Por: Valentina di Giorgio
(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 30.11.2021).- Un hospital de la Santa Sede, concretamente el Bambino Gesú de Roma, ha sido el primer centro médico en el mundo en obtener una “fotografía” de la variante omicrom del COVID-19.
Fue en el área de investigación de Medicina Multimodal, coordinada por el profesor Carlo Federico Perno donde se obtuvo una foto que muestra la estructura de la proteína de la variante omicrom gracias a la cual se puede comparar con la proteína de la variante delta e incluso el original del CoV2 del SARS.
Por cuanto se explica, “Omicron tiene muchas más mutaciones que Delta (ya muy variante), concentradas en una zona que interactúa con las células humanas. Los puntos rojos indican zonas de muy alta variabilidad, los puntos naranjas alta variabilidad, los puntos amarillos variabilidad media, los puntos verdes baja variabilidad y los puntos azul claro baja variabilidad. La zona gris es la que no varía. Esto no significa automáticamente que estas variaciones sean más peligrosas, simplemente que el virus se ha adaptado más a la especie humana, generando otra variante. Otros estudios nos dirán si esta adaptación es neutra, menos peligrosa o más, comentan los investigadores.
La palabra “fotografía” es más bien periodístico y popular pues en realidad los científicos del hospital vaticano han observador las diferentes mutaciones de aminoácidos en la proteína de la espiga, que es la más mutada en esta variante. La idea de insertar las esferas de colores surgió «con prisas»: «Estábamos estudiando la variante Delta», dice la profesora Claudia Alteri, – Hasta la víspera, pensábamos que podíamos obtener la imagen que vemos hoy en comparación con Omicron». Entonces llegó la noticia de la nueva variante, e inmediatamente pensamos en elaborar un mapa de las variaciones. Llegamos al resultado el viernes por la noche, gracias a las secuencias disponibles desde Sudáfrica y los demás países participantes (principalmente Hong Kong y Botsuana). La imagen muestra que la espiga Omicron está mucho más mutada que la espiga Delta, que ya es muy diferente de la cepa original de Wuhan, y esto es precisamente en la zona del virus que le permite unirse a nuestras células y contra la que, como es lógico, se enfocan las vacunas.
Un indicio de mayor transmisibilidad, yuxtapuesto a la observación sobre el terreno, es decir, lo que ocurrió en Sudáfrica. Hasta la fecha», explica Alteri, «podemos decir que la rapidez con la que la variante ha sustituido a la Delta en el sur de África sugiere que es más transmisible, y las mutaciones observadas van en la misma dirección: por eso fue definida inmediatamente por la OMS como VoC, o variante preocupante.
Sin embargo, subraya, «hoy en día no hay pruebas para clasificar la variante Omicron como más peligrosa desde el punto de vista de la manifestación de la enfermedad. La hipótesis de que una forma más grave de COVID-19 pueda derivar de Omicron requiere pruebas clínicas y epidemiológicas sólidas. Hay que decir que ninguna de las variantes que han aparecido hasta ahora, incluida la Delta, ha provocado un cambio en los síntomas. Sobre todo, señala, no hay pruebas de que las vacunas no funcionen: «Por el momento sólo podemos especular sobre la eficacia de las vacunas en su formulación actual. No sabemos si el conjunto de mutaciones encontradas en Omicron afectará a la eficacia de la vacuna en qué medida. Para ello tenemos que esperar los datos del laboratorio. Incluso si la variante afectara a la eficacia de la vacuna, esta reducción podría frenarse con la tercera dosis, que permitirá que los niveles de anticuerpos cubran la variante. Además, la adaptación de las vacunas a Omicron no será un proceso complicado. El llamamiento, en definitiva, es a la vacunación: «Ampliar la cobertura al máximo y aumentar las terceras dosis». Las vacunas «actualizadas», si es que son necesarias, aún tardarán unos meses en distribuirse, así que mientras tanto debemos protegernos con las vacunas disponibles y eficaces.
El Ospedale Bambino Gesú es el centro médico de atención pediátrica más importante de Italia y uno de los más importantes en el mundo. Nació en 1869 por iniciativa de la familia Salviati, especialmente de la duquesa Arabella Fitz James Salviati, quien en 1924 lo donó a la Santa Sede. El hospital se encuentra actualmente ubicado en zona extraterritorial del Vaticano, lo que significa que está en territorio de la Santa Sede.
Con información de RAI News y del Ospedale Bambino Gesú