A los participantes en el Capítulo general de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos. Foto: Vatican.va

3 retos para los religiosos, consagradas, monjas y monjes en un discurso del Papa a los teatinos

Identidad, misión y comunión son los tres temas en torno a los cuales profundizó el Papa en un reciente encuentro con teatinos. El discurso y las ideas, sin embargo, tienen valor para los religiosos en general.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 18.01.2022).- el sábado 15 de enero el Papa recibió en audiencia a un grupo de religiosos teatinos, quienes se encontraban en Roma por razón de su capítulo general (el nombre oficial es Orden de Clérigos Regulares Teatinos. Fueron fundados en 1524). Este capítulo es el 164 en la historia de la orden. El tema del capítulo fue la misión y esto dio pie al Papa para desarrollar un discurso -especialmente valiosos para consagrados, religiosos y monjas. Ofrecemos la traducción al español de ese discurso con encabezados de ZENIT. Al inicio van dos breves introducciones y después el Papa desarrolla tres temas importantes no sólo para teatinos sino para todos los religiosos: la identidad, la comunión y la misión.

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Vocación dentro de la vocación: el salto cualitativo

En la vida de San Gaetano -como en la de muchos otros santos- nos llama la atención que en un determinado momento se produzca un «salto cualitativo», que en términos bíblicos llamaríamos más bien una «vocación dentro de la vocación», o una «segunda conversión». Es el paso de una vida ya buena y estimada a una vida santa, llena de ese «más» que viene del Espíritu Santo. Este salto cualitativo es el que hace crecer no sólo la vida personal de ese hombre o mujer, sino también la vida de la Iglesia. Es lo que, en cierto sentido, la «reforma», la purifica y hace aflorar su belleza evangélica.

Preocupación del Papa por la situación en Siria© Vatican Media

Cada santo es una misión

Podemos y debemos remitirnos siempre a este testimonio, a este «Evangelio vivo» para avanzar en nuestro camino personal y comunitario, sabiendo bien que «no es posible que un cristiano piense en su misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad» (Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, 19). San Gaetano Thiene también nos muestra que «cada santo es una misión». Cada santo es «un designio del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio» (ibíd.).

Y lo que se nos pide no es tanto imitar en sentido literal -a quien todos debemos imitar es en realidad a Jesucristo-, sino tomar de ese santo el «método», por así decirlo, el dinamismo espiritual con el que vivió el Evangelio, para tratar de traducirlo a nuestro contexto actual. Esto es también lo que (…) propuso el (…) Capítulo: «Actualizar el carisma teatino para responder a los desafíos actuales a partir de nuestra identidad».

1) La identidad: empezar por uno mismo

Y el primer objetivo específico apunta a la identidad. Por supuesto, no tengo que enseñar nada sobre esto. Sólo quiero subrayar un aspecto esencial del testimonio de San Gaetano: la reforma debe empezar por uno mismo. Cuando llegó a Roma para trabajar en la curia papal, se dio cuenta de la degradación espiritual y moral que, por desgracia, era generalizada. Es la mundanidad, siempre está la raíz, la mundanidad que causa la degradación espiritual y moral. Y mientras realizaba su trabajo de oficina, asistía al Oratorio del Divino Amor, cultivando la oración y la formación espiritual; y luego iba a un hospital a asistir a los enfermos. Este es el camino: empezar por uno mismo para vivir el Evangelio con más profundidad y coherencia. Todos los santos nos muestran este camino. Son los verdaderos reformadores de la Iglesia. O más bien: es el Espíritu Santo quien forma y reforma la Iglesia, y lo hace a través de la Palabra de Dios y de los santos, que ponen en práctica la Palabra en su vida. Empezar siempre por ellos mismos.

2) La comunión: la espiritualidad que carcoma

Su segundo objetivo específico es la comunión. También en este caso, mirando a San Gaetano, vemos que el Espíritu no le instó a ir solo, a seguir un camino individual. No lo hizo. Le llamó a formar una comunidad de clérigos regulares, para vivir el Evangelio según la forma de vida de los Apóstoles. En la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate -que recomiendo que vuelvan a leer, ¡siempre vendrá bien! Es bueno para mi leerlo, porque uno se olvida de lo que ha escrito para los demás- mencioné algunas «comunidades santas» que «han vivido el Evangelio heroicamente» (nº 141). Y a ellas podríamos añadir sin duda la de sus cofundadores.

Pero, por lo general, en las familias y en las comunidades religiosas la vida cristiana se compone de muchos gestos cotidianos. «La comunidad que cuida los pequeños detalles del amor, donde los miembros se cuidan mutuamente y constituyen un espacio abierto y evangelizador, es el lugar de la presencia del Señor resucitado que la santifica según el plan del Padre» (ibíd., 145). Hay una frase que quiero subrayar: los miembros se cuidan entre sí. Hermanos, la mayor plaga en una congregación religiosa, en una comunidad religiosa, es cuando los hermanos no se cuidan los unos a los otros, es más, cuando empieza la cháchara.

Por favor, eviten todas las formas de crítica. Sean hombres consagrados, hombres del Evangelio, pero hombres. Si tienes algo en contra del otro, ten los «pantalones» para decírselo a la cara, dile las cosas a la cara o cállate. O ese otro criterio, decírselo a quienes pueden remediarlo, es decir, a los superiores. Pero no hagáis grupitos, porque esto es la espiritualidad de la «carcoma», que hace caer la fuerza de una comunidad religiosa. Nada de chismes, por favor.

3) La misión: un corazón apostólico

Y finalmente, el tercer objetivo que propones es la misión: «Discernir los signos de los tiempos para anunciar y vivir el Reino de Dios entre los hombres». Según el carisma fundacional, su misión no es ad gentes. San Gaetano evangelizó Roma, Venecia, Nápoles, y lo hizo sobre todo a través del testimonio de su vida y de las obras de misericordia, practicando el gran «protocolo» que Jesús nos dejó con la parábola del Juicio Final, Mateo 25 (vv. 31-46). Él y sus compañeros sirvieron e hicieron crecer esa Iglesia que es el «hospital de campaña» que se necesita aún hoy. Os animo a seguir sus pasos, con docilidad al Espíritu, sin esquemas rígidos -cuidado con la rigidez, porque la rigidez es una perversión que viene precisamente del clericalismo, es otra cosa fea, y bajo cualquier rigidez hay podredumbre, siempre-, sino con firmeza en lo esencial: la oración, la adoración, la vida en común, la caridad fraterna, la pobreza y el servicio a los pobres. Todo ello con un corazón apostólico, con la inquietud buena y evangélica de buscar ante todo el Reino de Dios.

Traducción del original en lengua italiana realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC

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Redacción Zenit

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