenciación celular que ocurre en el embrión entorno al momento de implantarse”.
Como comentan los autores “la ventaja esencial del nuevo modelo es que no precisa recurrir a embriones humanos íntegros, ni a los sistemas de cultivo necesarias para el desarrollo embrionario in vitro”.
Dentro del proceso técnico, un aspecto bioético importante es determinar cómo se producen las células pluripotentes a partir de las cuales se van a generar las estructuras sintéticas embrionarias. Estas pueden derivarse de células troncales embrionarias humanas (CETH) o mediante la reprogramación de células humanas adultas, que se desdiferencian hasta producir las células pluripotenciales inducidas o células iPS.
Ambos tipos de células son molecularmente equivalentes a las del embrión temprano, antes de que alcance la gastrulación. Es decir, son similares a las células troncales embrionarias humanas, que pueden obtenerse desde que el zigoto se divide en dos células pluripotenciales.
En el laboratorio ambos tipos de células pluripotenciales, CETH y las iPS, si se dejan que se desdiferencien espontáneamente, generan conglomerados celulares desorganizados, los denominados cuerpos embrioides; pero si la diferenciación es dirigida utilizando factores de cultivo y crecimiento determinados, se puede llegar a la producción de células de todo tipo de tejidos o incluso modelos tridimensionales simplificados de determinados órganos fetales o capas germinales.
Cuando las células adultas se obtienen de pacientes que padecen enfermedades concretas, se pueden elaborar modelos celulares de dichas enfermedades en las placas de cultivo. Estas placas celulares son un material de incalculable valor para profundizar en el conocimiento molecular de las enfermedades evaluadas y para la experimentación de fármacos con que combatirlas.
Pero en relación con la formación de las capas germinales obtenidas por este modelo experimental, hay que señalar que dicha formación se produce de manera desordenada, en nada parecida a la organización espacial con la que se diferencian los embriones humanos durante la implantación, por lo que, según el autor del trabajo de Investigación Y Ciencia, “no han sido demasiado útiles para estudiar la fase preimplantatoria de la gestación humana”.
Valorar los aspectos técnicos de las experiencias de Zheng y colaboradores que los han llevado a la creación de estructuras sacciformes de tipo embrionario, no es lo que aquí más nos interesa, pero esencialmente lo que los autores han hecho es desarrollar un dispositivo formado por tres canales a través de los cuales se pueden ir introduciendo los productos necesarios para crear las estructuras sacciformes, como son el material de la matriz de células CETH o iPS y los líquidos morfógenos. Ello les ha permitido generar cavidades, en las que las células troncales pueden proliferar y diferenciarse, y así, a las 36 horas, se llegan a formar estructuras organoides que rememoran al saco embrionario, con las características propias de los sacos externos anterior y posterior del embrión humano. En los sacos posteriores se desarrollan poblaciones celulares semejantes a la membrana amniótica, a la línea primitiva posterior, también células de tipo mesodérmico y lo que “resulta más sorprendente, células similares a las germinales primordiales”. Por el contrario, en los sacos anteriores se desarrollan células análogas a las de la línea primitiva anterior y a las del endometrio.
Como afirma el autor del trabajo, Amander T. Clark, “éste es uno de los primeros modelos humanoides con los que estudiar la pasmosa complejidad de las relaciones espaciales intercelulares en la ventana preimplantatoria”.
Pero como Clark se pregunta ¿son las estructuras producidas similares al saco embrionario, es decir, son verdaderos embriones humanos?”. Él opina que no, pues no pueden desarrollarse hasta formar embriones viables, ni tampoco evolucionar hasta un feto normal, a la vez que tampoco poseen los elementos necesarios para la formación de la placenta y otras membranas que rodean al embrión”.
Pero al margen de estas consideraciones biológicas, las experiencias de Zheng y colaboradores, nos permiten volver a plantearnos la pregunta ética esencial, formulada al principio de este informe, es decir, a la cuestión de si la vida humana se inicia con la formación del cigoto o a los 14 días con la implantación del embrión en la placenta. En opinión de Clark, que por supuesto también es la nuestra, el “embrión humano integro se crea (yo diría mejor se produce) mediante la fecundación de un óvulo por un espermatozoide y la consiguiente formación de las células que rodean al embrión, pero este no es el caso de las estructuras que nos ocupan”. No obstante, aunque obtenidos por vías distintas de la de la fecundación de los gametos, los embrioides producidos podrían ir perfeccionándose hasta producir verdaderos tejidos embrionarios humanos según un programa organizado de desarrollo, lo que haría que, por un principio de prudencia, debieran ser considerados como embriones humanos, con las connotaciones éticas que ello conlleva. Por otra parte la afirmación de que la vida humana se inicia a los 14 días de vida del embrión, con su implantación en el útero, es una afirmación arbitraria, sin fundamento científico, propuesta, como ya se ha comentado, para poder manipular e incluso destruir a esos embriones humanos antes de esa fecha sin responsabilidades éticas o morales, lo que viene a confirmarse con las experiencias de Zhang aquí comentadas, pues en ellas se concluye, aunque no de forma determinante, que el desarrollo del embrión humano desde la formación del cigoto es un todo continuo, que en nada condiciona el hecho de su implantación y mucho menos que la línea roja de los 14 días, arbitrariamente impuesta por el Informe Warnock, sea lo que determina en qué momento se inicia la vida humana.
Justo Aznar
Observatorio de Bioética
Instituto de Ciencias de la Vida
Universidad Católica de Valencia