Ángelus. Foto: Vatican.va

¿Cómo es el corazón de María? La tierna descripción del Papa a partir de lo que dice el Evangelio

Considerando la liturgia de la solemnidad, el Papa dijo que el Evangelio del día (Lc 1,26-38) nos hace entrar en la casa de María de Nazareth donde recibe el anuncio del ángel. Y añadió: “en esa intimidad doméstica el Evangelio nos da un detalle que revela la belleza del corazón de María”.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 08.12.2021).- El Papa comenzó el día de la solemnidad de María acudiendo, antes de que el sol saliera, en torno a las 6:15 de la mañana, a la Piazza Spagna donde se encuentra una querida columna coronada por una escultura de la Inmaculada Concepción. Se trató de un acto de devoción privada al no poder hacerla de forma pública, y por tanto masiva la visita, por la pandemia. Posteriormente el Papa se trasladó a la Basílica de Santa María la Mayor, donde continúo su oración personal hasta las 7 de la mañana. Luego regresó al Vaticano.

Al medio día de este 8 de diciembre, el Papa rezó el Ángelus con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, plaza medio vacía por tres factores: no se anticipó que el Papa se asomaría a rezar el Ángelus, hacía frío y estaba lloviendo.

Considerando la liturgia de la solemnidad, el Papa dijo que el Evangelio del día (Lc 1,26-38) nos hace entrar en la casa de María de Nazareth donde recibe el anuncio del ángel. Y añadió: “en esa intimidad doméstica el Evangelio nos da un detalle que revela la belleza del corazón de María”. Con encabezados añadidos por ZENIT, ofrecemos el texto de las palabras previas a la oración del ángelus de este miércoles.

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¿Qué significa estar llena de gracia?

El ángel la llama «llena de gracia». Si está llena de gracia, significa que la Virgen está vacía de maldad, es sin pecado, Inmaculada. Ahora, ante este saludo María —dice el texto— «se conturbó» (Lc 1,29). No solo está sorprendida, sino también turbada. Recibir grandes elogios, honores y cumplidos a veces tiene el riesgo de despertar el orgullo y la presunción. Recordemos que Jesús no es tierno con los que van en busca del saludo en las plazas, de la adulación, de la visibilidad (cf. Lc 20, 46). María, en cambio, no se enaltece, sino que se turba; en lugar de sentirse halagada, siente asombro. El saludo del ángel le parece más grande que ella. ¿Por qué? Porque se siente pequeña por dentro, y esta pequeñez, esta humildad atrae la mirada de Dios.

¿Cómo es el corazón de María?

Así, entre las paredes de la casa de Nazaret vemos un rasgo maravilloso. ¿Cómo es el corazón de María? Tras recibir el más alto de los cumplidos, se turba porque siente dirigido a ella lo que no se atribuía a sí misma. De hecho, María no se atribuye prerrogativas, no reclama nada, no atribuye nada a su mérito. No siente autocomplacencia, no se exalta. Porque en su humildad sabe que todo lo recibe de Dios. Por tanto, está libre de sí misma, completamente orientada a Dios y a los demás. María Inmaculada no tiene ojos para sí misma. Aquí está la verdadera humildad: no tener ojos para uno mismo, sino para Dios y para los demás. Recordemos que esta perfección de María, la llena de gracia, la declara el ángel dentro de las paredes de su casa: no en la plaza principal de Nazaret, sino allí, en el ocultamiento, en la mayor humildad. En esa casita de Nazaret palpitaba el corazón más grande que una criatura haya tenido jamás.

Dios no necesita grandes medios para hacer maravillas, necesita nuestra humildad

Queridos hermanos y hermanas, ¡esta es una noticia extraordinaria para nosotros! Porque nos dice que el Señor, para hacer maravillas, no necesita grandes medios ni nuestras sublimes habilidades, sino nuestra humildad, nuestra mirada abierta a Él y abierta también a los demás. Con ese anuncio, dentro de las pobre paredes de una pequeña casa, Dios cambió la historia. También hoy quiere hacer grandes cosas con nosotros en la vida de todos los días, es decir, en la familia, en el trabajo, en los ambientes cotidianos. Ahí, más que en los grandes acontecimientos de la historia, ama obrar la gracia de Dios. Pero, me pregunto, ¿lo creemos? ¿O pensamos que la santidad es una utopía, algo para los profesionales, una ilusión piadosa incompatible con la vida ordinaria?

La idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida

Pidámosle a la Virgen una gracia: que nos libre de la idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida; que nos encienda de entusiasmo por el ideal de santidad, que no es una cuestión de estampitas, sino de vivir cada día lo que nos sucede con humildad y alegría, como la Virgen, libres de nosotros mismos, con la mirada puesta en Dios y en el prójimo que encontramos. Por favor, no nos desanimemos: ¡el Señor nos ha dado a todos un buen paño para tejer la santidad en la vida diaria! Y cuando nos asalte la duda de no lograrlo o la tristeza de ser inadecuados, dejémonos mirar por los «ojos misericordiosos» de la Virgen, ¡porque nadie que haya pedido su ayuda ha sido abandonado jamás!

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Redacción Zenit

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